Quedará en nuestra mente - Diamante Negro

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El tren avanzaba con su traqueteo monótono mientras yo miraba por la ventana, viendo cómo el paisaje se desdibujaba ante mis ojos. No había parado de darle vueltas a la cabeza durante todo el viaje. Llevábamos una semana hablando todos los días, pero aun así, algo seguía incomodándome. Quizás era la distancia, o tal vez era el miedo de que algo entre nosotros hubiera cambiado. Aunque su mensaje pidiendo disculpas me había calmado, todavía tenía la sensación de que no había dicho todo lo que sentía.

Cuando el tren llegó finalmente a Bilbao, mi corazón empezó a latir más rápido. Me bajé con prisas y comencé a caminar por el andén, buscándolo entre la multitud. Y allí estaba, de pie, esperándome con una sonrisa suave y las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Al verlo, me invadió una mezcla de alivio y nervios.-

-¡Martin!-, lo llamé mientras me acercaba rápidamente.

Él sonrió más amplio y, sin decir nada, me abrazó fuerte. Sentí su calor, su familiaridad, y durante unos segundos, todo lo que había estado pesando en mi mente se desvaneció.

-Te he echado de menos-, susurré contra su cuello, sin soltarlo.

-Yo también-, respondió él con un tono suave, como si estuviera guardando algo más. 

Luego, se apartó un poco y me besó, un beso tranquilo, de esos que transmiten más de lo que las palabras pueden decir.

Después de un rato, rompimos el abrazo, pero nos quedamos unos segundos más mirándonos, como si tratáramos de reconectar tras el tiempo que habíamos pasado separados.

-Vamos a tu casa, ¿no?-, sugerí, sintiendo que necesitaba estar a solas con él, hablar y simplemente pasar tiempo juntos sin prisas.

Asintió y comenzamos a caminar por las calles de Bilbao. La ciudad estaba viva, pero a nuestro alrededor, todo se sentía tranquilo. Hablábamos de cosas triviales, el clima, la universidad, como si ambos necesitáramos recuperar el ritmo de nuestra relación. Pero a pesar de la conversación ligera, podía sentir una tensión bajo la superficie, como si ambos estuviéramos evitando algo.

Cuando llegamos a su casa, Martin me llevó hasta su habitación. Cerró la puerta tras de sí, y me senté en el borde de la cama mientras él se quedaba de pie unos segundos, mirándome. Parecía estar buscando las palabras correctas, pero en lugar de hablar, se acercó y se sentó a mi lado.

-Me alegra que estés aquí-, dijo, rompiendo el silencio, y sentí su mano deslizarse por la mía, entrelazando nuestros dedos.

-Yo también me alegro de estar aquí-, le respondí. -Te he echado mucho de menos.

Nos quedamos así, sentados juntos en su habitación, sin necesidad de decir mucho más. A veces, el simple hecho de estar cerca era suficiente. El silencio entre nosotros era cómodo, pero sabía que tarde o temprano tendríamos que hablar de todo lo que había quedado pendiente. Sin embargo, en ese momento, decidí disfrutar del reencuentro, del estar juntos de nuevo.

Nos quedamos en silencio unos minutos, simplemente disfrutando de estar juntos de nuevo. Después de un rato, Martin se levantó y fue hacia la estantería, donde tenía algunos DVDs y películas. Sonrió de lado mientras pasaba los dedos por las carátulas.

-¿Te apetece ver una peli?-, me preguntó, con ese tono suave que siempre usaba cuando estaba relajado.

Asentí, sonriendo, y lo vi escoger Cómo entrenar a tu dragón. Al ver la portada, solté una pequeña carcajada.

-Esta me encanta-, dije, sin poder evitarlo. Era una de esas películas que te hacen sentir bien, que te llenan de nostalgia y te hacen olvidar los problemas por un rato.

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⏰ Última actualización: Sep 22 ⏰

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