Capítulo 16

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Capítulo 16

CALIX

—Necesitamos terminar lo de ayer —murmuro en su pelo mientras acaricio la tierna piel de su cintura.

Se estremece y su garganta se sacude con fuerza bajo mi agarre. Mónica se retuerce mientras su temperatura corporal aumenta de forma alarmante, y parpadea rápidamente. Miro como su pezón rosa se levanta con un breve movimiento de sus bronceadas tetas.

Mi polla se endurece aún más.

—Calix —dice, temblorosa y sin aliento. —Ayer gané. Tu perdiste. No hay nada que terminar.

Todavía no se defiende, pero empieza a forcejear un poco más. Eso no hace más que rozar mi polla con su coño, y suspiro ante el vuelco de mi estómago.

Deslizo una mano por la curva de su cintura, trazando pequeños dibujos en su piel húmeda y acariciando su pezón rosado con un golpecito. Admirar, tocar y disfrutar sus tetas se volvió una adicción. Sus rodillas se doblan y un pequeño gemido queda ahogado por mis gruñidos, pero lo oigo.

Decido poner a prueba su determinación y envuelvo su teta en mi gran mano, la cremosidad se derrama sobre mis dedos mientras un gemido se aloja en su garganta. Al pellizcar la yema y hacerla rodar con mis dedos, se tensa mientras se llena de sangre.

No estoy dispuesto a darle la oportunidad de apartarme. Tuvo la oportunidad; no voy a dejar que lo haga ahora.

—¿Si sabes cómo me dejaste? —cuestiono enfurecido— ¿Por qué siempre me dejas una erección, y luego huyes? ¿A caso eres la cenicienta versión pornográfica?

—No me culpes —protesta mientras intenta apartar mi mano, pero la sujeto con fuerza.

Su teta rebota cuando la suelto. Pero la huella roja de mi poderoso agarre permanece y no desaparece bajo mi mirada.

—No te muevas, cariño —le advierto.

Mis labios encuentran su mejilla enrojecida, besando la piel húmeda y tarareando su nombre como si fuera una vil tentación. No puedo evitar dejar que mi mano pase por su estómago tembloroso para sumergirme entre sus muslos.

Se agita y me ruega que me detenga con un grito silencioso.

Lo hago.

Me desabrochó los pantalones, y los bajo. Mi ajustado bóxer se resiste ligeramente cuando engaño el pulgar bajo el elástico. Mi mano rodea el grueso pene y lo acaricia lentamente. La circunferencia se hincha y una gota de semen se desliza por mi dedo.

No es suficiente.

—Mira, cariño —le insto con una risita gruñona, —mira hacia abajo.

Ella gime, tanto de miedo como de deseo lujurioso. Su cabeza cae, haciendo que se ahogue con mi mano cuando no afloja el agarre alrededor de su cuello. Respira con dificultad, gimiendo tan adorablemente cuando sus ojos se devoran la sucia escena.

Soy mucho más grande y alto que ella, demasiado fuerte para que pueda hacer algo más que gemir histéricamente. El semen fluye de la punta enrojecida mientras desaparece y reaparece. La enorme diferencia de tamaño entre nosotros la hace retroceder.

—Oh Dios mío... es enorme —jadea mientas un hipo ahoga su queja.

—Lo tomarás.

—¿Qué mierda dices?

—Arrodíllate —ordene—, ahora.

—¿Qué estás pensando hacer? —pregunta, esta vez, temblorosa.

—Quiero que me la chupes, caperucita roja. Quiero esos carnosos labios envolviéndome.

La agarro por los codos, evitando que se golpee contra el suelo y se haga daño en sus rodillas.

Destrúyeme, cariño (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora