Carlos y Renata alguna vez fueron inseparables, pero el desgaste del tiempo y la presión de sus carreras habían convertido su relación en una sombra de lo que solía ser. Las discusiones eran cada vez más frecuentes, los momentos de calma se esfumaban, y la distancia parecía crecer con cada llamada perdida y cada mensaje sin responder.
Durante el parón de verano, Carlos decidió pasar las vacaciones con sus amigos en lugar de con Renata. Era una decisión que no tomó a la ligera, pero al final, el deseo de evitar más conflictos y buscar un respiro lo llevó a elegir el camino más fácil. Cuando se lo comentó a Lando, esperando una reacción alegre, se encontró con una sorpresa.
"Carlos, si ya no quieres pasar tiempo con Renata, deberías pensar hacia dónde va tu relación," le dijo Lando, con una seriedad inusual. Esas palabras se quedaron grabadas en la mente de Carlos, haciéndole cuestionar si su relación realmente tenía un futuro.
Por su parte, Renata se encontraba hablando con Andrea, su mejor amiga, buscando desahogarse. "No sé qué hacer, Andi. Siento que cada vez que Carlos vuelve a casa, es como si se reanudara la misma pelea. No tenemos paz, ya no somos los mismos," confesó, con una mezcla de frustración y tristeza.
Andrea, siempre directa, le respondió sin rodeos: "Reni, si estar con él es una tortura en lugar de algo bueno, deberías pensar si realmente quieres seguir en esa relación."
Las palabras de Andrea resonaron en Renata, dejándola en un dilema sobre si debía seguir luchando por algo que parecía estar destinado al fracaso. Ahora, ambos se encontraban en un punto crítico, forzados a confrontar una realidad que ninguno de los dos quería admitir. ¿Valía la pena salvar lo que quedaba o era momento de dejarlo ir?
Carlos había tomado la decisión de luchar por lo que tenía con Renata. Su amor por ella seguía siendo fuerte, a pesar de las dificultades, y sabía que si no hacía un esfuerzo ahora, podría perderla para siempre. Sin pensarlo dos veces, canceló sus planes de verano con los amigos y voló directamente hacia ella. Cuando Renata lo vio aparecer por la puerta, su corazón se llenó de alivio y amor. Se abrazaron con fuerza, como si ese gesto pudiera borrar las discusiones y la distancia que los había separado últimamente. Pero ninguno de los dos se atrevió a hablar de los problemas que seguían acechando, temiendo que enfrentarlos pudiera llevarlos a un punto de no retorno.
El reencuentro fue dulce, pero la paz duró poco. A los pocos días, las peleas regresaron con la misma intensidad de antes. Esa noche en particular, la discusión estalló porque la familia de Renata había organizado una cena en honor al regreso de Carlos, pero él no quería ir. Estaba demasiado cansado, según decía, y lo último que deseaba era una velada social. Renata insistió, diciendo que su familia solo quería verlo, pero Carlos, frustrado, terminó accediendo de mala gana.
La tensión entre ambos era palpable mientras se dirigían en el auto de Carlos hacia la casa de los padres de Renata. La conversación, que comenzó con reproches, se intensificó hasta convertirse en una discusión acalorada. Las palabras se volvieron hirientes, y en un arrebato de ira y agotamiento, Carlos dijo lo que ninguno de los dos quería escuchar: "Tal vez deberíamos terminar, Renata. Siempre es lo mismo".
El silencio que siguió a esas palabras fue desgarrador. Renata, con lágrimas en los ojos, murmuró con voz quebrada, "No es lo que yo quiero... pero tal vez tengas razón. Quizás esto sea lo mejor para los dos."
Al escucharla llorar, algo se rompió dentro de Carlos. La realidad de lo que estaba diciendo le golpeó como un puño en el estómago, y supo de inmediato que había cometido un error. Sin pensarlo dos veces, Carlos detuvo el auto a un lado de la carretera, girando hacia Renata con desesperación en los ojos. "Renata, no...," comenzó a decir, sus palabras temblorosas mientras intentaba encontrar una manera de arreglar lo que acababa de romper.
Justo cuando Carlos estaba a punto de confesar su miedo a perderla y su deseo de hacer las cosas bien, una luz cegadora se acercó a toda velocidad desde atrás. Antes de que pudiera reaccionar, el impacto fue brutal. Un conductor ebrio, inconsciente al volante, embistió el auto de Carlos y Renata con una fuerza devastadora.
El mundo se detuvo por un instante. Carlos sintió el golpe como una explosión que lo lanzó hacia adelante, su cuerpo chocando contra el volante y el dolor extendiéndose por su brazo y costado para después ver todo negro.
Después de unos minutos inconsciente, Carlos despertó, aún aturdido, tardó unos segundos en darse cuenta de lo que había sucedido. Todo a su alrededor estaba distorsionado, los sonidos eran un eco lejano, y el aire se llenó de polvo y humo.
Fue entonces cuando vio a Renata. Ella estaba inconsciente, su cabeza inclinada hacia un lado, con sangre corriendo por su frente. Carlos gritó su nombre, su voz desesperada y llena de terror. Intentó alcanzarla, sacudirla, despertarla, pero Renata no respondió.
Cuando llegó la ambulancia, los paramédicos trabajaron rápidamente para estabilizar a Renata, reportándola en estado delicado mientras la subían en la camilla. Carlos, con lágrimas en los ojos y el corazón roto, fue llevado junto a ella al hospital, temiendo lo peor, sabiendo que la posibilidad de perderla era real y lamentando no haber hablado a tiempo.
Carlos caminaba de un lado a otro en la sala de espera del hospital, sus manos temblando y su mente reviviendo la secuencia del accidente una y otra vez. Nadie le daba respuestas claras sobre el estado de Renata, y la incertidumbre lo estaba consumiendo. Cuando finalmente la familia de Renata llegó, sintió un pequeño alivio al ver a Jorge, el hermano de Renata, que era doctor. Sabía que si alguien podía obtener información rápidamente, sería él.
Jorge entró a la zona restringida, dejando a Carlos y a la familia de Renata esperando en un silencio cargado de tensión. Cada segundo se sentía eterno, y Carlos apenas podía respirar por el miedo. Finalmente, Jorge regresó, pero su expresión era grave. "El golpe fue más fuerte de lo que esperábamos," comenzó, su voz calmada pero llena de preocupación. "El cerebro de Renata se ha inflamado por el impacto. Han tenido que inducir un coma para reducir el riesgo de daños mayores. Ahora, solo nos queda esperar."