Capítulo 20

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Chihiro se encargó de preparar a los chicos para su infiltración en el Distrito Rojo, y sabía que debía hacer algo especial para evitar que llamaran demasiado la atención... al menos, no de la manera equivocada. Cuando Tengen le pidió que los ayudara a vestirse y maquillarse, ella aceptó la tarea con una mezcla de seriedad y algo de picardía en mente.

Quería asegurarse de que se mezclaran entre la multitud, pero de una manera que no los hiciera destacar como algo más que simples “sirvientas” o chicas del montón. Sabía que si los vestía y maquillaba con demasiado esmero, pronto podrían ser descubiertos y asignados a roles más cercanos a los hombres, lo que pondría en peligro toda la misión.

Zenitsu fue el primero en ser “transformado”. Chihiro eligió un kimono amarillo brillante con patrones triangulares que hacían juego con su cabello rubio. Luego, pasó a maquillarlo, aplicando una base blanca en su rostro y exagerando las líneas de sus ojos para que se vieran más pequeños y extraños. Le dibujó unas cejas finas y altas, que le daban un aire cómico y descompuesto. Finalmente, aplicó un labial rojo intenso, que resaltaba de manera absurda en su rostro, dándole una apariencia que distaba mucho de la de una hermosa geisha.

Luego, llegó el turno de Tanjiro. Chihiro lo vistió con un kimono verde a cuadros que contrastaba fuertemente con su cabello rojo oscuro. Su maquillaje fue similar al de Zenitsu, pero con un toque más dramático. Aplicó tres marcas en su frente, dando la impresión de que tenía "tres ojos", lo que era bastante aterrador y bizarro. Los labios de Tanjiro fueron maquillados de un rojo aún más intenso, y sus ojos fueron delineados de manera que parecían estar siempre en estado de alerta, algo que probablemente coincidiría con la ansiedad interna que Tanjiro sentía al verse en el espejo.

Finalmente, fue el turno de Inosuke. Chihiro sabía que con él debía ser un poco más creativa, ya que su personalidad y sus gestos brutales no podían ser ocultados tan fácilmente. Lo vistió con un kimono azul simple, que combinaba con la banda que sujetaba su cabello. En cuanto al maquillaje, decidió hacer algo completamente inesperado: le aplicó un labial rojo en forma desprolija, que hacía que pareciera que se había pasado de la raya al pintarse. Sus cejas las dibujó extremadamente finas y arqueadas, lo que contrastaba con su expresión feroz.

Cuando terminó, Chihiro se echó hacia atrás y admiró su trabajo. Los chicos se miraron al espejo con expresiones de horror y desconcierto, sin poder creer cómo se veían. Zenitsu estaba especialmente consternado, mientras que Inosuke apenas podía contener su indignación. Tanjiro, por otro lado, intentaba mantenerse calmado, aunque la tensión era evidente en su rostro.

Tengen llegó en ese momento, y al verlos, soltó una carcajada.

—¡¿Qué les has hecho?! —exclamó, medio en broma, medio en serio—. ¿Cómo lograste que se vieran tan horribles?

—Si los dejaba lindos —dijo—, los iban a utilizar de consortes muy rápido, y entonces descubrirían que son damas con rama. Es mejor que se vean un poco... descompuestos. Así no atraerán la atención equivocada.

Uzui asintió, comprendiendo la lógica detrás de la táctica de Chihiro, aunque aún divertido y asqueado por el resultado final. Sabía que ella había hecho un buen trabajo al asegurarse de que los chicos no fueran más que parte del escenario, aunque en un papel bastante peculiar.

 Sabía que ella había hecho un buen trabajo al asegurarse de que los chicos no fueran más que parte del escenario, aunque en un papel bastante peculiar

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Tengen Uzui estaba notablemente frustrado. Desde que había mencionado su plan, no había dejado de insistir en que Chihiro no debía involucrarse en la infiltración en ninguna de las casas del Distrito Rojo. Estaba convencido de que no era seguro para ella, y no soportaba la idea de que estuviera expuesta a los mismos peligros que sus esposas habían enfrentado. Sin embargo, Chihiro tenía otros planes.

—¡No me das órdenes tú! —le gritó Chihiro, sin titubeos. Sus palabras resonaron en la pequeña habitación, y todos los presentes se quedaron en silencio, sorprendidos por la intensidad de su voz. Tengen se quedó mirándola por un instante, antes de apretar los dientes y darse la vuelta, sentándose con los brazos cruzados y mirando fijamente una pared. Se podía ver cómo su mandíbula se tensaba de la molestia, y cómo el ceño fruncido de su rostro reflejaba la impotencia que sentía al no poder controlarla.

Mientras tanto, los chicos, ya listos en sus disfraces ridículos, esperaban pacientemente a que Chihiro terminara de arreglarse. A diferencia de ellos, ella no tenía intención de usar maquillaje. Era una decisión que siempre había mantenido, y aunque podría haber pasado desapercibida en cualquier otro lugar, en el Distrito Rojo, donde las mujeres solían estar altamente maquilladas y adornadas, su elección la hacía destacar aún más.

Chihiro se colocó el kimono, uno que era a la vez elegante y sobrio, pero con un toque de delicadeza en los bordados de flores que adornaban la falda. El kimono era de un rojo intenso, casi vibrante, que contrastaba con el blanco y beige suave de las mangas y los detalles. Era un atuendo que, sin quererlo, evocaba la imagen de otro que todos ellos tenían aún presente en sus memorias: el uniforme de Kyojuro Rengoku.

Mientras Chihiro se peinaba, concentrada en asegurarse de que cada mechón de su cabello estuviera en su lugar, Tanjiro, que siempre tenía un sentido innato para percibir las emociones de los demás, no pudo evitar notar el parecido.

—Ese kimono... tiene ciertas vibras al uniforme de Rengoku-san —comentó, en voz baja, casi como si hablara para sí mismo, pero lo suficientemente alto como para que todos lo escucharan.

Las palabras de Tanjiro cayeron como un peso en la habitación. Chihiro, que hasta ese momento había mantenido su compostura, se quedó quieta por un instante, sin saber qué decir. Sus manos se detuvieron, aún sosteniendo una peineta. En su mente, los recuerdos de Kyojuro comenzaron a pasar como un torbellino: su risa, su determinación, la calidez de su presencia. Era imposible no pensar en él cuando se vestía de esa manera. Pero no dijo nada, ni siquiera miró a Tanjiro. Simplemente continuó peinándose, esta vez con un poco menos de entusiasmo.

Uzui, que aún estaba sentado de espaldas al grupo, giró ligeramente la cabeza al escuchar el comentario de Tanjiro. Desde su posición, pudo ver cómo la postura de Chihiro cambiaba, cómo su usual energía se apagaba momentáneamente al recordar a Kyojuro. Una sensación incómoda comenzó a formarse en su pecho al darse cuenta de algo: en los últimos meses, Chihiro había expresado su tristeza, su dolor por la pérdida de Rengoku, a todos menos a él. Siempre lo evitaba, y cuando estaban juntos, mantenía una distancia emocional que él no sabía cómo romper.

Uzui recordó momentos recientes: cómo Chihiro se distanciaba sutilmente en las conversaciones, cómo sus ojos evitaban los de él, cómo parecía siempre estar ocupada cuando él quería hablarle. Esa tensión que él había atribuido a su dolor por la pérdida de Rengoku ahora se sentía diferente. No era solo tristeza, era algo más profundo, algo que Tengen comenzaba a entender: Chihiro había decidido no mostrarle su vulnerabilidad, y eso lo molestaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Chihiro terminó de peinarse en silencio, sin mirarse al espejo. Con un suspiro apenas audible, se puso de pie, ajustando el kimono y asegurándose de que todo estuviera en su lugar. Luego, se volvió hacia el grupo, su rostro calmado y sin rastro de la tormenta interna que había sentido momentos antes.

—Estoy lista —dijo simplemente, con una voz neutral que no dejaba espacio para preguntas ni comentarios. Pero en ese momento, mientras los demás se preparaban para salir, Uzui no pudo evitar sentirse más distante de Chihiro que nunca. La chica que había admirado por su fuerza y determinación ahora parecía inalcanzable, y él no tenía idea de cómo acercarse a ella, cómo derribar las barreras que ella había levantado entre ambos.

𝗦𝗘𝗖𝗥𝗘𝗧 𝗦𝗧𝗢𝗥𝗬 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗪𝗔𝗡 ||Kimetsu No Yaiba||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora