Los días previos al viaje a Madrid habían pasado volando. Ahora, estabamos en el tren que nos llevaba a la capital. El sol brillaba con fuerza, y cuandollegamos a madrid la estación estaba llena de gente, mezclándose con el bullicio típico de un viernes por la mañana.
El viaje en tren a Madrid fue largo, pero lleno de expectativa. Miraba por la ventana, perdiéndome en el paisaje cambiante, mientras mi mente no dejaba de pensar en el encuentro que estaba por suceder.
Finalmente, cuando el tren llegó a la estación de Madrid, me bajé y me encontré en una estación mucho más grande y bulliciosa de lo que había imaginado. Me ajusté la mochila y saqué el móvil para asegurarme de que tenía toda la información de la reserva del hotel de Martin.
—¡Esto es emocionante! —dijo Ruslana, saltando de un pie al otro, claramente entusiasmada.
—Sí, pero recuerden, chicos, a las seis nos reunimos en la estación para el volver, ¿vale? —les recordó Bea, revisando su reloj.
—No os preocupéis, que lo pasaremos genial. —Álvaro sonrió, claramente listo para la aventura—. Y tú, Juanjo, disfruta mucho, ¿eh?
Yo asentí, tratando de ocultar el cosquilleo de nervios que sentía en el estómago. La emoción de ver a Martin en unas pocas horas era tan grande que apenas podía concentrarme en el presente.
—Claro, lo haré —les dije, intentando sonar casual mientras les abrazaba a cada uno—. ¡Nos vemos el domingo!
Bea me dio un abrazo fuerte.
—Diviértete y no te olvides de mandarnos fotos —dijo, con una sonrisa de complicidad.
—Nosotros vamos a ir a hacer turismo y luego a explorar la ciudad —añadió Ruslana—. Asegúrate de pasarlo bien también.
—Lo haré, lo prometo —les respondí, sonriendo mientras veía cómo el tren se acercaba por la vía.
Se despidieron con un último "¡buena suerte!" antes de montarse en el taxi que les llevaba a su hotel. Yo me quedé en la acera, observándolos partir hasta se perdieron en la distancia. Luego, con la mochila al hombro, me dirigí hacia el andén para esperar a que llegara Martin.
La estación de tren estaba llena de actividad, pero todo se volvió borroso cuando vi a lo lejos a Martin acercándose. Estaba en el andén, bajando del tren con una mezcla de nerviosismo y emoción. Mi corazón latía a un ritmo acelerado mientras la multitud se movía a mi alrededor.
Su figura destacando entre la multitud, con esa sonrisa que siempre hacía que todo a mi alrededor desapareciera. Sin pensarlo dos veces, dejé la mochila caer al suelo y corrí hacia él.
—¡Martin! —grité, a medida que me acercaba, sintiendo el peso de la espera de los últimos días.
Él levantó la vista y me vio, sus ojos iluminándose de una manera que hizo que me detuviera en seco solo por un segundo. Luego, me abalancé hacia él, y nos encontramos en un abrazo desesperado. Su cuerpo estaba tan cerca del mío que podía sentir el calor y la familiaridad que tanto había echado de menos.
—¡Te he echado tanto de menos! —le dije, mi voz apenas un susurro contra su cuello mientras le abrazaba con fuerza.
Martin me rodeó con los brazos, devolviendo el abrazo con la misma intensidad. Su respiración se mezclaba con la mía, y sentí sus labios rozar mi oído mientras me decía:
—Yo también te he echado de menos. No sabes cuánto.
Nos separamos un poco para mirarnos a los ojos, y en ese momento, todo lo que había estado esperando se convirtió en realidad. Sus labios se encontraron con los míos en un beso apasionado, lleno de todo el deseo y la emoción acumulados de estos días separados. Era como si el mundo se detuviera a nuestro alrededor, y nada más importara.
Nos besamos profundamente, nuestras bocas moviéndose con una urgencia que solo se puede describir como desesperada, como si intentáramos absorber cada momento perdido. Cuando finalmente nos separamos, ambos estábamos respirando con dificultad, pero nuestras sonrisas eran inigualables.
Cuando salimos de la estación, con las maletas rodando a nuestro lado, apenas podía concentrarme en nada más que en la presencia de Martin. Su mano todavía seguía entrelazada con la mía, y a cada paso que dábamos juntos, el peso de los días separados se iba desvaneciendo. Nos subimos a un taxi que nos llevó directo al hotel. Todo parecía pasar en una especie de nube, con el sonido de la ciudad zumbando a nuestro alrededor, pero lo único que importaba era que estábamos juntos.
Llegamos al hotel en cuestión de minutos, y mientras entrábamos en el vestíbulo con nuestras maletas, sentí una pequeña descarga de nervios en mi pecho. Era la primera vez que estaríamos en una habitación solos durante todo el fin de semana. Hicimos el check-in rápidamente y subimos al ascensor, sin dejar de sonreír como dos idiotas.
Una vez en la habitación, tiré mi maleta a un lado y miré a Martin, que ya estaba jugueteando con el mando del aire acondicionado.
—Hace un calor infernal aquí, ¿no? —comentó, con una media sonrisa en los labios mientras encendía el aire.
—Sí, demasiado —respondí, aunque en ese momento no sabía si el calor venía del clima o de la tensión entre nosotros.
Martin me miró de reojo mientras se quitaba la chaqueta y la lanzaba sobre la cama, dejándola caer en un desorden despreocupado.
—¿Qué te parece si nos duchamos juntos? —dijo de repente, con esa sonrisa traviesa que siempre me desarmaba.
Mi corazón dio un vuelco. No sé si fue la propuesta en sí o la manera en que lo dijo, tan casual, pero a la vez con esa chispa de picardía que siempre llevaba consigo. No podía evitar sonreír.
—Me parece una idea genial —respondí, intentando no parecer demasiado emocionado, aunque por dentro ya estaba sintiendo el calor subir por mi piel, y esta vez no por culpa del clima.
Martin se acercó a mí despacio, tomó mi mano y me llevó hacia el baño. La habitación del hotel estaba decorada con un estilo moderno, y el baño no era la excepción, con una ducha amplia y paredes de mármol que daban una sensación de lujo. Sin decir nada más, ambos empezamos a desvestirnos, primero con calma, pero luego nuestras manos se movieron más rápido, como si la anticipación estuviera apoderándose de nosotros. Cuando nuestras pieles se rozaron, sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo.
Martin encendió la ducha, y el sonido del agua cayendo llenó el espacio a nuestro alrededor. Se giró hacia mí con esa mirada que decía más que cualquier palabra, y me tomó de la mano para guiarme bajo el agua.
El agua nos envolvió, y, en ese pequeño espacio, la distancia entre nosotros desapareció por completo.
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we can't be friends
RomanceEn la brisa salada del verano, Juanjo y Martin se encuentran en una playa remota donde el tiempo parece detenerse. Martin, un chico de ciudad con una pasión por la fotografía, y Juanjo, un chicos con las cosas poco claras, se ven atraídos el uno por...