◾Capítulo XXX: Armagedón◾

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El aire estaba cargado de tensión mientras Ian y Ashel se enfrentaban en una batalla que resonaba como un choque de titanes. Cada movimiento, cada golpe, cada defensa era un despliegue de destreza y poder que parecía sacudir los mismos cimientos del mundo. Ambos guerreros, ya agotados por la intensidad del combate anterior, seguían luchando con una ferocidad que solo se encuentra en aquellos que no tienen nada más que perder.

Ian se movía con una agilidad impresionante, sus pies apenas tocaban el suelo mientras deslizaba su katana con precisión letal. Ashel, por su parte, lo observaba con ojos entrecerrados, analizando cada movimiento de su enemigo, buscando cualquier debilidad que pudiera explotar. En un momento, Ian pareció desaparecer del campo de visión de Ashel, solo para reaparecer instantáneamente a su lado. Antes de que el Rey pudiera reaccionar, sintió el frío filo de la katana de Ian rozando su cuello, un corte preciso que lo hizo dar un paso atrás en estado de shock.

Ashel apretó los dientes, consciente de lo cerca que estuvo de la muerte. Sabía que un error más como ese y el próximo golpe de Ian sería fatal. A pesar de su habilidad, Ian estaba demostrando ser un adversario mucho más formidable de lo que había anticipado. El Rey ajustó su postura, reforzando su guardia mientras lanzaba una mirada asesina hacia Ian.

-No pienses que será tan fácil, Aldridge -gruñó Ashel, sintiendo cómo la adrenalina corría por sus venas.

Ian esbozó una leve sonrisa, sus ojos brillando con una confianza inquebrantable.

-Nunca dije que lo fuera -respondió con una frialdad que envió un escalofrío por la columna de Ashel.

El combate se intensificó aún más. Los dos guerreros se desplazaban por el campo de batalla con tal velocidad que sus figuras parecían borrosas, sus espadas entrechocando con un estruendo que resonaba a lo largo y ancho del lugar. El poder de sus golpes era tal que creaban ondas de choque, levantando polvo y escombros a su alrededor.

Ashel, buscando ganar una ventaja, lanzó un grupo de explosivos al aire. Con un rápido movimiento de su espada, los detonó, creando una serie de explosiones en cadena que se dirigieron hacia Ian como una lluvia de fuego y destrucción. Las llamas y los escombros volaron en todas direcciones, iluminando el campo de batalla con un resplandor cegador.

Ian, sin embargo, no era alguien que se dejara intimidar fácilmente. Con una rapidez casi sobrehumana, esquivó cada una de las explosiones, aunque por un margen mínimo. Las explosiones explotaban tan cerca de él que podía sentir el calor abrasador y la presión del aire, pero su habilidad y reflejos lo mantenían fuera de peligro, aunque solo por poco.

-¿Es todo lo que tienes? -se burló Ian, sus ojos centelleando con una mezcla de desafío y excitación.

El Rey Ashel gruñó, furioso por la resistencia de Ian. La batalla se volvía cada vez más épica, cada movimiento era un espectáculo de habilidad y fuerza bruta, y ambos luchadores sabían que solo uno de ellos saldría victorioso.

Los dos guerreros continuaron combatiendo, sus armas brillando con un resplandor mortal mientras intercambiaban golpes con una intensidad que parecía no tener fin. La batalla alcanzaba nuevas alturas, empujando a ambos combatientes al límite de su resistencia. Pero ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder, conscientes de que el destino de todo el reino dependía del resultado de esta confrontación.

La batalla continúa, cada vez más intensa, pero aún nadie ha caído.

La batalla entre lan y el Rey Ashel continuaba con una intensidad arrolladora. Ambos combatientes se movían a una velocidad vertiginosa, sus armas creando destellos en el aire mientras chocaban una y otra vez. La fuerza de sus ataques hacía que el suelo temblara bajo sus pies, levantando escombros y polvo que envolvían la escena en un caos que reflejaba la ferocidad de su lucha.

Infierno SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora