moon song - phoebe bridgers

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El motor del bus vibraba suavemente bajo mis pies mientras nos alejábamos de la costa, rumbo a casa. Miré por la ventana, viendo cómo el paisaje se desdibujaba en el horizonte, mientras el sol de la mañana iluminaba los campos que cruzábamos. Al lado mío, Álvaro dormía profundamente, con la cabeza ladeada contra el asiento; Bea y Ruslana estaban en la fila de atrás, también con los ojos cerrados. El silencio que había entre nosotros era casi tangible, solo roto por el leve murmullo del motor y los auriculares que llevaba puestos.

La música triste que sonaba en mis oídos parecía acompasar el ritmo de mi respiración, lenta y pesada. Cada nota era un eco de cómo me sentía: vacío, pero también lleno de recuerdos. Recuerdos de esta semana, que ahora parecía un sueño borroso, como si todo lo que había pasado no fuera real, como si cada momento con Martin, cada beso, cada conversación, estuviera demasiado lejos.

Apreté el móvil en mi mano y, sin pensar, lo desbloqueé. Mi vista se posó sobre una nota guardada en la funda de mi móvil, la nota que saqué el primer día de la máquina que te leía el futuro. En ella, leía las palabras que ahora me parecían casi proféticas:

"Este viaje viene con varias sorpresas, conocerás a alguien que traerá de nuevo la luz a tu corazón. Esta nueva persona te hará sentir una felicidad que pensabas haber perdido."

Suspiré, dejando que esas palabras se hundieran en mí. Lo que al principio había sido una frase graciosa, algo para reírnos, ahora parecía tan extrañamente acertado que me provocaba un nudo en el pecho. Recordé el primer día en la playa, cuando todo comenzó. Las risas con mis amigos, la arena caliente bajo los pies, y entonces, la primera vez que vi a Martin. No había pensado mucho en él al principio, era solo otro chico guapo con sus dos amigos pidiendo comida, otro nombre entre tantos. Pero luego... todo cambió tan rápido.

Cerré los ojos y dejé que las memorias inundaran mi mente. La primera vez que nos besamos en la playa a la luz de la luna, la manera en que sus labios se sentían contra los míos, suaves pero decididos. O aquella noche que acabamos en su cama, entre besos apasionados y caricias, como si estuviéramos creando un mundo aparte, solo para los dos.

Pero no todo había sido fácil. Esa última conversación, cuando me dijo que tenía miedo de perderme, que no sabía cómo íbamos a hacerlo funcionar... me sentí igual de perdido. Y ahora, en este autobús, el miedo volvía a inundarme, pero esta vez con más fuerza. ¿Cómo iba a manejarlo? ¿Cómo iba a vivir sin verlo cada día? La distancia, el tiempo... todo parecía una montaña imposible de escalar.

Abrí los ojos y volví a mirar la nota. "Traerá de nuevo la luz a tu corazón", decía. Y era verdad. Martin había despertado algo en mí que llevaba tanto tiempo dormido. Una felicidad que creía haber perdido, un deseo de sentir, de vivir, de conectar de nuevo con alguien. Pero con esa luz, también había traído la sombra de la incertidumbre, de las dudas sobre el futuro.

Miré por la ventana otra vez, mientras la carretera seguía estirándose interminablemente. El paisaje seguía cambiando, pero en mi cabeza, las imágenes de estos días seguían repitiéndose, como una película que no podía dejar de ver. Acaricié el borde del móvil con el pulgar, pensando en lo que me esperaba cuando llegara a casa. ¿Qué iba a hacer con todo esto? ¿Con lo que sentía?

Martin había dejado una huella en mí que no desaparecería tan fácilmente. Y aunque no tenía todas las respuestas, una parte de mí sabía que lo que habíamos compartido, por breve que fuera, era real. Y eso, por ahora, era suficiente para aguantar un poco más.

Dejé de mirar la nota, apagué el móvil y apoyé la cabeza contra el cristal frío, dejando que la música llenara el vacío, mientras mis pensamientos seguían vagando entre la tristeza de la despedida y la esperanza de lo que aún podría ser.

El autobús finalmente llegó a la estación de Zaragoza. El sol ya estaba alto, y el aire seco de la ciudad me golpeó en la cara cuando bajé del autobús. Estaba agotado, tanto física como emocionalmente. Sentía como si esa semana en la playa me hubiera cambiado por completo, pero ahora, de vuelta a la rutina, todo parecía un poco más gris.

Me puse la mochila al hombro, mirando cómo Bea, Álvaro y Ruslana también bajaban con caras de sueño. Se notaba el cansancio en todos, pero también había una especie de alivio en regresar a casa. Para mí, ese alivio era diferente; me sentía extraño, como si algo importante hubiera quedado atrás.

El móvil vibró en mi bolsillo. Lo saqué casi por instinto, pensando que sería algún mensaje de Bea o del grupo de amigos, pero cuando vi el nombre de Martin en la pantalla, mi corazón dio un vuelco. Lo abrí rápido, y mientras caminaba hacia la terminal, leí:

"Te echo muchísimo de menos. Acabo de llegar a Bilbao, ¿cuándo nos volvemos a ver?"

Me detuve en seco. Ese nudo que había estado sintiendo durante todo el viaje se apretó de nuevo en mi pecho, pero esta vez no era de tristeza. Era algo más. Lo leí varias veces, como si cada palabra fuera una caricia suya, como si el simple hecho de que me escribiera me devolviera algo de la calidez que sentí cuando estaba a su lado.

No pude evitar sonreír, aunque el dolor de la distancia todavía me quemaba un poco. No habían pasado ni dos horas desde que nos despedimos, y ya lo extrañaba. No sabía qué responder, o más bien, sabía lo que quería decirle pero no encontraba las palabras. ¿Cuándo nos volvemos a ver? Yo quería que fuera ahora, ya, pero las complicaciones de la vida estaban ahí, como una pared que no podía ignorar.

Suspiré, miré alrededor y vi a mis amigos caminando hacia la salida, despreocupados, mientras yo seguía parado en medio de la estación, atrapado en mi propia burbuja. La realidad me golpeó. No estábamos en esa playa, no estábamos solos en su apartamento. Ahora la distancia era más real que nunca.

Teclée con rapidez:
"Yo también te echo de menos. No sé cuándo, pero espero que sea pronto. Esto no se acaba aquí, ¿verdad?"

Pulsé enviar antes de pensarlo demasiado. Dejé el móvil en el bolsillo y comencé a caminar hacia la salida, tratando de sacudirme el peso de las emociones. Pero mientras avanzaba, no podía dejar de pensar en lo que vendría después, en cómo sería vivir con esta sensación constante de querer estar cerca de alguien que está a kilómetros de distancia.

Al llegar junto a los demás, Bea me lanzó una mirada rápida y luego se acercó a mí, apoyando su brazo en mi hombro, como si supiera lo que estaba pasando por mi cabeza.

—Vamos, que ya estamos en casa —dijo con una sonrisa ligera.

Asentí, pero mi cabeza estaba todavía en otro sitio, en otro lugar, con alguien que no estaba aquí pero que sentía tan cerca.

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Holi :) ya estan los dos en casa, cada vez se pone más complicada la cosa para ellos, pero bueno poco a poco vereís si lo consiguen o no lo consiguen ¿qué os está pareciendo? yo en nada empiezo la uni y estoy dejando muchos capitulos programados para no dejaros sin, os quiero <3

we can't be friendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora