Capítulo 16

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La muerte de Rengoku sumió a Chihiro en una oscuridad que no había sentido en mucho tiempo. La pérdida reabrió heridas que nunca habían sanado por completo; recuerdos de la muerte de su clan comenzaron a invadir su mente, trayendo consigo un dolor que la dejó paralizada. Cada rincón de la finca Cisne, que antes había sido un refugio lleno de tranquilidad y belleza, se convirtió en un recordatorio de lo que había perdido.

El patrón, al notar su estado, tomó la decisión de no mandarla a misiones por el momento. En lugar de eso, puso a Mitsuri como un apoyo constante para Chihiro. Mitsuri, con su calidez y alegría, comenzó a visitarla regularmente, pasando tiempo con ella, llevándole comida y tratando de sacarla de su aislamiento. Incluso, en más de una ocasión, se quedaba a dormir en la finca Cisne, asegurándose de que Chihiro no estuviera sola.

A pesar de los esfuerzos de Mitsuri, Chihiro se mantenía en una aparente calma que no convencía a nadie. Decía estar bien, insistiendo en que solo necesitaba tiempo para recuperarse, pero era evidente que el dolor la consumía. Evitaba el contacto con cualquiera que no fuera Mitsuri, su única compañía en esos días oscuros.

El aislamiento de Chihiro se intensificó cuando Mitsuri tuvo que irse de misión. Con ella fuera, la soledad se hizo aún más pesada. El patrón, preocupado por su bienestar, envió a Shinobu para que la asistiera en lo que necesitara.

Al principio, Chihiro no estaba muy receptiva a la presencia de Shinobu. Sin embargo, la suave persistencia de la Pilar del Insecto comenzó a abrirse camino en su corazón. Shinobu, siempre paciente y delicada, preparaba las comidas para Chihiro, asegurándose de que comiera lo necesario para mantener su fuerza. Había días en los que Chihiro estaba tan sumida en su tristeza que no podía ni levantar los palillos, y en esos momentos, Shinobu le daba de comer con ternura, sin emitir juicio, solo ofreciéndole su apoyo silencioso.

La dinámica entre ellas era tranquila, casi sin palabras. Shinobu entendía el dolor de Chihiro de una manera que pocos podrían, y respetaba su necesidad de espacio. Pero en esos momentos en los que el silencio se volvía insoportable, Chihiro encontraba consuelo en la presencia calmada de Shinobu, quien, sin hacer ruido, le recordaba que no estaba completamente sola.

Aunque la oscuridad seguía presente, y la sombra de la pérdida era difícil de disipar, el tiempo con Shinobu comenzó a hacer que Chihiro sintiera, aunque fuera solo un poco, que el dolor podría eventualmente volverse soportable. La muerte de Rengoku y los recuerdos de su clan seguían acechando, pero las pequeñas muestras de cariño y apoyo que recibía de Mitsuri y Shinobu mantenían una pequeña chispa de esperanza en su corazón.

 La muerte de Rengoku y los recuerdos de su clan seguían acechando, pero las pequeñas muestras de cariño y apoyo que recibía de Mitsuri y Shinobu mantenían una pequeña chispa de esperanza en su corazón

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Chihiro había pasado días sumida en su dolor, refugiada en la seguridad de la finca Cisne, donde el silencio era su único compañero constante. Sin embargo, algo dentro de ella comenzó a cambiar, una pequeña chispa que le dijo que ya era momento de intentar volver a la luz, de salir de la oscuridad que la había envuelto desde la muerte de Rengoku.

Un día, decidió que era hora de dar ese primer paso. Se levantó temprano, se arregló con cuidado y salió de su finca. La luz del sol la recibió con una intensidad que no esperaba, cegándola momentáneamente. Forzada a retroceder, volvió rápidamente a la finca para buscar su sombrero, sabiendo que necesitaría protegerse de los rayos solares que podían causarle molestias en los ojos. Con el sombrero ajustado en su cabeza, se aventuró nuevamente fuera.

Caminó sin rumbo fijo, permitiendo que sus pies la guiaran mientras su mente vagaba. Sentía el peso del sombrero sobre su cabeza, la sombra que proyectaba sobre su rostro era un alivio en medio de la brillantez del día. Anduvo por ahí, esperando que algo, cualquier cosa, la distrajera de los pensamientos constantes sobre Kyojuro que llenaban su mente.

Después de unos minutos, mientras cruzaba un camino de tierra, escuchó un sonido familiar: el batir de alas de un cuervo. Giró la cabeza en la dirección del sonido y vio a Tanjiro corriendo, siguiendo a un cuervo que volaba frente a él. El cuervo, aunque había pasado tiempo, era inconfundible. Era el cuervo de Rengoku.

La curiosidad la envolvió al instante, y antes de que pudiera detenerse, sus pies ya la estaban llevando en la dirección de Tanjiro y el cuervo. Manteniendo cierta distancia, lo siguió con discreción, preguntándose por qué el cuervo de Rengoku estaría guiando a Tanjiro.

Chihiro interceptó a Tanjiro en medio de su carrera, apareciendo de la nada con la precisión y velocidad que la caracterizaban

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Chihiro interceptó a Tanjiro en medio de su carrera, apareciendo de la nada con la precisión y velocidad que la caracterizaban. Tanjiro, sorprendido, casi perdió el equilibrio al frenar de golpe, pero antes de que pudiera caer, Chihiro lo sostuvo con firmeza, evitando que se hiciera daño.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, su voz firme pero con un matiz de preocupación.

Tanjiro, aún recuperándose del susto, levantó la vista hacia ella. La sorpresa se reflejaba en su rostro, sus ojos grandes y llenos de respeto mientras reconocía a quien lo había detenido.

—¡Hamada-sama! —exclamó con reverencia. Se enderezó rápidamente, tratando de disimular su nerviosismo—. Rengoku-san... me dijo que fuera a la casa de su familia. Mencionó que podría encontrar un libro sobre la Danza del Fuego allí. Es importante para mí, por eso estoy corriendo.

Chihiro lo observó detenidamente, notando la determinación en sus ojos, pero también su agotamiento.

—Si sigues corriendo así, te vas a lastimar —le advirtió con seriedad. Luego, sin pensarlo demasiado, se ofreció—: Déjame cargarte. Así llegarás más rápido y sin riesgos.

Tanjiro, sorprendido y visiblemente avergonzado, negó con la cabeza de inmediato, agitando las manos frente a él.

—¡No puedo permitir que una Hashira me cargue! —dijo con un tono casi desesperado, el rubor extendiéndose por sus mejillas.

Chihiro suspiró suavemente, entendiendo su reacción pero sin poder evitar sentirse un poco frustrada por la testarudez del chico.

—Pues bueno... —respondió con resignación, bajando los hombros—. Pero al menos camina, no quiero verte herido antes de llegar.

Con una pequeña sonrisa, Chihiro y Tanjiro comenzaron a caminar juntos, dejando atrás la urgencia del momento. Mientras avanzaban, el cuervo de Rengoku volaba en círculos sobre ellos, como si los guiara hacia su destino.

El ritmo más lento permitía a Chihiro observar más a Tanjiro. Aunque lo veía tan decidido y valiente, no podía evitar notar la carga que llevaba en sus hombros, una carga similar a la que ella misma había llevado durante tanto tiempo.

—¿Nezuko está en la caja? puedo cargarla para que descanses un poco.

—¡De ninguna manera! debería ser yo quien se ofreciera a ayudarle, Hamada-sama.

—Pero no necesito ayuda en nada.

—Eso es lo que dice.

𝗦𝗘𝗖𝗥𝗘𝗧 𝗦𝗧𝗢𝗥𝗬 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗪𝗔𝗡 ||Kimetsu No Yaiba||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora