Eran las 21:30 en punto cuando escuché un suave golpeteo en la puerta de mi apartamento. Mi corazón dio un brinco, y con una mezcla de expectación y nervios, me dirigí hacia la puerta. Al abrirla, ahí estaba Martin, con una sonrisa que me hizo olvidar cualquier resto de cansancio o duda que pudiera haber tenido. Llevaba una bolsa del McDonald's en la mano, el logo amarillo y rojo asomando por el borde de la bolsa de papel.
—¿Listo para una cena especial? —dijo, alzando la bolsa con una expresión traviesa en su rostro.
Sonreí, divertido y algo sorprendido por la elección.
—¿McDonald's? —pregunté con una ceja levantada, tratando de adivinar qué tenía planeado.
—Vamos a cenar en la playa —respondió con un tono casual, como si fuera lo más normal del mundo. —No se me ocurrió nada más romántico que unas hamburguesas bajo las estrellas.
Me reí, asintiendo mientras agarraba mi chaqueta del perchero junto a la puerta.
—Me parece perfecto —respondí, cerrando la puerta tras de mí mientras salíamos del apartamento. El olor a comida rápida ya se estaba filtrando en el pasillo, y no pude evitar que se me hiciera agua la boca.
Nos dirigimos hacia la playa en silencio, pero no era un silencio incómodo. De hecho, se sentía lleno de promesas, como si las palabras fueran innecesarias en ese momento. El cielo comenzaba a oscurecerse, y la brisa nocturna traía consigo el olor salado del mar. A mi lado, Martin caminaba con la bolsa del McDonald's en una mano, y su otra mano rozando la mía de vez en cuando, como un recordatorio constante de su presencia.
Cuando llegamos a la playa, el sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla nos envolvió en una especie de burbuja. La luna brillaba sobre el agua, creando un sendero plateado que se extendía hasta el horizonte. Martin me guió hasta un lugar apartado, donde la arena estaba fría bajo nuestros pies, pero la atmósfera era cálida y acogedora.
—Este es el lugar perfecto —dijo, bajando la bolsa al suelo antes de desplegar una manta que había traído en su mochila. Me senté a su lado, observando cómo sacaba las hamburguesas, las papas fritas, y un par de batidos.
—No me imaginaba una cena así —admití, mirando la comida y luego a Martin. —Pero me encanta la idea.
—A veces lo simple es lo mejor —respondió él, ofreciéndome una hamburguesa. —Y, bueno, quería algo que nos hiciera sentir cómodos, relajados... sin demasiadas expectativas.
Tomé la hamburguesa, agradecido por la consideración. Había algo en esa noche, en ese momento, que me hacía sentir una conexión especial con él. No se trataba de la comida, o del lugar en sí, sino de la tranquilidad de estar juntos, sin presiones ni pretensiones.
Nos quedamos ahí un rato, comiendo y hablando de cosas triviales, pero también riendo y disfrutando de la compañía mutua. La playa estaba prácticamente desierta, lo que hacía que el lugar se sintiera como nuestro pequeño refugio.
Después de un rato, cuando ya habíamos terminado de comer, me recosté en la manta, mirando el cielo estrellado. Martin hizo lo mismo, y en el silencio que siguió, sentí que todo estaba en su lugar. Era como si el mundo entero se hubiera detenido solo para nosotros.
—Gracias por esto —dije en voz baja, rompiendo el silencio mientras giraba mi cabeza para mirarlo. Sus ojos reflejaban la luz de la luna, y me encontré perdiéndome en ellos.
—No hay de qué —respondió, sonriendo. —Me alegra que te guste.
Nos quedamos ahí, observando las estrellas y sintiendo la brisa marina en nuestros rostros. Era una noche sencilla, pero había algo mágico en ella. Sabía que este momento, con Martin a mi lado, era uno que recordaría siempre. Y en ese instante, no necesitaba nada más.
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...