fourth of july - sufjan steavens

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Salí del bar en silencio, la cabeza me daba vueltas. Las luces de las farolas pasaban borrosas mientras caminaba de vuelta a casa. No había hablado con nadie después de lo que pasó con Adrián. Simplemente me fui, incapaz de quedarme un segundo más en ese lugar.

Sentía el pecho apretado, como si una mano invisible me estuviera estrujando el corazón. Todo lo que Adrián me había dicho resonaba en mi cabeza, haciéndome cuestionar todo. Cada paso que daba hacia casa se sentía más pesado que el anterior. Mi respiración empezaba a agitarse, notaba la ansiedad escalando rápidamente.

Llegué a la puerta de mi piso, pero no podía entrar. Necesitaba hablar con alguien que no estuviera allí. Alguien que entendiera, que pudiera escucharme sin juzgar.

Saqué el móvil con las manos temblorosas y marqué el número de Martin. El tono sonaba una y otra vez, mientras mi corazón latía con fuerza en los oídos. Por un momento pensé que no contestaría, pero justo cuando estaba a punto de colgar, escuché su voz.

—¿Juanjo? —dijo, sonando preocupado de inmediato—. ¿Estás bien?

Las palabras se me atragantaron en la garganta y, de repente, empecé a llorar. No era solo por lo que había pasado con Adrián, sino por todo. Todo lo que había acumulado en mi cabeza durante tanto tiempo explotó de golpe.

—No... no estoy bien, Martin —logré decir entre sollozos, mi respiración entrecortada—. Lo he visto... a Adrián, y... y me ha dicho tantas cosas. Me empujó... Y ahora no sé qué pensar. No sé si soy suficiente para ti. No sé si puedo...

No pude terminar la frase. Sentí cómo la ansiedad me estaba consumiendo, mi cuerpo temblaba, y el aire no llegaba a mis pulmones como debía.

—Juanjo, escucha —Martin me interrumpió con un tono firme, pero lleno de cariño—. Respira conmigo, ¿vale? Tranquilo. Estoy aquí. Respira.

Cerré los ojos e intenté concentrarme en su voz. Inhalé profundamente, pero aún me costaba controlar la respiración. Martin seguía hablándome, guiándome, intentando calmarme.

—No tienes que pensar en lo que te ha dicho, ¿me oyes? No tienes que cargar con eso. Lo que tú y yo tenemos es real, lo que sientes es real. Todo va a estar bien. Solo quiero que estés tranquilo ahora.

Sus palabras me llegaban como un bálsamo, aunque las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas.

—No sé qué hacer, Martin... Me duele todo esto. Todo lo que me ha dicho... —mi voz se rompía mientras intentaba explicarme.

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea, luego Martin habló con una determinación que no había escuchado en él antes.

—Voy a coger un tren mañana, Juanjo. Voy a Zaragoza. No quiero que pases esto solo. ¿Vale? Mañana estaré contigo.

—¿Qué? No... no tienes que hacer eso... —intenté protestar, pero en el fondo, su propuesta era lo único que deseaba escuchar.

—Sí, sí que tengo que hacerlo. Porque te quiero. Porque no voy a dejar que pases esto solo. Voy a estar contigo mañana, te lo prometo.

Escuchar esas palabras me hizo sentir un alivio inmediato. Aunque la ansiedad seguía ahí, aunque el miedo no se había ido por completo, saber que Martin estaría conmigo me dio la fuerza para aguantar un poco más.

—Gracias... —susurré, sin saber qué más decir.

—No tienes que darme las gracias. Mañana hablamos en persona, ¿vale? Intenta descansar esta noche. Estoy contigo, aunque sea desde lejos.

Nos quedamos en silencio unos segundos más, y aunque no estaba del todo bien, al menos ahora sabía que mañana no estaría solo. Que Martin vendría.

Me desperté al día siguiente con un dolor de cabeza intenso, la típica resaca de esas que te aplastan el ánimo y te hacen sentir como si hubieras pasado una noche luchando contra un camión. El sol entraba por las cortinas y ya era pasado el mediodía, lo notaba por la claridad que llenaba la habitación. Me estiré en la cama, tratando de procesar dónde estaba y qué había pasado anoche.

we can't be friendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora