Capítulo 11

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Capítulo 11

MÓNICA

—Quiero que seas parte de la apuesta —dije finalmente.

José me veía completamente estupefacto por mi declaración.

Después de salir casi disparados de la cafetería nos dirigimos a mi habitación. Hanna se encontraba acostada en su cama, mirándonos sin parpadear. Por otro lado, José, estaba echado en mi cama como si fuera la suya propia.

Yo me encontraba mirando desde mi ventana el hermoso paisaje y la arboleada del bosque. Desde mi habitación se podía mirar los frondosos bosques verdes, y luego hacia la montaña. Era una vista espectacular.

—Olvídalo, bebé —respondió José, negativamente —. El ruso abandonó la apuesta. Ya no hay nada. Sólo te lo comenté, como un simple ejemplo.

Miré por un minuto al descendiente del cartel de Bogotá, y José tenía doblada sus manos sobre debajo de su cabeza, contemplando el techo de la habitación, tranquilamente.

Volví a mirar el paisaje. —Eso es mucho mejor, entonces. Tú tomarás el lugar de Vladimir, y apostarás 400,000 dólares que yo me acostaré con Petrou antes de que terminé el curso.

—¿Estás demente? ¿Quieres que Petrou me corte la polla? —La voz de José salió estrangulada —. Suficiente tuve con la escenita que hizo hace un momento en la cafetería. No quiero saber que me haría si se entera que estoy en una apuesta, que trata sobre ustedes dos teniendo sexo frenético. Yo paso, bebé.

Resoplé. —No se va enterar, y si lo hace, yo tomaré las represalias. Yo seré la que está detrás de todo, por lo que realmente vas a ganar esa apuesta. Me encargaré de ello, y el dinero será todo mío.

Finalmente abandoné por completo la vista de los bosques verdosos y me dirigí por completo a José. El hombre estaba ya enderezado perfectamente y viéndome como si yo fuera una completa enferme mental, que necesitaba ayuda de un manicomio, urgente.

—¿Por qué mierdas estás haciendo todo esto? —farfulló, alzando una ceja—. La idea de lluvias era una completa mentira, ¿verdad? ¿Por qué necesitas dinero tan urgente? No, la verdadera pregunta: ¿Por qué no tienes dinero?

—Quiero sentirme independiente, y no necesitar el dinero de mi padre para comprar un vestido —Intenté crear una mentira creíble y mezclarla con un poco de verdad.

José puso los ojos en blanco, relajado. Había creído lo que le dije. En realidad, parecía bastante increíble, después de todo, nadie conoce los antecedentes de mi padre violento y desgraciado. El vestido era perfecto para seguir haciéndome ver como una heredera caprichosa... y tal vez, en el fondo, lo era.

—¿Qué vestido cuesta 400,000 dólares?

Me encojo hombros.

—Es una reliquia en el mundo del modelaje. Y es una subasta. Mucha gente lo va a querer.

José, volvió a poner los ojos en blanco, burlándose de mí.

—¿Y yo que gano con todo esto? —preguntó bastante irritado con el asunto.

Era una buena pregunta. Necesitaba dar una respuesta lo bastante buena, para tener al colombiano bajo mi mando, y que no fuera de chismoso con los demás herederos de que me había interesado ser parte de una apuesta en la que yo misma era tan denigrada.

—Que Petrou no te corte la polla —respondí secamente —. ¿Viste lo que te hizo con solo haberme hecho enojar? Imagínate, casualmente, el demonio griego, se entera que me hiciste llorar porque me llamaste golfa barata. Solo imagínatelo. Quizás deberías dar por finalizada tu vida sexual y volverte un obispo o algo por el estilo.

Destrúyeme, cariño (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora