15.2 Carlos Sainz

805 48 8
                                    

Las palabras resonaron en la mente de Carlos como un eco interminable. El mundo a su alrededor se desmoronaba mientras procesaba lo que Jorge estaba diciendo. Su corazón se hundió al recordar que la última conversación que había tenido con Renata fue sobre terminar la relación. ¿Qué pasaría si nunca tuviera la oportunidad de decirle que lo sentía, que aún la amaba, que lo último que quería era perderla?

La madre de Renata, con lágrimas en los ojos, se dirigió a Jorge, pidiéndole con voz temblorosa que fuera honesto. "Por favor, hijo, necesitamos saber la verdad. ¿Qué tan grave es? ¿Qué probabilidades tiene de recuperarse?"

Jorge asintió, sabiendo que no podía ocultar la realidad. "Es difícil de decir. Puede que se recupere completamente, pero también puede que queden secuelas. Podrían ser desde simples dolores de cabeza recurrentes hasta problemas graves en las habilidades motoras. Debemos estar preparados para cualquier cosa."

Carlos sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. El peso de la culpa y la ansiedad lo estaba aplastando. En medio de toda la preocupación, ni siquiera se había dado cuenta del dolor en su propio cuerpo. Jorge, notando esto, insistió en revisarlo. Carlos tenía algunas heridas menores y un esguince en la muñeca, pero nada grave. Su cuñado le aseguró que se recuperaría en unas semanas.

Una vez que terminó de revisarlo, Jorge aprovechó la oportunidad para hablar en privado con Carlos. Le puso una mano en el hombro y le dijo con voz baja pero firme: "Carlos, sé que esto es difícil, no estoy seguro de lo que pasó, pero te sugiero que hables con Ren, aunque esté inconsciente. Desahógate. A veces, decir lo que sentimos en voz alta puede ayudarnos a encontrar algo de paz."

Carlos asintió, aunque su corazón estaba destrozado por la idea de ver a Renata en ese estado. Con pasos vacilantes, se dirigió a la habitación donde estaba ella. Cuando entró y la vio conectada a todas esas máquinas, su pecho se apretó tanto que apenas podía respirar. Se acercó a su cama, temblando, y tomó su mano con suavidad, pero las palabras que había planeado decir se quedaron atrapadas en su garganta. Verla así, frágil y vulnerable, hizo que el miedo y la culpa lo paralizaran.

Finalmente, solo pudo susurrar con la voz quebrada, "Lo ... siento, princesa... lo siento tanto." Pero ni siquiera esas pocas palabras salieron con la fuerza que necesitaba. El dolor de ver a la mujer que amaba en ese estado lo abrumaba, y no encontró el valor para decirle todo lo que sentía. En cambio, se quedó allí, en silencio, con lágrimas en los ojos, esperando desesperadamente que ella pudiera escuchar de alguna manera lo mucho que la amaba y lo arrepentido que estaba.

Carlos estaba en el hospital más de lo que estaba en casa. No podía despegarse de la cama de Renata, y solo se apartaba cuando su madre prácticamente lo obligaba a ir a comer algo. Incluso en esos momentos, el tiempo parecía alargarse, y regresaba lo más rápido posible, con el corazón en un puño y la mente llena de pensamientos de preocupación.

Lando, el mejor amigo de Carlos, había volado en cuanto se enteró, estaba a su lado en cada paso del camino, brindando apoyo tanto físico como emocional. Aunque el peso de la culpa y el dolor por el estado de Renata lo afectaban profundamente, Lando hizo todo lo posible para ayudar a su amigo a mantenerse en pie y seguir adelante, asegurándose de que se cuidara a sí mismo tanto como pudiera.

Pasaron un par de semanas en las que Carlos se convirtió en una figura constante en la habitación del hospital. Su devoción era palpable, y el proceso de recuperación de Renata parecía ser un rayo de esperanza en medio de la tormenta. Un día, cuando Carlos había sido prácticamente arrastrado fuera de la habitación por Lando para ir a comer algo, la madre de Renata le llamó con una voz de urgencia. "Carlos, Renata ha despertado. El doctor dice que puedes venir a verla ahora."

One Shots F1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora