𝗦𝗘𝗖𝗥𝗘𝗧 𝗦𝗧𝗢𝗥𝗬 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗪𝗔𝗡 ||Kimetsu No Yaiba||

Capítulo 30

Chihiro no sabía si partirse en dos, tres o cuatro, se encontraba en medio del caos absoluto. El sonido de las espadas chocando, los gritos de sus compañeros y el rugido ensordecedor de los demonios llenaban el aire. El campo de batalla era un desorden de escombros y sangre, y ella sentía como si el peso del mundo se hubiera colocado sobre sus hombros. Su respiración se aceleraba, y su corazón palpitaba con fuerza mientras intentaba decidir dónde debía dirigirse primero. En su mente, cada segundo de indecisión significaba peligro para sus compañeros.

A lo lejos, Chihiro podía ver a Genya, su figura agachada mientras intentaba mantenerse firme contra un enemigo que claramente lo superaba en fuerza. La rabia y la determinación en los ojos de Genya eran inconfundibles, pero Chihiro sabía que su compañero estaba luchando una batalla difícil, quizás la más difícil de su vida.

No muy lejos, Tanjiro luchaba también con todo su ser, su espada danzando en el aire con la misma ferocidad y convicción de siempre. Pero Chihiro notaba algo diferente en él, una mezcla de desesperación y resolución que no podía ignorar. Tanjiro, como siempre, era incansable, pero incluso él tenía sus límites, y Chihiro temía que estuviera cerca de alcanzarlos.

En otra dirección, Tokito se encontraba atrapado en una vorágine de ataques, su agilidad y precisión eran impresionantes, pero la situación a su alrededor se estaba volviendo cada vez más peligrosa. La lluvia de ataques que lo rodeaban parecía imparable, y Chihiro podía ver cómo Tokito luchaba por mantenerse al margen del peligro inminente.

Y luego estaba Mitsuri. Su presencia en la batalla era siempre un espectáculo, con su cabello rosa ondeando mientras su látigo se movía con una gracia letal. Pero Mitsuri también estaba rodeada, superada en número por demonios que la atacaban desde todos los ángulos. Chihiro sabía que Mitsuri era fuerte, pero la preocupación la invadía al ver la magnitud del peligro que la amenazaba.

Chihiro sintió como si el tiempo se ralentizara mientras sus pensamientos corrían a una velocidad vertiginosa. Cada uno de sus compañeros necesitaba su ayuda, y aunque cada uno de ellos era increíblemente fuerte, sabía que ninguno de ellos estaba a salvo. La incertidumbre la asaltaba; ¿a quién debía ayudar primero? ¿Cómo podía elegir entre ellos cuando cada uno enfrentaba su propia lucha mortal?

Sus instintos la empujaban en todas direcciones a la vez, su cuerpo tenso, listo para moverse, pero su mente aún dividida. Sabía que no podía estar en todas partes, pero el deseo de proteger a todos la consumía. Los sonidos de la batalla parecían ensordecer sus pensamientos mientras intentaba encontrar una solución.

Finalmente, Chihiro cerró los ojos por un breve instante, tomando una profunda respiración para calmar su mente. Sabía que no podía permitir que la indecisión la paralizara. Si no podía estar en todas partes, al menos debía asegurarse de que su ayuda fuera lo más efectiva posible. Con esa claridad en mente, decidió moverse estratégicamente, enfocándose en neutralizar las mayores amenazas primero para luego poder acudir en ayuda de los demás.

Abriendo los ojos nuevamente, Chihiro dejó que su instinto tomara el control. Su cuerpo se movió con velocidad y precisión, dirigiéndose primero hacia el lugar donde podía hacer la mayor diferencia. Cada paso que daba la acercaba más a sus compañeros, y aunque la preocupación por los otros aún persistía, sabía que debía confiar en su habilidad para equilibrar las demandas de la batalla.

Mientras corría hacia su primer objetivo, su mente seguía trabajando a toda velocidad, planeando sus próximos movimientos. Cada vez que levantaba su espada, lo hacía con la certeza de que, aunque no podía estar en todas partes, haría todo lo posible para proteger a aquellos que le importaban.