Montse Sainz siempre había estado al lado de su hermano, Carlos, durante cada Gran Premio. Era algo natural para ella, el ambiente de la Fórmula 1 era como su segunda casa. Desde que eran niños, habían sido inseparables, y ahora, como piloto consagrado en la F1, Carlos no quería perder a su mayor apoyo. Montse tenía una habilidad especial para calmarlo, especialmente cuando perdía la cabeza por algún problema en la pista o la presión de los medios.
Lo que más disfrutaba Montse de los fines de semana de carrera era ver a su hermano competir, aunque a veces, el entorno podía ser caótico. Y en uno de esos fines de semana, mientras estaba en el paddock tomando un café para mantener la energía alta, tuvo su primer encuentro con Oscar Piastri.
Oscar, el joven rookie de McLaren, venía caminando apresurado hacia el hospitality. Era su primera temporada en la Fórmula 1 y, aunque había demostrado talento, los nervios de ser nuevo en el gran escenario lo seguían. Quería proyectar seguridad y profesionalismo, pero al acercarse a Montse, las cosas salieron muy mal.
—¡Oh, cuidado! —gritó Montse al sentir un golpe inesperado.
Antes de que pudiera reaccionar, su café terminó esparcido sobre su chaqueta. Se quedó congelada por un segundo, incrédula ante lo que acababa de pasar.
Oscar también se detuvo en seco, mirándola con ojos grandes. Su rostro se sonrojó al darse cuenta de lo que había hecho, pero en lugar de disculparse, trató de mantener la compostura fingiendo que no había sido tan grave.
Deberías tener más cuidado por dónde caminas, esto es el paddock, pasan muchas cosas rápido. —su tono era distraído, demasiado despreocupado para alguien que acababa de tirar café caliente sobre una desconocida—.
Montse lo miró boquiabierta. ¿Era en serio? El chico había tirado su café sobre ella y, encima, le insinuaba que era su culpa.
—¿Perdón? —respondió, cruzándose de brazos—. ¿Que debería tener más cuidado? Fuiste tú quien venía corriendo como si te estuvieran persiguiendo. Y ahora, además de arruinarme la chaqueta, ¿me echas la culpa?
Oscar, sintiendo la tensión del momento pero sin querer admitir su torpeza y parecer aún más rookie, sonrió incómodo—. No es eso, solo... es un caos aquí, ¿sabes? Todo pasa rápido. No quise... —Su intento de excusa sonó patético incluso para él mismo, pero era demasiado tarde.
—¿Sabes qué? No te preocupes —dijo Montse, su tono más afilado de lo que pretendía—. Solo me aseguraré de no cruzarme en tu camino de nuevo.
Oscar, torpe como era, no pudo evitar contestar algo—. Bueno, buena idea.
Montse soltó un bufido, le lanzó una mirada fulminante y se marchó hacia el hospitality de Ferrari, sin darle a Oscar ni una oportunidad de disculparse correctamente.
Mientras tanto, Oscar se quedó de pie, observándola marcharse, impresionado por su reacción. En lugar de sentirse ofendido, se encontró extrañamente encantado por su carácter fuerte. Había algo en ella que le llamaba la atención, aunque claro, no lo admitiría. No después de ese desastroso primer encuentro.
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Desde ese día, cada vez que Montse veía a Oscar en el paddock, su humor cambiaba. No podía evitar asociarlo con esa arrogancia de novato que ella despreciaba. Su manera de caminar con la frente en alto, como si ya lo tuviera todo resuelto, le caía fatal. "Otro piloto creído", pensaba. Lo peor era que, aunque no se cruzaran tanto, Oscar siempre encontraba la manera de hacerle algún comentario sarcástico o molestarla sutilmente. Ella lo interpretaba como un intento de arrogancia, sin saber que todo era parte de su estrategia para llamar su atención.