Llegaba tarde al autobús. La noche anterior me habían advertido que ibamos a madrugar, que tenía que dormir bien, pero mis nervios me habían mantenido despierto. Este viaje era importante para mi, porque no era una simple escapada a la playa con mis amigos; representaba el cierre de una etapa en mi vida, tanto académica como personal. Desde hacía seis meses, cuando Adrián y yo pusimos fin a nuestra relación, no había habido un solo día en que su recuerdo no rondara por la cabeza. Las preguntas se dabanvueltas en mi cabeza: ¿Por qué se fue? ¿No fui suficiente para él? Aquellas inquietudes me habían acompañado desde entonces, y aunque mis amigas estaban ya cansadas de escucharme, yo mismo estaba agotado de darle vueltas al mismo tema.
Deprisa, recogí mis maletas y corrí hacia el autobús, donde todos me esperaban, para sorpresa de nadie.
—¿Dónde coño estabas? —me preguntó Ruslana, con el ceño fruncido.
—Me he quedado dormido, lo siento —respondí, sofocado.
—Hemos estado a punto de irnos sin ti, Juan José —replicó ella mientras subía al autobús, dejándome con una mezcla de alivio y culpa.
La emoción se notaba en el ambiente. Mis amigos del pueblo y yo habíamos esperado este viaje desde el inicio del año, una semana en la playa, lejos de todo y de todos.
Nos esperaban cinco largas horas de viaje hasta Tarragona. Mi compañera de asiento, optó por dormirse al minurto de montarnos al bus en vez de hacerme compañía. Sin más opción, me coloqué los auriculares y permití que la música me envolviera, cayendo también en un sueño profundo. Al despertar, ya estábamos entrando en Tarragona, y en mis oídos resonaban las notas de "Nuevo Verano" de Amaia. Una sensación de tranquilidad me invadió mientras observaba el paisaje deslizándose por la ventana. Intuí, sin saber exactamente por qué, que este viaje sería distinto.
Poco después, llegamos al apartamento. El casero, un hombre de pocas palabras, nos entregó las llaves y mencionó el número del piso: 234. Ese número resonaba en mi mente mientras subíamos en el ascensor. "Qué numero tan bonito", pensé, aunque esos pensamientos fueron rápidamente interrumpidos por Bea.
—Creo que deberíamos dividirnos entre fumadores y no fumadores, así es más fácil para todos —sugirió, en el pequeño y abarrotado espacio del ascensor.
—Entonces, Juanjo contigo y Álvaro conmigo —dijo Ruslana con naturalidad.
—¿Ya no fumas, Juanjo? —me preguntó Álvaro, con una mezcla de sorpresa y aprobación.
—Lo he dejado. No podía seguir así —respondí con firmeza.
—Me parece una genial, así evitamos peleas por las habitaciones, y tú retomas la vida sana —dijo él, esbozando una sonrisa.
Aquella frase, "retomas la vida sana", resonó en mi mente. Había empezado a fumar al cuando empecé mi relación con Adrián, hacía ya dos años. Aquellas palabras me llevaron a un lugar en mi memoria que casi había olvidado: un tiempo antes de él, un yo anterior a él, que parecía perdido en las sombras del pasado. Pero mis reflexiones se vieron interrumpidas de nuevo por Bea.
—¿Qué cama prefieres, cariño? —preguntó con dulzura, volviendo a la realidad del presente.
—La que menos te moleste —respondí, aún un poco sumido en mis pensamientos.
—Ya verás cómo todo saldrá bien. Este viaje te hará bien —afirmó, mientras comenzaba a deshacer su maleta con la eficiencia de quien busca ordenar también el desorden interno.
No respondí, inmerso en mis pensamientos. Mis amigas, pese a estar un poco hartas de escucharme hablar del mismo tema, me apoyaban de un modo que no podía más que agradecer en silencio.
después de deshacer las maletas, nos dirigimos al supermercado más cercano. Compramos una cantidad considerable de provisiones, ya que Bea estaba decidida a no permitir que nos alimentáramos únicamente de pasta y salchichas Frankfurt durante toda la semana, y todos estuvimos de acuerdo en evitar un destino de indigestión.
De regreso al apartamento, Álvaro se detuvo en seco frente a una máquina recreativa que, en un primer vistazo, me resultó indescifrable.
—¡CHICOS, TENEIS HACER ESTO! —gritó Álvaro desde el otro lado de la calle, con una urgencia que nos hizo detenernos.
Bea y yo, que íbamos un poco más adelantados, nos acercamos intrigados. Nos encontramos frente a una máquina que, según Álvaro, "leía el futuro". Se trataba de un artilugio con un robot en su interior, sentado ante una mesa con una bola de cristal; si metías una moneda, expulsaba un papelito que pretendía adivinar tu futuro.
—Vamos, Juanjo, ¡anímate! —me insistió Álvaro, su entusiasmo contagioso.
Sin estar muy seguro, introduje una moneda de un euro en la máquina. No esperaba gran cosa de la experiencia, pero la fascinación de Álvaro por esas trivialidades siempre despertaba en mí mucha curiosidad. Lo que no esperaba era la extraña sensación que me invadió al leer el papel que salió de la máquina.
"El viaje que estás a punto de emprender será un antes y un después en tu vida. Durante esta aventura, descubrirás no solo lugares nuevos, sino también emociones intensas que cambiarán tu manera de ver el mundo. Será un viaje inolvidable, lleno de momentos que atesorarás para siempre.
Vienes de una una separación dolorosa. Esta ruptura marca una transición importante en tu vida, pero no será el final de tu historia. Este viaje viene con varias sorpresas, conocerás a alguien que traerá de nuevo la luz a tu corazón. Esta nueva persona te hará sentir una felicidad que pensabas haber perdido.
Pero debes tener cuidado. Aunque esta nueva relación te brindará alegría, también es importante que no pierdas de vista lo que has aprendido. Mantén tu intuición aguda y no dejes que las emociones te nublen el juicio. Si lo haces, estarás en el camino hacia una vida plena y satisfactoria."
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Hola amores! Bienvenid@s a esta historiaaa, estoy super emocionada de empezar esta historia por muchisimas razones, porque adoro escribir y me encantaría mejorar y porque esta historia está basada en hechos realesssss. Espero que la disfruteis mucho, yo la escribo para desahogarme y para hacer algo lo que queda de verano. ¿Que os está pareciendo? Os leo <3
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...