Capítulo 13

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Capítulo 13

CALIX

—Quiero que toda la clase salga ahora mismo. Excepto Mónica García, José Luis Acosta y Alonzo Bassi.

Mónica había mantenido la mirada gacha durante toda la clase impartida. Su supuesta mejor amiga, que apenas había conocido, la abrazaba como si estuviera consolándola.

¿Consolarla de qué?

Por supuesto que lo disfruto. La idiota astuta había disfrutado más de bien su castigo asignado. El pequeño show que tuvimos fue solo un encaramiento por sus intentos de seducción desde que nos conocimos. Siempre usando escotes. Siempre provocándome con las oraciones que pronunciaban esos labios carnosos y rojos. Esos labios que podrían hacer un magnífico trabajo en mí. Y finalmente se metió hasta lo más profundo de mis deseos. Provocó a la bestia. Por supuesto que intenté poner un alto entre los dos. Intenté mantener mi compostura y enfocarme únicamente en mi trabajo como líder de una mafia. Me recordé a mí mismo que Mónica era la hija de un futuro enemigo. Sin embargo, nada de eso funcionó en cuanto apostó por un juego que la condujo directo a las manos de su propio verdugo.

Ella se condenó a partir de este momento.

La clase desapareció, dejando únicamente a los tres que mencioné.

—¿Les gusta las apuestas? —pregunté, sentándome relajado en mi silla.

Los tres se encontraban de pie frente a mi escritorio como si realmente fueran un par de estudiantes que serán castigados.

Par de ridículos.

—¡Mónica me obligó a ser parte de todo esto! —chilló el colombiano.

Mónica le dedicó una mirada de rencor.

—Entonces, ¿quién ganó? —preguntó el italiano con su tono de voz de niño consentido y descarado.

Volví a mirar a los tres. Mónica dócil y callada. Como si le hubieran comido la lengua. El italiano aún seguía con diversión en su rostro. Por otro lado, el colombiano se estaba mordiendo las uñas. Era el que más demostraba miedo.

—Me gustan las apuestas —comenté con toda la calma del mundo —. Sobre todo, aquellas apuestas que incluyen el cuerpo de alguien más.

El colombiano volvió a chillar como una maldita niña de cuatro años.

El de la Cosa Nostra suspiró aburrido—No te lo tomes personal, profesor.

Mónica seguía con la cabeza baja, pero susurró en lo bajo:

—¿Qué nos harás?

Ladeé la cabeza, divirtiéndome con su pregunta.

—Solo deseo reprenderlos como un buen profesor.

—Quiero que sepa que lo respeto mucho y lo admiro y...

—Cierra la maldita boca —brameé hacia el colombiano, dejando al descubierto, un poco de la molestia que me estaba consumiendo —. El día de mañana mis hombres los escoltaran hasta una de mis camionetas para llevarlos al lugar donde se llevará acabo su lección. Los quiero a las 19:00 pm y mi camioneta estará ahí 19:15 pm.

—¿A dónde nos llevarás? —cuestionó caperucita roja.

Me encogí sobre mis propios hombros.

—Sorpresa.

El italiano finalmente dejó aún lado su faceta de niño descarado y dijo enfurecido. —No puedes sacarnos de este territorio neutral.

—¿No? Ya lo veremos —dije mientras recogía mi portafolio y comencé a caminar hasta la salida. Tenía tantas cosas que hacer y no iba perder más tiempo en juegos de niños y estudiantes idiotas. Estaba hasta la mierda de cualquier situación similar, sin embargo, antes de irme, les advertí: —descansen todo lo que puedan. Lo van a necesitar.

Destrúyeme, cariño (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora