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Después de un buen rato de que los invitados ya conocidos me felicitaran por mi cumpleaños número diecinueve, tuve el tiempo para darle las gracias a mi hermana y Emma, por todo lo que habían hecho esta noche por mí.

—¡Feliz cumpleaños! —la voz de Fredy completó mi felicidad. Era la persona que faltaba. Me giré para encontrar a un chico que no parecía mucho a mi amigo.

—¿Eres tú? —pregunté confusa, Fredy llevaba puesto unos vaqueros a la medida con una camisa negra y no traía los lentes lo que me sorprendió más. Siempre los llevaba consigo, por el problema con la vista que tenía.

Me envolvió en un abrazo cariñoso y olí su colonia de macho alpha, también la había cambiado. —¿Qué pasó con mi amigo? —sonreí.

—Decidí cambiar un poco mi apariencia, desde hoy. —Sonrío coqueto y miró hacia Emma. Rayos, sino hubiera sabido que es mi mejor amigo, me hubiera enganchado con él. Algo estaba pasando aquí y creo que todo era debido a Emma.

—Ten, es para ti. —Me tendió una bolsa de regalo, le di las gracias.

—¿Y tus lentes? Los necesitas ¿Qué hiciste con ellos?

—No estoy ciego. Solo los cambié por unos lentes de contacto, —informó —Pero aquí entre nos, —bajó la voz acercándose a mi oído, para que solo yo escuchara lo que me diría. —Son tan incómodos traerlos, que a veces quiero arrancarme los ojos —ríe y me uno a él. Me gustaba el nuevo Fredy, pero no había dejado atrás al antiguo.

—¿Qué te parece si mientras subo a dejar tu regalo a mi habitación, conversas con Emma? —llamé a Emma y le dije que hablaran. Una muy buena cruzada, le guiñé a Fredy y subí las escaleras.

Entré a mi habitación y sobre la cama puse mi regalo con los demás. La montaña de regalos abarcaba toda mi cama, sin espacio para dormir en ella. Salí de nuevo a la sala a disfrutar mi fiesta, cuando el cuerpo de Miguel apareció ante mis ojos.

—¡Feliz cumpleaños! —yo me quedé sorprendida, como para escuchar lo que me había dicho, hasta que salí de mi estupor.

—¿Miguel? ¿Qué haces aquí? —No quería ser grosera, pero de todos los lugares, jamás creí encontrármelo en mi fiesta de cumpleaños.

—Estoy bien, gracias. ¿Y tú? —Sonrío. Me sonrojé.

—Disculpa, no era mi intención sonar mal educada. Pero me sorprende verte aquí esta noche —rectifiqué.

—Tu amiga me invitó, —aclaró.

Alcé las cejas. —¿Emma te invitó? —pregunté atónita.

Sonrió. —Sí, lo hizo. Dijo que te iba gustar verme en la fiesta, pero ahora lo estoy dudando. —una de sus comisuras se elevó hacia arriba, en una leve sonrisa.

—Claro, que me gusta verte aquí. —Me acerqué a él y lo abracé, para que se diera cuenta que me gustaba tener su presencia aquí. —Gracias por venir, —me separé de él y delante de mí puso una cadena que destellaba un brillo despampanante.

—¿Qué es? —le pregunté. Parecía una estrella.

—Una cadena y un regalo de cumpleaños, —abrí la boca para decir algo, pero me interrumpió. —Date la vuelta. —Hice lo que me pidió y sus manos tocaron mi piel cuando colocó la cadena y la abrochó detrás de mí nuca.

Me di la vuelta para mirarlo, pero miré primero la cadena. Era un pequeño círculo plano de oro que tenía inscrito mi nombre. —Gracias, —dije conteniendo la felicidad. Esta noche me habían dado tantos regalos hermosos, que eran invaluables y significaban mucho para mí.

Randy (Trilogía La Apuesta I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora