Capítulo 10
MÓNICA
Volví a ser una estudiante más que tenía que entrenar para convertirse en la próxima jefa del cártel de grupo élite.
Durante la siguiente semana nos mantuvimos leyendo el libro de anatomía. Él quería que aprendiéramos cada palabra de ese libro, y nos las tatuáramos en el cerebro. Era una jodida locura. Esta vez no había sangre, pero si cansancio mental.
Lo odiaba, realmente lo odiaba. La facilidad de devorarme con la mirada, y después ignorarme por completo.
Después de la conversación, me dio a entender tantas cosas. Mi mente estaba tan confusa y perdida. Me dijo que golpeó al ruso, porque lo enfureció. Me dijo que era una maldita tentación. Me compra mi comida. Él imbécil, casi me besa. Noté el enorme esfuerzo que hizo para no besarme. Y finalmente, se metió en su papel de profesor diplomático. Se comportaba como tal, que llegué al punto de preguntarme si había imaginado todo.
Me dirigí con mi platillo sofisticado —la cafetería me entregó el platillo más caro— al final del comedor. Hanna estaba sentada sobre las ventanas iluminadas por la mañana en su mesa habitual.
Hoy era jueves, por lo que mañana volvería a ver a Petrou durante largas y torturosas horas.
Otra semana más, ignorándome.
Incluso cuando sigo usando escote. Me gustaba mucho usar blusas que resaltaran mis atributos, pero se volvió mucho peor, cuando el maldito demonio griego declaró que mi escote lo tentaba. Así que desde entonces uso el escote más cínico que encuentro en mi armario.
—¡Maldita perra! — dijo Hanna, apuñalando su huevo frito con un tenedor— Te está quitando a tu hombre.
Levanté la vista de mi omellete relleno de queso y servido sobre salsa cremosa de chipotle, y lo miré por un momento, antes que él apartara su mirada. El demonio griego iba acompañado de la profesora de psicología oscura y coordinadora, la misma que me echo de cabeza. La maldita se veía increíblemente hermosa. Era todo un estereotipo de una rusa. Cuerpo delgado y largo, como una súper modelo de pasarela. Cabello rubio y largo. Ojos azules y piel de porcelana. Su cuerpo era plano, pero con una cintura de avispa.
Era una mujer de la edad de Petrou.
Por supuesto que le gustan las mujeres de su edad.
Tal vez había superado lo que fuera que se había producido desde que nos conocimos.
Durante sus clases lo veía enseñar, y mis pechos se ponían tensos y pesados. Lo veía golpear el marcador en el escritorio, y me hizo recordar cuando nos conocimos por primera vez, y me paralizo, usando únicamente su cuerpo bien formado. Me hizo recordar las veces que rozo con sus labios mi cuello y escote. Cuando lo hacía, secretamente yo deseaba que fuera más duro y se abalanzara sobre mí.
Estaba perdiendo la cordura.
Ni siquiera a un revolcón íbamos a llegar. Simplemente la situación nunca se daría. Yo no podía aspirar más allá de besos y caricias. Ese hombre no me iba permitir si quiera darle unos simples besos y agarraditas con la mano, como unos colégialos. Petrou era un hombre maduro que necesitaba, probablemente, tener sexo. Yo nunca podría darle eso.
Yo era una especie de monja con votos falsos que moriría virgen.
Puedo coquetear con chicos de mi edad y evitar que no pase de un simple faje, pero con este jodido demonio griego, podría perder los estribos. Su experiencia y madurez, aniquilaba mi mente. Cuando estaba con él, olvidaba por completo todo mi miedo y creencias que me han mantenido. Sí, ese hombre me hacía olvidar la importancia del por qué quiero permanecer virgen.
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Destrúyeme, cariño (+21)
Romance"Amor, traición y un juego de poder donde no hay reglas... Solo la promesa de destrucción." Mi padre me quiere muerta. Traicioné a la familia, y pagaré las consecuencias. El hombre que alguna vez llamé padre me entregó a una jauría de lobos hambrien...