El sol ya había alcanzado su punto más alto cuando me desperté, desorientado y con la cabeza embotada. Miré a mi alrededor, notando que la cama de al lado estaba vacía. Bea había desaparecido, y no tenía ni idea de cuándo fue la última vez que la vi. Me levanté lentamente, aún tratando de sacudirme el sopor del sueño, y caminé hasta el balcón.
La piscina estaba llena de gente, un hervidero de cuerpos bronceados, risas y chapuzones. Grupos de amigos y familias se reunían en las tumbonas, mientras los niños jugaban en el agua. Mis ojos recorrieron la multitud hasta que finalmente encontré a mis amigos. Ver a Ruslana entre todos ellos fue fácil; su cabello pelirrojo resplandecía bajo el sol como una señal luminosa.
Eran ya las 15:30. Decidí que lo mejor sería preparar algo de comer para todos. Mientras salteaba verduras y gambas en la cocina, dejé que la voz suave de Rels B llenara el ambiente con "Como dormiste". Era una canción que tenía atrapada en la cabeza desde hacía días, y no podía evitar ponerla una y otra vez.
Justo cuando estaba en la mitad de la preparación, la puerta del apartamento se abrió y Álvaro entró, acompañado de un chico al que no reconocí. Parecían cómodos juntos, y mi curiosidad se despertó de inmediato.
—Aquí tienes, guapo —dijo Álvaro, entregándole al chico nuestra bolsa de sal.
—Enseguida os la traemos de vuelta —añadió el chico, lanzándome una mirada juguetona mientras me guiñaba un ojo.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Miré a Álvaro, confundido. Había olvidado casi por completo que estábamos enfadados. Cuando el chico salió del apartamento, me giré hacia Álvaro, decidido a aclarar las cosas.
—Son los chicos del apartamento de enfrente. Los conocí en la piscina esta mañana. Necesitaban sal —explicó Álvaro, como si fuera lo más natural del mundo.
—Pues que se la compren —respondí, algo más brusco de lo que pretendía.
A veces no podía evitar ser borde, sobre todo cuando estaba molesto. Era algo que quería cambiar, pero parecía que mi lengua tenía vida propia en esos momentos.
—Perdona, se me ha ido la pinza —me disculpé, sintiendo el peso de mis propias palabras.
—Perdóname tú por lo de anoche. No sabía que estabas tan incómodo —dijo Álvaro, rodeándome con sus brazos en un gesto de reconciliación.
En ese preciso instante, Bea y Ruslana irrumpieron en el apartamento, llenando el espacio con su habitual energía.
—¡Chicos, no sabéis lo que ha pasado! —exclamó Bea, visiblemente emocionada.
—¡HE LIGADO, MARICONES! —gritó Ruslana, lanzándose sobre nosotros con una alegría desbordante.
Nos contó sobre Omar, un chico alto y moreno que vivía en el piso de arriba. Al parecer, habían estado liándose toda la mañana, y ahora ella planeaba pasar la tarde con él.
—Cómo aprovecha la cabrona —comentó Álvaro mientras ponía la mesa.
—Yo haría lo mismo si estuviera en su lugar —añadí, esbozando una sonrisa.
Comimos tranquilamente, disfrutando de la comida y la compañía, y luego nos echamos una pequeña siesta. Me desperté a eso de las 18:30 con la voz de Ariana Grande resonando en todo el apartamento. Esa era mi señal para meterme en la ducha. Quería lavarme el pelo y asegurarme de que quedara perfecto para la noche, así que me tomé mi tiempo. Al salir del baño, me di cuenta de que había dejado la camisa fuera para no mancharla. Me dirigí a la cocina para pedirle a Álvaro unas pinzas de depilar, pero cuando iba a hablar, me encontré con la puerta abierta y un chico desconocido en la entrada.
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...