Me desperté lentamente, sintiendo el calor del sol filtrarse por la ventana. Estiré la mano buscando a Martin, pero el lado de la cama donde había estado anoche estaba frío y vacío. Abrí los ojos por completo, desorientado por un segundo, pero no había rastro de él.
Fruncí el ceño, incorporándome mientras miraba a mi alrededor. Fue entonces cuando vi un pequeño papel doblado en la mesita de noche. Lo tomé con manos aún adormecidas y lo abrí.
"Me he ido a hacer la maleta, pero vuelvo enseguida. No te muevas de ahí. -Martin."
Suspiré, sintiendo una mezcla de alivio y nostalgia ya empezando a instalarse. Lo imaginé en su apartamento, apurando los últimos detalles de su equipaje. El nudo en mi pecho volvió a aparecer mientras me dejaba caer de nuevo sobre la almohada, mirando al techo, pensando en cuánto quería que regresara cuanto antes.
Me quedé tumbado en la cama un rato más, mirando al techo, hasta que el peso de la realidad me empujó a levantarme. Suspiré y empecé a sacar mi maleta de debajo de la cama. No había mucho que meter, pero la tarea me pareció interminable. Cada prenda que guardaba me recordaba que esto se acababa.
Justo cuando me agachaba para recoger una camiseta, escuché la puerta de la habitación abrirse. Era Bea. Se apoyó en el marco, mirándome con curiosidad.
—¿Qué tal la noche? —preguntó con una sonrisa cómplice.
Me encogí de hombros, intentando hacerme el despreocupado.
—Bien, supongo... —dije mientras doblaba la camiseta.
Bea arqueó una ceja. Sabía que no podía ocultarle nada.
—Ya. Cuéntamelo todo. ¿Qué pasa por esa cabecita tuya?
Solté la camiseta y me dejé caer en la cama, sintiendo el peso de mis pensamientos. Bea vino y se sentó a mi lado, esperando pacientemente.
—No sé, Bea... —comencé, pasándome una mano por el pelo—. Es Martin. Me está empezando a asustar lo que siento por él.
Me miró en silencio, esperando a que continuara.
—Es que... —tomé aire—. Creo que me estoy empezando a enamorar de él. Y no puedo evitar pensar que, cuando cada uno vuelva a su vida, esto se va a desmoronar. Me da miedo perderle.
Bea me miró con esos ojos comprensivos que siempre sabía poner en el momento justo. Puso una mano en mi hombro.
—Es normal que tengas miedo, Juanjo. Lo que sientes es intenso, y ha pasado todo muy rápido. Pero eso no significa que tenga que acabar mal.
Asentí, aunque la angustia seguía ahí.
—¿Y qué hago? —pregunté—. No sé cómo gestionar esto... No quiero hacerme ilusiones si al final la distancia lo complica todo.
Bea me miró con ternura y sonrió levemente.
—Mira, Juanjo, las cosas nunca son fáciles cuando se trata de sentimientos. Pero si de verdad te importa, si crees que merece la pena, lucha por ello. Las relaciones a distancia no son imposibles. Habla con él, sé honesto sobre lo que sientes. Si Martin siente lo mismo, encontraréis la forma.
Me quedé en silencio, dejando que sus palabras calaran en mí. Sabía que tenía razón. Si no decía lo que sentía, nunca sabría qué podría haber sido.
—Gracias, Bea —susurré al final, mirándola agradecido.
Ella sonrió y me dio un pequeño empujón en el hombro.
—Anda, no seas tonto. Solo sé sincero con él.
La abracé, sintiendo un poco menos de peso sobre mis hombros.
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...