El espía trampantojo

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En la azotea del edificio más alto de Madrid, un cuerpo tembloroso reposaba en una silla de despacho, cegado por una capucha que apenas le dejaba espacio para respirar.

Con un movimiento rápido, la tela negra fue arrancada, revelando a una mujer morena y sonrisa intrigante.

Alex parpadeó, desconcertado, intentando reconocer el entorno.

— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

La mujer inclinó su rostro hacia él con una sonrisa cautivadora.

—Me llamo Sandra... —murmuró, mientras se apoyaba con elegancia en los brazos de la silla. En un movimiento repentino, la hizo girar hasta dejar a Alex frente al abismo, donde las luces de la ciudad titilaban a cientos de metros del borde de sus pies. Con una calma inquietante, lo devolvió a su posición inicial, obligándolo a mirarla de nuevo. El chico tragó saliva, su respiración se agitaba por momentos traicionando el intento de fingir serenidad. —Espero que estés bien y no te hayas llevado demasiados golpes —dijo ella, con un tono casi amable—, porque te necesitamos en perfectas condiciones.

—¿A mí? —inquirió intentando forzar una risa incrédula, aunque sus palabras sonaron quebradas—. ¿Para qué?

Los labios de la mujer dibujaron una línea irónica.

—Es algo sencillo... Tú eres el agente estrella del CNI, ¿verdad?

Alex soltó una risa amarga.

—Creo que se está equivocando de persona. Soy productor musical.

—Sabemos exactamente quién eres, Alejandro —susurró ella, inclinándose sobre él. La silla cedió hacia atrás hasta que el respaldo quedó suspendido sobre el abismo—. Dime, ¿es emocionante ser un súper espía?

——

Guarida del CNI, medianoche.

—Olver, no te agobies —murmuró Juanjo con una serenidad estoica, a pesar de tener a la inglesa resolplándole en la nuca mientras intentaban localizar a Alejandro.

Desde que Denna la había llamado para informar de que su marido no había vuelto a casa después del trabajo, Chiara había entrado en un estado de alerta máxima. Sin dudarlo, avisó a su equipo de escoltas y se plantó en el centro de operaciones, exigiendo respuestas.

—¡Yo no estoy agobiada! ¿Y sabes por qué? Porque, para estarlo, tendría que ser una exagerada. Y si lo fuera, me parecería una absoluta locura saber !que a mi cuñado Alex lo han raptado! —culminó su sarcástico monólogo con un grito desesperado, al borde de parecer una lunática.

—Estamos haciendo lo que podemos, Chiara. ¿Por qué no te vas al trabajo? Te llamaremos en cuanto tengamos novedades —dijo el espía moviéndose hacia la zona de monitores en un intento de huir de ella.

—Mira —replicó, señalando con énfasis el monitor que mostraba imágenes en directo del rellano frente a la puerta de su hermana. En la pantalla, Denna daba vueltas en un bucle infinito, móvil en mano—. Almudena lleva como cincuenta llamadas a su marido en esta última hora, además de las veinte que me ha hecho a mí. ¡Está histérica, joder! ¿Cómo se supone que voy a explicarle esto? — buscó apoyo visual en Violeta, quien analizaba meticulosamente las grabaciones de seguridad del estudio donde Alejandro había estado trabajando.

—Lo mejor que puedes hacer es calmarte —suspiró, tratando de mantener un tono dulce.

—¿Aún no lo entiendes? ¡Si quieres que alguien se calme, no le digas que se calme! ¡Porque no funciona! — lo soltó casi como una revelación, prácticamente llamándola estúpida en la cara, para luego percatarse del tono brusco en su propia voz—. Perdona, perdona... —levantó las manos en un gesto de disculpa mientras apretaba los puños, esforzándose por retomar el control—. Ya me estoy calmando.

LA ESPÍA QUE ME ENAMORÓ // KIVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora