El trayecto de vuelta a casa transcurrió en un silencio tenso, pero el dolor y la culpa llenaban el espacio reducido del auto.
Yoongi mantenía la mirada fija en la carretera, sus manos firmes en el volante aunque le temblaban ligeramente. A su lado, Jimin se encogía en el asiento del copiloto, la cabeza apoyada contra la ventanilla. Sus ojos estaban hinchados, el rostro enrojecido por las lágrimas, y el alcohol seguía nublando su mente, intensificando cada sentimiento de angustia e inseguridad.
El coche avanzaba lentamente por las calles iluminadas por las luces de la ciudad, pero la atmósfera en el interior era asfixiante. Cada minuto que pasaba se sentía eterno, como si ambos estuvieran atrapados en un ciclo interminable de dolor que ninguno sabía cómo romper.
Yoongi se debatía internamente. Quería decir algo, cualquier cosa que pudiera aliviar el dolor de Jimin, pero sabía que no había palabras suficientes para arreglar lo que había roto. El silencio era la única respuesta posible porque, en el fondo, sabía que Jimin ya tenía la verdad que tanto temía escuchar. Aun así, necesitaba hacer algo, cualquier gesto que pudiera mostrar que, a pesar de todo, él seguía allí.
Finalmente, llegaron al estacionamiento de su edificio. Yoongi apagó el motor, pero ninguno de los dos se movió. El interior del coche estaba en penumbra, y la única fuente de luz era el reflejo tenue de los faros de la calle. Durante unos instantes, el único sonido era el de sus respiraciones desiguales. Jimin mantenía los ojos cerrados, intentando controlar el mareo que el alcohol y las emociones desatadas le provocaban. Pero antes de que Yoongi pudiera decir algo, Jimin rompió el silencio.
—¿Por qué sigues haciendo esto? —murmuró, su voz quebrada—. ¿Es que sientes lástima? ¿O es que no puedes soportar verme así, después de lo que hiciste?
Yoongi tragó saliva con dificultad. Las palabras de Jimin eran como puñaladas directas a su corazón. No sabía qué contestar, porque en parte, Jimin tenía razón: la culpa lo consumía y la visión de su esposo tan destrozado lo dejaba sintiéndose impotente y miserable. Pero también era más que eso. A pesar de todo, él lo amaba, y no podía soportar la idea de dejar que esa fuera la última imagen de lo que una vez habían sido.
—No es lástima, Jimin-ah... —contestó Yoongi con voz baja—. Es porque aún te amo, aunque sé que no lo merezco. Te fallé, y no espero que me perdones, pero no puedo dejarte así. No quiero perderte.
Jimin apretó los ojos con más fuerza, tratando de contener otra oleada de lágrimas. No podía entender cómo podía seguir amando a alguien que le había causado tanto dolor. Quería gritar, decirle a Yoongi que se fuera, que lo dejara en paz, pero al mismo tiempo, el miedo a quedarse solo en medio de la tormenta era más fuerte. No podía soportar la idea de estar sin él, no esa noche.
—Llévame a casa... —pidió Jimin en un susurro casi inaudible, con la voz quebrada y cargada de cansancio.
Yoongi asintió, aunque sabía que Jimin no podía verlo, y se inclinó para desabrochar el cinturón de seguridad de su esposo. Luego salió del auto, rodeó el vehículo y abrió la puerta del lado de Jimin. Sin decir nada, lo ayudó a bajar, sosteniéndolo con cuidado cuando notó que sus piernas flaqueaban por la combinación de alcohol y agotamiento emocional.
—Apóyate en mí —dijo Yoongi con suavidad, pasando un brazo alrededor de la cintura de Jimin para sostenerlo mientras lo guiaba hacia el ascensor.
El ascenso hasta su piso fue incómodo. Jimin se mantenía en pie solo gracias al apoyo de Yoongi, y aunque seguía estando enfadado y dolido, una parte de él simplemente quería dejarse llevar, descansar del peso que llevaba encima.
Cuando llegaron a la puerta de su apartamento, Yoongi liberó una mano para buscar las llaves. El silencio entre ellos seguía siendo denso, pero ahora había algo más: la desesperación de dos personas que no sabían cómo salvar lo que quedaba de su relación.
Al entrar al apartamento, el olor familiar y el eco de los recuerdos felices que una vez compartieron parecieron intensificar la tristeza que ambos sentían. Yoongi guió a Jimin hacia el sofá, pero antes de que pudiera soltarlo, Jimin se aferró a su camisa, con los ojos aún cerrados y la voz temblorosa.
—No quiero estar solo... —murmuró Jimin, y aunque su tono era débil, las palabras pesaron como un ancla en el corazón de Yoongi.
—No lo estarás, te lo prometo —respondió Yoongi, sintiendo el nudo en su garganta mientras se arrodillaba junto al sofá, acariciando suavemente el cabello de Jimin.
Lo ayudó a recostarse, y cuando vio que Jimin finalmente cerraba los ojos, el cansancio emocional lo alcanzó a él también. Sin decir nada más, se acomodó a su lado en el sofá, abrazándolo con delicadeza. Sabía que esa noche no podía arreglar nada, pero al menos podían aferrarse el uno al otro, aunque fuera por unas horas, aunque fuera solo por esa noche.
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TRUE LOVE YOONMIN
FanfictionEra el amor de su vida pero aún así se acostaba con su secretaria.