la tortura - judeline

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Desperté despacio, aún arrullado por la suave oscuridad que envolvía la habitación. Mi cuerpo estaba rodeado por el calor reconfortante de Martin, y su respiración tranquila contra mi piel era el mejor despertador que podría haber imaginado. Me sentí envuelto en una burbuja de calma, un lugar donde no existían las preocupaciones del mundo exterior.

A medida que mi consciencia se asentaba, noté que Martin seguía dormido, su rostro relajado y sus labios curvados en una ligera sonrisa. No podía evitarlo, me acerqué un poco más a él, sintiendo su calor y disfrutando del momento. Su piel, aún tibia, era una tentación irresistible. Decidí despertarlo de una manera especial.

Empecé a recorrer su cuello con pequeños besos, cada uno cargado de ternura y afecto. Sus labios eran suaves y cálidos, y sus caricias me hacían sentir como si todo estuviera en su lugar. Con cada beso, sentía que nuestra conexión se reforzaba, que el recuerdo de la noche anterior se tejía en algo más sólido y real.

Martin se movió ligeramente, un suspiro escapando de sus labios mientras sus ojos se abrían lentamente. Me miró con un atisbo de sorpresa y felicidad.

—Buenos días —murmuré, sonriendo mientras continuaba con mis caricias.

—Buenos días —respondió él, su voz aún envuelta en la pereza del sueño.

Se estiró, su cuerpo rozando el mío, y me besó con una dulzura que hizo que me sintiera aún más conectado con él. Cada toque, cada caricia, parecía ser un testimonio de la intimidad que habíamos compartido.

El momento de calma y afecto se interrumpió repentinamente con un estallido de caos. La puerta de la habitación se abrió de golpe, y entró Álex, pálido y visiblemente estresado, vestido sólo con un par de calzoncillos. Sus ojos estaban muy abiertos y su expresión estaba llena de una urgencia descontrolada.

—¡Chicos! ¡Se están quemando las salchichas! —exclamó Álex, y su voz estaba cargada de pánico.

Martin y yo nos miramos, confundidos y todavía medio aturdidos, mientras Álex se acercaba frenéticamente a la cama. La escena era tan absurda que no pudimos evitar soltar una risa.

—¿Qué está pasando? —pregunté, aún sin poder creer lo que estaba viendo.

—¡Lo siento! —dijo Álex, corriendo hacia la cocina con una rapidez que parecía desafiar la lógica. —Pensé que podría hacer un desayuno, pero me olvidé de las salchichas y ahora... ¡huele a quemado!

Martin se levantó, echándose una rápida mirada de comprensión y diversión, y comenzó a vestirse. Mientras tanto, yo me levanté también, echándole una mirada a la escena que se desarrollaba ante mis ojos.

—Álex, relájate —le llamó mientras se vestía rápidamente. —Vamos a ver qué podemos hacer antes de que el fuego se convierta en un desastre total.

Nos dirigimos a la cocina, donde el aroma a quemado era casi tangible. Álex estaba en un estado de agitación que era casi cómico, y la cocina estaba llena de humo. Martin consiguió apagar la estufa y salvar las salchichas que aún no se habían convertido en carbón.

—No sé cómo agradeceros —dijo Álex, mirando a ambos con una mezcla de alivio y vergüenza.

—Sólo asegúrate de no incendiar la cocina la próxima vez —le dijo, riendo mientras le daba una palmadita en el hombro.

Después de la agitada mañana en la cocina, el aroma a salchichas quemadas se disipó, y el caos se convirtió en risas y charlas relajadas. El desayuno, aunque no lo que habíamos planeado originalmente, resultó ser una experiencia de lo más amena. Me encontraba en un rincón de la sala, ayudando a limpiar mientras Martin y yo compartíamos miradas cómplices y sonrisas discretas.

we can't be friendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora