Habíamos vuelto de Madrid hacía días, y necesitaba un poco de fiesta para alejarme un poco del evidente vacío que sentía cuando le separaba de Martin, así que decidimos ir al bar de siempre.
La música retumbaba en todo el cuerpo, haciendo que el suelo vibrara bajo mis pies mientras nos movíamos entre la multitud. Estábamos en nuestro bar de siempre, con Bea, Álvaro y Ruslana, disfrutando de una de esas noches que se sentían como eternas. Me reía de algo que Bea acababa de decir, con un vaso medio lleno en la mano, y las luces estroboscópicas hacían que todo pareciera como si fuera en cámara lenta.
—¡Esta noche está siendo brutal! —gritó Álvaro por encima de la música, con su típica sonrisa de fiesta.
Asentí, sintiendo el calor del alcohol en el cuerpo y esa ligereza que llega cuando las preocupaciones se quedan en la puerta del bar. Era justo lo que necesitaba después de la montaña rusa emocional que había sido Madrid. Hablaba con Martin a diario, claro, pero la distancia empezaba a sentirse pesada. Esta noche era para despejarme y simplemente pasarlo bien.
Pero entonces, lo vi.
De repente, todo se sintió más frío. La luz de las discotecas nunca es clara, siempre bañada en sombras de neón y reflejos distorsionados, pero no necesitaba ver más para reconocerlo. Estaba ahí, a pocos metros de distancia, de espaldas al grupo de amigos con los que venía siempre.
—Joder... —murmuré para mí mismo, apartando la vista de inmediato, como si con solo mirarlo ya se hiciera demasiado real. Sentí mi pulso acelerarse, no de la buena manera, sino con esa sensación de inquietud que no había experimentado en mucho tiempo.
Bea notó mi cambio de expresión casi al instante. Siempre ha sido buena leyéndome, más de lo que a veces me gustaría.
—¿Qué pasa? —me preguntó, acercándose para que la pudiera oír mejor.
—Está aquí —le respondí, intentando mantener la voz neutral, pero sabía que fallaba. Ella frunció el ceño, siguiéndome la mirada.
—¿Él? —su cara se tensó al instante cuando lo localizó. Su reacción me confirmó que no estaba imaginando cosas. Era él. Mi ex. El tóxico. El que había destrozado mi confianza y hecho que desconfiara del amor por tanto tiempo.
Ruslana también se dio cuenta, y en cuestión de segundos, los tres estaban mirándolo, pero intentando no hacerme sentir peor.
—Tranquilo, Juanjo. —Bea puso una mano sobre mi brazo—. No dejes que arruine la noche. Si quieres nos movemos a otro sitio.
Respiré hondo. Mi pecho se sentía más pesado, y por un momento todo lo que había trabajado en los últimos meses, todo el esfuerzo por estar mejor y abrirme a Martin, parecía tambalearse. No quería que esa sensación me invadiera otra vez, pero ahí estaba.
Álvaro, que había estado ajeno a la situación, se giró cuando notó el cambio en el grupo.
—¿Qué pasa? —preguntó, sin saber de quién hablábamos. Bea le explicó rápidamente en un susurro mientras él dirigía su mirada hacia donde estaba mi ex.
—Hostia... —murmuró Álvaro, y luego, con su típica actitud protectora, añadió—. Vamos a otra parte, o nos quedamos aquí y te aseguro que no se te acerca ni de coña.
Me reí un poco por su comentario. Sabía que lo decía en serio, pero también sabía que no quería que la situación se convirtiera en un drama. Había tenido suficiente de eso con él.
—No, no. Estoy bien —les dije, intentando sonar más convencido de lo que realmente me sentía—. Solo... no esperaba verlo, y me ha pillado por sorpresa.
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...