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Randy se había tomado enserio lo de la apuesta, ya que a la mañana siguiente, ya estaba en la puerta de mi casa, para llevarme a la universidad. Tanto, que había cambiado la moto que tanto amaba, por una camioneta negra.

—No iré contigo a ningún lado. —Aseguré.

—Claro que lo harás. Anoche lo hablamos cuando estuviste de acuerdo en que te conquistara, y esto forma parte de mi plan.

—No.

—Si.

—No.

—Si. Y ahora sube a la camioneta o si no te subiré a la fuerza. —Tenía la puerta abierta para mí. Pero no entraría.

—No me puedes obligar a hacer algo que no quiero. —Desafíe.

—Becky, si quieres ganar esta apuesta. Será mejor que lo hagas más rápido y así terminaremos con esto.

Medité sus palabras. Tenía razón.

Subí a regañadientes a la camioneta y me ayudó con las muletas.

—¿Vendrás todos los días por mí? —le pregunté cuando subió a la camioneta y se puso unas gafas negras.

—Sí, —sonrió.

—No lo puedes negar. Él es perfecto para novio y te gusta.

—No es mi novio y no me gusta. —Dije harta de que Emma estuviera dando lata con el tema.

—Como tú digas. —Se encogió de hombros.

—Hola, hermosas. —Saludó Fredy.

—Hola, Fredy ¿Qué tal el día? —le pregunté.

—Bien, pero estoy aquí, para saber de ti. Por ahí andan diciendo que bajaste de la camioneta de Randy Johnson, ¿Es verdad?

—Si.

—¿Es tu novio?

—No.

—¡Ves! Hasta Fredy se da cuenta. —Dijo Emma.

—Son amigos con derechos. —Concluyó.

—¡No! No somos nada. Solo se ofreció a traerme a la escuela, eso es todo. —Estaba molesta. Primero Emma, ahora Fredy.

—Vamos Becky, estas en confianza. Cuéntanos que traes con Randy. —Sonrió tratando de dar un aspecto más confiado.

—No les contaré nada, porque no hay nada con él. —Me adelanté a mi siguiente clase todo lo que podía hacer con las muletas, dejándolos solos a los dos.

No estaba de humor, como para que Randy fuera a buscarme también a la universidad. Yo siempre me iba con Emma a casa. Pero él me dio su discurso de entre más cooperara, más terminaríamos con esto. Y no les contaría a mis amigos de la tonta apuesta que me engatusó para hacer con él. Quedaría como una idiota, enfrente de ellos.

—¿A dónde vamos? —le pregunté, al ver que no tomaba el camino a mi casa.

—A comer.

—No tengo hambre.

—La tendrás.

—No tengo hambre, ya te dije. ¿O también me vas a obligar a comer? —lo fulminé con la mirada.

Se estacionó a un lado de la carretera. Se quitó las gafas y me miró.

—Becky. Si no pones de tu parte, esto no va funcionar.

—No quiero que funcione. —Crucé mis brazos, como si fuera mi defensa.

—Ambos estuvimos de acuerdo en esto.

—Tú me obligaste a hacerlo.

—No, no te obligué a nada.

—Claro que lo hiciste. —Se pasó una mano por el pelo alborotándolo. —Las circunstancias me hicieron aceptar tus términos, por tu acoso.

—Yo no te acoso. —Sonrió, ya se había tardado en sonreír. —Solo hago esto, porque quiero probar un punto.

—¿Cuál?

—Si eres la única que no se cae rendida a mis encantos.

—No lo haré.

—Entonces pruébamelo. Solo un mes, ya lo habíamos acordado.

—No tengo que probarte nada. —Repliqué.

—Entonces seguiré creyendo que estás enamorada de mí en secreto y no lo quieres admitir. —Su mirada brilló de diversión cuando me miró, no pude apartar la vista porque me tenía cautiva en ellos. Menuda estúpida era yo.

No tenía que probarle nada, pero a la vez lo quería hacer. Si quería que él se alejara de mi vida tendría que ser así. No había otra forma.

Si él estaba comenzando a mostrar sus cartas, yo también lo haría.

—Está bien. Vamos hacerlo. Llévame a comer, ya me dio apetito. —Me volví mandona.

Sonrió y volvió a la carretera con los demás autos.

Esto sería una batalla entre ambos, para ganar.

Habría lastimados en su paso, y solo uno podría ganar.

Solo esperaba que fuera yo.

Randy (Trilogía La Apuesta I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora