Me desperté lentamente, sintiendo una extraña combinación de placer y desconcierto. Mi mente estaba todavía atrapada en esa nebulosa entre el sueño y la realidad cuando me di cuenta de lo que estaba pasando. El calor de la boca de Martin sobre mí me arrancó un gemido involuntario, y de repente, todo el sueño que me quedaba se esfumó en un segundo.
Miré hacia abajo y ahí estaba él, con esa mirada traviesa y decidida, haciéndome perder completamente el control. Apenas podía pensar, solo sentir. Mi respiración se volvió pesada, y cualquier rastro de la somnolencia se disipó mientras el placer recorría cada centímetro de mi cuerpo. Martin sabía exactamente lo que estaba haciendo, y se tomaba su tiempo, provocándome con cada movimiento. Mi mano instintivamente buscó su cabello, agarrándolo con una mezcla de necesidad y deseo.
Era como si quisiera devorarme, y no pude hacer más que entregarme a esa sensación, dejando que cada pensamiento se evaporara en el aire. Nada más importaba en ese momento, solo él y yo, y la electricidad que nos unía. Finalmente, cuando ya no pude soportarlo más, me dejé llevar completamente, gimiendo su nombre, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba y luego se relajaba en una oleada de satisfacción.
Martin se deslizó hacia arriba, dejando un rastro de besos por mi abdomen y pecho hasta que nuestros labios se encontraron. Era un beso lento y profundo, cargado de esa intensidad que parecía definir cada momento entre nosotros. Cuando finalmente se separó, ambos estábamos sonriendo, una sonrisa cómplice que decía mucho más de lo que cualquiera de nosotros podía poner en palabras.
Después de un rato, decidimos que era hora de levantarnos. Me vestí perezosamente mientras Martin se ponía una camiseta que le quedaba un poco grande, pero de alguna manera, lo hacía ver aún más atractivo. Decidimos salir a desayunar, aunque ninguno de los dos tenía mucha hambre después de lo que acababa de pasar.
Cuando llegamos a la cocina, nos encontramos a Álvaro ya despierto, sentado en la mesa con una taza de café y un plato de tostadas. Nos miró con una ceja levantada, claramente adivinando lo que acababa de suceder, pero no dijo nada al respecto. Solo sonrió de esa manera suya, medio burlona, medio cómplice.
—Buenos días, dormilones —nos saludó, mientras nosotros nos uníamos a él en la mesa.
—Buenos días, Álvaro —respondí, todavía sintiendo la electricidad residual del despertar que Martin me había dado.
—¿Dormiste bien? —preguntó, dirigiéndonos una mirada que claramente insinuaba mucho más.
—Lo suficiente —respondí, intentando no reírme.
Martin se sentó a mi lado, sirviéndose un café mientras yo me inclinaba para tomar una tostada del plato de Álvaro. Estábamos cómodos, como si esta rutina mañanera fuera algo que hubiéramos hecho mil veces antes.
—Por cierto, Paul estuvo preguntando por ti el otro día —dijo Martin de repente, como si lo hubiera estado guardando solo para lanzarlo en el momento justo.
—¿Ah, sí? —preguntó Álvaro, levantando la vista de su café. Noté una chispa de curiosidad en su tono.
Álvaro asintió con una sonrisa pícara.
—Sí, decía que le gustaría volver a liarse contigo. Parece que dejaste una buena impresión.
—Bueno... —Álvaro se encogió de hombros, haciéndose el desinteresado, pero podía ver cómo se le iluminaban los ojos—. No estuvo mal, pero no sé si repetiría.
Martin y yo intercambiamos una mirada divertida. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que Álvaro estaba más interesado de lo que quería admitir.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? —le pregunté, dándole un codazo suave.
—No sé, tal vez... —Álvaro sonrió, mirando a su taza de café como si escondiera la respuesta ahí—. Tal vez le dé otra oportunidad. Al fin y al cabo, estamos aquí para disfrutar, ¿no?
ESTÁS LEYENDO
we can't be friends
Roman d'amourEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...