Capitulo 4

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Rebecca no había llegado al final de los escalones delanteros cuando un automóvil, que giraba a la vuelta de la esquina, la detuvo en seco. Un Citroen 2CV con suspensión ridícula se inclinó precariamente a la vuelta de la esquina a velocidad moderada. Rebecca podría haber adivinado al pasajero. Podía escuchar el sonido de Firestarter a volumen y, efectivamente, una mujer delgada de cabello gris movía furiosamente la cabeza al ritmo de la música.

El conductor Rebecca podría haberlo adivinado también—la voluminosa figura de Desmond, su cabello negro teñido de gris que tocaba el techo y su boca abierta en una carcajada tan profunda que podía escucharla atreves de la música. Sus brazos negros y musculosos retorcieron el volante para estacionar al lado de la carretera. El motor y la música se apagaron y Rebecca sonrió cuando la alegría de ambas ocupantes llegó a sus oídos.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Meena y su boca formó la palabra "gracias" mientras apretaba el antebrazo de Desmond.

Rebecca bajó los últimos escalones y abrió con cuidado la puerta del coche clásico de Desmond, cautelosa porque la vieja manija cromada podría caerse.

−Matones,−gritó Rebecca .−Ustedes dos. ¿No saben que esta es un área respetable?

La pareja traviesa le aulló un poco más.

Meena se secó una lágrima y tomó la mano extendida de Rebecca .−Muchas gracias, Desmond. No me he reído tanto desde que Sarocha me mostró ese video de gato acosador.

−De nada, Meena. Siempre,−dijo Desmond con su voz profunda y retumbante que sonaba con los agudos intermitentes de un acento Brummie.

−Estaba a punto de sacarte de Sunset,−dijo Rebecca .−¿Llegué tarde?

−Oh no, cariño. Desmond había terminado su turno y aprovechó la oportunidad para ampliar mi repertorio musical. Entonces.−Se volvió hacia Desmond.−¿Vas a extender mi educación a las veinte decenas la próxima semana?

−Absolutamente.

−Goodho.

El acento de cristal tallado de Meena hizo que Rebecca sonriera ante el contraste del de sus acompañante.−Gracias, Desmond,−dijo Rebecca , mientras ponía su brazo debajo de los hombros de Meena.

−De nada. Saluda a la doctora Sarocha, por favor.

Era curioso cómo todos en la casa llamaban así a su amiga. Una de las tareas favoritas de Sarocha era la ronda semanal en el hogar de cuidado local. Los residentes de edad avanzada (o los reclusos como a Meena le gustaba llamarlos) no pudieron dirigirse formalmente a ella como el Dra. Chankimha e insistieron en uSarocha Dra. Sarocha, y el hábito se había contagiado al personal, incluida la coordinadora de cuidados Desmond.

Rebecca tomó el peso de Meena cuando la anciana se levantó del auto.

−Gracias, querida.−Meena hizo una mueca al levantarse.−Ponerse en marcha es lo peor.

Rebecca se esforzó cuando Meena subió cojeando el primer escalón y se despidieron del paseo distintivo de Desmond mientras bajaba la colina.

Los Armstrong (Freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora