Capítulo 26

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Chihiro apenas había logrado liberarse del abrazo desesperado de Zenitsu cuando Obanai apareció en el lugar, su silueta imponente destacándose entre las ruinas humeantes del campo de batalla. Los ojos serpenteantes del Pilar de la Serpiente se posaron sobre ella con una mezcla de preocupación y escrutinio. Chihiro aún estaba algo aturdida por lo que acababa de ocurrir, la sensación de haber estado al borde de la muerte, solo para ser devuelta a la vida por el poder inesperado de Nezuko.

—¿Estás bien? —preguntó Obanai con voz calmada pero firme, mientras se acercaba a ella con pasos lentos, su serpiente blanca enrollada en su hombro, observándola también.

Chihiro intentó levantarse, pero el mareo aún persistía, y apenas logró ponerse de rodillas antes de que Obanai estuviera a su lado, extendiéndole una mano en un gesto inesperado de apoyo. Ella lo miró, todavía sintiendo los efectos del veneno que Nezuko había purificado. Su cuerpo temblaba ligeramente, y aunque las quemaduras habían desaparecido, el recuerdo de la sensación ardiente no se desvanecía tan fácilmente.

—Estoy... estoy bien —respondió Chihiro, tomando la mano que él le ofrecía y usando su apoyo para levantarse del todo. Sus piernas aún estaban un poco inestables, pero logró mantenerse en pie, mirando a su alrededor para evaluar la situación.

La batalla había sido brutal, el suelo estaba lleno de escombros y cenizas. Las estructuras que alguna vez habían sido edificios ahora no eran más que restos carbonizados, y el aire olía a humo y sangre. A lo lejos, Chihiro pudo distinguir las figuras de los otros cazadores y los restos de los demonios caídos. La victoria había sido ganada, pero no sin un precio.

Obanai no apartaba los ojos de ella, analizando cada pequeño movimiento, cada leve expresión en su rostro.

—Fue una suerte que Nezuko estuviera aquí para ayudarte —comentó, con un tono que no era de reproche, sino de una fría observación. Su mirada penetrante parecía buscar alguna debilidad en ella, algo que pudiera necesitar corrección o refuerzo.

Chihiro asintió, recordando la sensación de las llamas curativas envolviéndola, borrando el veneno que había comenzado a invadir su cuerpo.

—Sí, lo fue —admitió. Aunque las palabras fueron simples, no pudo evitar el estremecimiento que las acompañó.

Obanai pareció notarlo, pero no hizo ningún comentario al respecto. En su lugar, observó las heridas de Chihiro, o mejor dicho, las cicatrices que no estaban allí. Sin embargo, el Pilar de la Serpiente sabía que las cicatrices mentales tardarían más en sanar, si es que alguna vez lo hacían.

—Necesitarás descansar —dijo finalmente, su tono más suave, casi como una sugerencia en lugar de una orden. Era inusual que Iguro mostrara tal consideración, pero Chihiro había demostrado ser una guerrera formidable, y tal vez, en su fría manera, él reconocía eso.

—Lo sé, pero aún hay cosas por hacer —respondió Chihiro, tratando de recomponer su espíritu de lucha. Sabía que la batalla había terminado, pero su misión como cazadora de demonios nunca lo hacía realmente.

Iguro no discutió, simplemente asintió ligeramente con la cabeza, aceptando su respuesta.

—Entonces asegúrate de no caer antes de cumplir con ellas —dijo con una media sonrisa que desapareció casi tan rápido como había aparecido.

Mientras Obanai se apartaba un poco, dándole espacio, Chihiro se tomó un momento para respirar hondo y recuperar la compostura. Sus ojos buscaron a los demás, queriendo asegurarse de que todos estuvieran bien. Habían ganado esta batalla, pero todos sabían que la guerra contra los demonios estaba lejos de terminar.

 Habían ganado esta batalla, pero todos sabían que la guerra contra los demonios estaba lejos de terminar

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𝗦𝗘𝗖𝗥𝗘𝗧 𝗦𝗧𝗢𝗥𝗬 𝗢𝗙 𝗧𝗛𝗘 𝗦𝗪𝗔𝗡 ||Kimetsu No Yaiba||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora