el amor - confeti de odio

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Cuando llegamos al piso, la tensión entre nosotros era casi palpable. Aunque habíamos estado tonteando toda la noche, ahora que estábamos solos, todo parecía cargado de un significado más profundo. Martin cerró la puerta con un suave clic, y el sonido resonó en el silencio, amplificando la electricidad en el aire. Nos miramos por un instante, como si ambos supiéramos que lo que estaba a punto de suceder era inevitable.

Sin decir una palabra, me acerqué a él, y en un movimiento decidido, nuestros labios se encontraron. Fue un beso hambriento, cargado de todo lo que habíamos estado conteniendo durante la noche. No había espacio para dudas o vacilaciones; solo la necesidad urgente de sentirnos el uno al otro. Su boca se movía contra la mía con una intensidad que me hizo perder el aliento. Era como si hubiéramos estado esperando este momento desde siempre.

Mis manos encontraron su camino hacia su cuello, atrayéndolo más cerca mientras sentía su cuerpo apretarse contra el mío. Cada beso se volvía más profundo, más desesperado, como si quisiéramos devorarnos el uno al otro. Martin dejó escapar un gemido suave cuando mordí su labio inferior, y eso solo me incitó a ir más lejos. Lo empujé contra la pared, mis manos recorriendo su pecho mientras nuestros labios seguían conectados, explorándonos con una intensidad febril.

-Te he deseado toda la noche,- murmuré contra su boca, sin poder contenerme.

-Y yo a ti,- respondió, sus palabras entrecortadas por la necesidad de respirar entre beso y beso.

Nos movimos juntos hacia el sofá, aunque apenas podía recordar cómo habíamos llegado allí. Me dejé caer sobre los cojines, llevándome a Martin conmigo, y en un instante, él estaba sobre mí, sus labios nunca dejando los míos. Sentí su peso contra mi cuerpo, su calor envolviéndome, y me aferré a él como si fuera mi única ancla en medio de una tormenta.

Cada beso era más feroz que el anterior, nuestras lenguas entrelazándose en un ritmo desesperado. Sus manos viajaron por mi cuerpo, explorando cada centímetro, y cada toque enviaba una oleada de deseo por mi espina dorsal. Me aferré a su camisa, tirando de él más cerca, como si no pudiera soportar ni un milímetro de distancia entre nosotros.

Martin se apartó solo un segundo, sus ojos fijos en los míos, cargados de deseo. No dijo nada; no hacía falta. Sus labios volvieron a los míos con una urgencia renovada, como si el tiempo estuviera corriendo en nuestra contra. Le respondí con la misma intensidad, mis manos enredadas en su cabello, tirando suavemente para sentir su reacción.

Nos movimos en sincronía perfecta, como si hubiéramos hecho esto miles de veces antes. El beso se volvió más duro, más frenético, y la sensación de su lengua contra la mía me hacía perder la cabeza. Mis dedos se deslizaron por su espalda, aferrándome a él con fuerza, deseando más, necesitando más.

Finalmente, rompimos el beso, ambos jadeando pesadamente, pero nuestros ojos seguían conectados, la tensión aún latente en el aire. Martin se inclinó hacia adelante, su aliento caliente contra mi cuello antes de comenzar a besarme allí, su boca trazando un camino ardiente por mi piel. Solté un suspiro involuntario, sintiendo cómo todo mi cuerpo reaccionaba a él, a la manera en que me hacía sentir, a la conexión que habíamos desatado.

-Esto es... increíble,- susurró contra mi cuello, su voz entrecortada.

-No pares,- le respondí, mi voz apenas un susurro.

Y no lo hizo. Sus labios volvieron a los míos, y nos dejamos llevar por la intensidad del momento, besándonos una y otra vez, cada beso más apasionado que el anterior, hasta que ambos estuvimos completamente perdidos en el uno al otro. El mundo exterior dejó de existir; solo quedábamos Martin y yo, entregándonos a algo que ambos habíamos deseado desde el primer momento.

we can't be friendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora