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—¿Cómo se te ocurre avergonzarme delante de un desconocido anoche? —casi le grité a Angie. Pero todavía seguía enojada con ella. Anoche no quise reclamarle, porque estaba cansada, pero hoy sí que lo haría.

—Por eso estabas tan callada cuando Jamie nos trajo anoche. —Reflexionó —Es raro que tu alguna vez estés callada y más cuando hablas de tus libros.

—No te voy a perdonar que me hayas hecho eso.

—Becky. Tú fuiste la que inventaste semejante cosa, al menos me hubieras avisado de lo que le habías dicho a Randy y así hubiera sabido antes de hablar.

—Si te lo hubiera dicho, te ibas a reír en mi cara.

—Eso no es cierto.

—Oh, claro que lo es y además ¿que no sabías la señal? Cuando una persona desconocida dice algo que tú no sabías de tu hermana u amiga, tú sabes que deberías seguir la corriente. Luego ella o él te lo explicarían.

Así funcionaba siempre. ¿Acaso ella no lo sabía?

—Pues lamento decirte que no vi la señal, —hizo comillas con sus dedos. —Enserio lamento lo de anoche, pero ten en cuenta que es un desconocido. No lo volverás a ver.

—¿Y si vive en el pueblo?

—Porque si vivió aquí todo este tiempo y no lo vimos ¿Cómo lo haríamos ahora? No creo que lo volvamos a ver. Relájate.

Por una vez en la vida le hice caso a mi hermana. Ella tenía razón, si no conocimos a Randy todo este tiempo que hemos vivido en el pueblo hasta anoche ¿por qué lo haríamos ahora? Tal vez vino a visitar a algún familiar y se iría tan pronto que no lo recordaría.

—Cambiando de tema —dije al escuchar mi estómago gruñir.

—¡Aleluya!

—¿Qué haremos hoy de cenar? Nuestros padres llegan dentro de dos semanas.

—¿Lasaña?

—No. Ya estoy harta de la lasaña que cocinas ¿no sabes hacer otra cosa? —habíamos estado cenando lasaña por una semana. Y estaba asqueada de probar otro pedazo de ello, solo muerta la volvería a probar.

—Es lo único que sé hacer —se encogió de hombros.

Nos quedamos pensando en la cena. Angie ni yo éramos muy buenas en la cocina. Nuestra madre nunca nos enseñó a cocinar más que lasaña y otras cosas básicas, naturalmente ella viajaba mucho con papá y casi no cenaban en casa, y cuando lo hacían contrataban a alguien para que cocinara. La nana que teníamos, era la que cocinaba para nosotras, cuando ellos no se encontraban. Pero desgraciadamente, Grace había muerto ya hace unos meses. Y nunca supimos sus recetas ni secretos para la cocina, ya que ni mi hermana ni yo mostramos interés. Casi no nos gustaba cocinar ni nos llamaba la atención, pero ahora era obligatorio ya que con base a ello sobrevivíamos.

Así que aquí estábamos pensando en qué cocinar.

—La nana se llevó las recetas a la tumba —susurró Angie.

—¿Será que las enterraron con ella? Digo, podemos ir a buscarlos.

—¿Al cementerio? —preguntó. Asentí —¿estás loca?

—La locura nace del vacío que mi estómago tiene. —Unos Segundos se instalaron en la sala, solo se escuchaban los gruñidos que mi estómago me pedía a gritos de comer.

—¿Será que las tenga en la tumba? —preguntó después del silencio. La miré abriendo los ojos.

—No me mires así.

Randy (Trilogía La Apuesta I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora