◾Prólogo◾

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Ian Aldridge era solo un joven común, aunque con una vida lejos de ser ideal. Vivía en una pequeña casa en las afueras de la ciudad, donde el ambiente era más hostil que amoroso. Su familia, en especial su madre, tenía poco tiempo para el afecto y mucho para las reprimendas y los castigos. La vida de Ian estaba marcada por las órdenes duras y las constantes críticas.

Esa semana en particular, Ian había estado absorto en un nuevo juego que había capturado su imaginación. Cada día, después de la escuela, se encerraba en su habitación y se perdía en mundos digitales, enfrentando enemigos virtuales y completando misiones épicas. Los deberes escolares y las tareas del hogar quedaron olvidados en su mente mientras avanzaba nivel tras nivel. Este escape era su refugio de la realidad que lo rodeaba.

-¡Ian! -gritó su madre una tarde con una voz llena de ira-. ¡Ven aquí ahora mismo!

Ian, con los ojos aún puestos en la pantalla, suspiró y se levantó lentamente. Sabía que ignorarla solo empeoraría las cosas. Al llegar al salón, encontró a su madre con las manos en las caderas, su rostro una máscara de irritación.

-¿Qué demonios crees que estás haciendo? -le espetó-. ¡Tienes deberes sin hacer y esta casa es un desastre!

-Mamá, solo estaba... -intentó decir Ian, pero fue rápidamente interrumpido.

-¡Nada de excusas! -lo cortó-. ¡Estoy harta de tu actitud! Hasta que aprendas a comportarte, te quedarás sin tus malditos aparatos.

Sin más palabras, su madre comenzó a desconectar su consola de videojuegos, su computadora portátil y hasta su teléfono. Cada aparato era retirado con una furia que Ian conocía demasiado bien. No era la primera vez que su madre lo castigaba, y probablemente no sería la última.

-Esto es injusto -murmuró Ian, aunque sabía que protestar solo lo metería en más problemas.

-¡Cállate y aprende! -le replicó su madre, lanzándole una mirada de advertencia.

Sin nada más que hacer en la casa, Ian se encontró con una extraña sensación de vacío. Sus pensamientos vagaban mientras deambulaba por el patio trasero, donde un extenso bosque se extendía más allá de la cerca. Desde niño, aquel bosque había sido un lugar de misterio y aventura en su imaginación, pero rara vez se había aventurado en él.

Aquel día, impulsado por la curiosidad y el deseo de escapar de la realidad de su castigo, Ian decidió explorar el bosque. Saltó la cerca y comenzó a caminar, notando cómo el aire se volvía más fresco y el sonido de la ciudad se desvanecía detrás de él. Cada paso lo adentraba más en un mundo que parecía alejado de su vida cotidiana.

Mientras avanzaba, la luz del sol filtraba a través de las hojas, creando patrones de sombra en el suelo. Ian se maravilló de la belleza natural a su alrededor, preguntándose por qué nunca había explorado este lugar antes. La tranquilidad del bosque contrastaba fuertemente con la acción frenética de sus videojuegos, pero había algo en la serenidad que le atraía poderosamente.

Después de caminar durante un tiempo, Ian llegó a un claro. En el centro, había una roca grande y plana que parecía el lugar perfecto para descansar. Se sentó, dejando que sus pensamientos se calmaran en el silencio del bosque. Por primera vez en días, no pensó en niveles o puntajes, sino en el mundo real a su alrededor.

Fue en ese momento de reflexión cuando Ian comenzó a considerar las palabras de su madre. Tal vez, solo tal vez, ella tenía razón. Necesitaba encontrar un equilibrio. No podía dejar que sus pasatiempos dominaran su vida y descuidar lo que era verdaderamente importante.

Con esa nueva perspectiva, Ian decidió que aprovecharía este tiempo de castigo para redescubrir otras formas de entretenimiento y responsabilidad. Se levantó de la roca, decidido a regresar a casa y demostrarle a su madre que podía ser responsable.

A medida que el sol comenzaba a descender, Ian emprendió el camino de regreso, sintiéndose un poco más maduro y con una nueva apreciación por el mundo fuera de sus videojuegos. No sabía que este pequeño acto de exploración y reflexión sería el primer paso en una serie de eventos que cambiarían su vida para siempre.

La vida de Ian Aldridge estaba a punto de tomar un rumbo inesperado, llevándolo de las tranquilas sombras del bosque a las tumultuosas y épicas batallas que definirían su destino y el de todos los reinos. Y así, comenzó la verdadera historia de un joven que se convertiría en un héroe.

-Mañana volveré.-dijo Ian en su mente, sabía que aún seguía castigado así que tendría mucho tiempo.

Infierno SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora