A los días de volver, nos reunimos en uno de nuestros bares de siempre en Zaragoza. Era un sitio pequeño, con mesas de madera gastadas y una iluminación cálida que hacía que todo se sintiera más cercano, más íntimo. Ruslana, Bea, Álvaro y yo estábamos sentados alrededor de una mesa, con nuestros vasos llenos y las conversaciones fluyendo. La música de fondo apenas se escuchaba entre las voces de los demás clientes, pero yo estaba en mi propio mundo, distraído.
—Vale, Juanjo, cuenta ya —dijo Bea, dándome un leve codazo—. No te quitas esa sonrisa tonta de la cara desde que llegamos.
Sonreí, sin poder evitarlo. Sabía a qué se refería. Desde que volví de la playa, Martin y yo no habíamos dejado de hablar. Mensajes a todas horas, fotos, hasta videollamadas cortas en las que simplemente nos mirábamos sin decir mucho. La distancia seguía ahí, pero cada conversación me hacía sentir que estaba un poco más cerca.
—Es que... bueno, llevo hablando con Martin todo el rato. —Bebí un sorbo de mi vaso, como si eso me diera algo de tiempo para ordenar mis pensamientos—. Y le echo de menos, más de lo que pensaba que iba a echarle de menos.
Ruslana levantó una ceja, claramente divertida con mi tono de voz.
—Ya se te nota —dijo, mientras jugaba con la pajita de su bebida—. Pero, ¿qué vais a hacer? Porque Bilbao no está precisamente a la vuelta de la esquina.
Suspiré, apoyando los codos en la mesa. Esa era la parte difícil. Habíamos estado hablando de vernos de nuevo, aunque huiesen pasado solo 3 días desde la última vez que nos vimos, estabamos deseando vernos desde entonces.
—No lo sé... Hemos hablado de vernos pronto, pero aún no tenemos nada claro —admití, pasando una mano por el cabello, algo frustrado.
Álvaro, que hasta ahora había estado escuchando en silencio, de repente se animó. Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con esa chispa que solo tiene cuando se le ocurre algo que sabe que será un lío, pero uno divertido.
—¿Y por qué no nos vamos un fin de semana a Madrid? —dijo, sonriendo de oreja a oreja—. Así os veis allí, no es ni Zaragoza ni Bilbao, y nosotros de paso nos pegamos una buena fiesta. Todos ganamos.
Bea soltó una carcajada, dándole un golpe en el hombro a Álvaro.
—Siempre pensando en la fiesta tú —bromeó, pero se notaba que la idea le hacía gracia.
Yo me quedé un momento en silencio, dándole vueltas a la idea. No sonaba tan mal, en realidad. Un fin de semana en Madrid, sin tanta presión. Podría ver a Martin, pasar tiempo con mis amigos, y tener ese espacio que necesitábamos para estar juntos de nuevo sin complicaciones.
—No es una mala idea —dije, cogiendo el móvil del bolsillo—. Le voy a escribir a ver qué dice.
Los demás me miraron expectantes mientras abría la conversación con Martin. Mis dedos volaban por la pantalla, escribiendo rápido:
"Oye, ¿qué te parecería si nos viéramos en Madrid este finde? Mis amigos y yo estamos pensando en ir, podríamos pasar un par de días juntos."
Le di a enviar y dejé el móvil sobre la mesa, el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Siempre me pasaba cuando hablaba con él, como si cada palabra suya pudiera cambiar algo. Mientras esperábamos la respuesta, Álvaro seguía hablando de posibles planes, lugares donde podíamos ir de fiesta, qué podíamos hacer durante el día, pero yo apenas le escuchaba, mirando de reojo mi teléfono.
Vibró apenas un par de minutos después. Lo cogí rápido, y al leer el mensaje, una sonrisa enorme se me dibujó en la cara.
"Me encanta la idea. Ya estoy cogiendo los billetes para este finde. Nos vemos en Madrid."
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...