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—Levántate. Es día de escuela —la voz chillona de mi hermana era insoportable de no oír. —Vamos. Sabes que tienes que levantarte temprano para ir, te toma media hora llegar a la universidad —ella tenía razón. Si no me levantaba ahora, lo lamentaría.

—Eres una bruja, —aullé somnolienta.

—Me amas por serlo —rio. Le gustaba hacerme esto, ya que ella se había graduado hace un año de la universidad. La envidiaba, porque ella ya no se mataría estudiando, ni haciendo trabajos para pasar el semestre. ¿Por qué para sobrevivir tienes que estudiar? Maldita ley que lo exige. Si yo llegara a ser presidente algún día, quitaría esa ley. ¿Pero cómo viviríamos? Ese era otro problema, bueno, cuando sea presidente lo arreglaría, porque enserio la vida no podría seguir torturando a los adolescentes. Mientras tanto, tendría que levantarme de mi adorada cama y llevar mi trasero a la regadera para quitarme el sueño.


—Comenzando la semana, —bufé —y ya la estoy odiando.

—Los lunes apestan, —arrastré mi mochila a mi hombro, mientras Emma mordía de su manzana. —Todos los lunes apestan, —le repetí.

—No creo que seas la única.

—Lo sé.

—Nunca tengo tiempo suficiente para dormir. —Me quejé.

—No dormiste por mi culpa. Lo lamento tanto, Becky. —Anoche Emma me había dejado en mi cama para dormir y ella se había ido, ya que dijo que no era conveniente quedarse a dormir después de todo, la culpa la carcomía por dentro. No pude detenerla, porque lo único en lo que pensaba era en mi cómoda cama y como babearía en ella cuando estuviera en mi quinto sueño.

Hoy en la mañana Angie me había preguntado por qué Emma no había dormido conmigo, ya que le había dicho que lo haría. Tuve que excusarme que había salido a una fiesta y que decidió irse a su casa, que quedarse conmigo. Debido a que al día siguiente iríamos a clases.

—Te he escuchado anoche disculpándote. No quiero volver hacerlo, por favor. Ya te perdoné, está olvidado.

—Gracias. Eres la mejor amiga. —Hizo que me detuviera y me abrazó.

—Hay que ir a clases. —Susurré para que me soltara. No es que no me gustara su abrazo, al contrario, me encantaba que me abrazaran, me hacían sentir como a un osito cariñoso, pero es que llegaba a la hora exacta, para entrar a la clase de psicología.

—Te veo al rato —se alejó, mientras yo entraba a mi salón.


Otro día para comenzar.

Había elegido la carrera de psicología, porque me gustaba y así podría ayudar a las personas que necesitaban de mí.

—Entonces...—me quedé mirando mi torta medio mordida. No tenía tantas ganas de comer. Seguía un poco desvelada, por lo de anoche. —¿Cómo conociste a Ribón? —preguntó Fredy.

—Mmm... —pensé por un momento —él me sacó de allí, de que la policía me detuviera. Me dijo que me vio y quiso ayudarme. Debería parecer una niña llorando, cuando pierde a su mamá en la feria, para que se detuviera ayudarme. —Seguí mirando mi torta con melancolía. Pobrecita, hoy no sería comida. Tenía suerte de que mi estómago estuviera delicado, porque la comida nunca se escapa de mí. Las que tienen suerte salen huyendo.

—¿Y eso es todo? —levanté la vista. Fredy tenía alzadas las cejas pidiendo más información.

—Eso es todo. Cuando Emma me llamó, estaba en su auto e íbamos a la fiesta de Jaden.

Randy (Trilogía La Apuesta I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora