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—Solo accedí a que me llevaras a casa porque no quería que volvieran a pelear, pero no vamos ir a casa. —Miguel me miró frunciendo el ceño, así que le aclaré: —Vamos a hablar, necesito que me aclares muchas dudas.

—Conozco un lugar donde podemos hablar tranquilos. —Giró el volante hacia otra dirección. Dejé que me guiara a donde fuera que nos llevara mi auto.

Cuando dije que me llevara a donde quisiera que fuéramos, no creí que me traería a un lago a estas horas de la noche. —Bonito lugar, —todo estaba en silencio y una luna llena se extendía en el cielo nocturno, dando una hermosa vista al lago.

—Bajémonos. —Abrió su puerta y yo hice lo mismo. Caminó hasta un pequeño puente de madera para llegar al lago, lo seguí.

En mis libros se podían narrar este tipo de lugares, pero jamás había visto uno con mis propios ojos, parecían ser irreales. Y yo tenía el placer de poder disfrutarlo.

Miguel se quitó los zapatos y pensé que se quitaría la ropa para meterse al agua, pero solo se inclinó hacia abajo y se sentó. —¿Qué no piensas venir? —me acerqué hasta él e hice lo mismo, haciendo que mis pies se relajaran, esto era la gloria.

—Lamento lo de hoy, te invité a que subieras conmigo al auto y mira lo que pasó, —se disculpó. Su voz mostraba lo mal que se sentía. —Sabía que este tipo de cosas pasan en las carreras, pero nunca me tocó lidiar con Darío. Randy, tiene razón. Soy un idiota, por dejar que casi te maten, en esa carrera.

—No es tu culpa, al contrario, es la de Darío. Tú no sabías que justo hoy, él te iba a atacar. Y no eres un idiota, Randy lo es. —Traté de aliviar su frustración y culpa, no funcionó.

—Pero cuando giramos en el auto vi tus ojos de terror, perdóname por eso.

—Bueno en eso tiene razón, pensé que moriría.

—Y no te olvides de cuando le regresaste el golpe a Darío, eso si no me gustó. —Bromee, pero se lo tomó más en serio que como broma. —Miguel, sé que ninguno de los dos supo manejar bien la situación y te confieso que me asusté mucho, que creí que moriría, pero ambos somos responsables de lo que pasó hoy. —Me miró a los ojos, —Yo accedí a correr contigo. Dejemos que esto no intervenga con nuestra amistad, —sus hombros se relajaron.

—¿Entonces me perdonas? —le di una sonrisa tímida.

—Claro que te perdono. Pero no pienses que me volveré a subir a tu auto para una carrera. —Eso era seguro, porque no quería volver a sufrir un ataque como este de nuevo.

Asintió y me dio un medio abrazo. —Gracias, Becky. —Volvió a su lugar, —¿Sabes que él me dejó ganar por ti? —me miró, para saber cómo reaccionaba, pero no me inmuté.

—Lo sé. —Lo supe cuando vio mi mirada de miedo y estaba llorando, lo había hecho por mí, para que terminara de sufrir. Pero no era suficiente. Ojalá eso curara mi corazón, pero no es así.

Unos segundos después le pregunté algo, que esperaba y me contestara con la verdad. —¿Por qué cuando estabas golpeándote con él, dijiste sobre algo de chismes de mí? ¿A qué te refieres con eso? ¿Hay alguien hablando mal de mí en las carreras? ¿Qué dijo Randy? —eran demasiadas preguntas, pero todas tenía algo en común; a mí. Algo se decía de mí y quería saber que era, si era bueno o malo.

Miguel se quedó mirando hacia al lago por varios segundos más, hasta que respondió. —No es nada interesante, solo lo dije por decir. —Respondió, no le creía ninguna palabra.

—Mientes, dímelo. Si quieres que en verdad te perdone lo de hoy, dímelo. —Si quería salvar nuestra amistad tenía que probarlo.

—Los chismes son sobre qué te acostaste con él. —Al momento que lo escuché decir, mi respiración se estancó en mi garganta.

Randy (Trilogía La Apuesta I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora