Capítulo 16 | Odio

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|La culpa pesa en una cadena invisible,
que a cada paso hace el alma más vulnerable.

|La culpa pesa en una cadena invisible,que a cada paso hace el alma más vulnerable

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—Vuélvete a acostar! Sigues herido, vas a abrir tus heridas, no seas terco!

Ambos omegas forcejeaban. Lucifer recién había despertado después de estar tres días inconsciente, estaba vendado y ya le habían curado sus heridas.

Pero con la noticia que Ángel le dio, no podía permanecer en la camilla. Quería ver a su hija, ella tuvo una recaída y ahora estaba en zona de pediatría dándole oxígeno artificial y revisándole a cada cierto tiempo sus pulsaciones.

No había pasado eso desde hace mucho tiempo, Lucifer se había encargado de poner a su hija en una vitrina de cristal, para que nadie la pudiera hacer daño.
Se sentía tan culpable porque fue su culpa, porque ella lo vio así. Fue que la lastimó, lastimó el débil corazón de su hija.

—Quiero... Quiero estar con ella, Suéltame!. – No le importaba el dolor que sentía su cuerpo, Ángel lo estaba tomando en un abrazo para retenerlo en la habitación, pero por más que intentará él tampoco tenía mucha fuerza.

Ambos cayeron al piso, Lucifer grito de dolor por el impacto al caer. Ni su cuerpo y mente estaba en condiciones prudentes de hacer más ajetreo. El otro omega se alarmó y se paro para ir a buscar ayuda, sabía que él solo no podría levantarlo. 

Antes de estar cerca a la puerta, está fue abierta. Dejando ver a un alarmado alfa.
Aún si este estaba molesto con él, cada que escuchaba a Lucifer llorar, su alfa interior se regodeaba en todo su ser exigiéndole que vaya a ayudar a su omega.

Cuando vio a su amado en el piso de inmediato fue a ayudarlo, intento tomarlo en brazos pero recibió un manotazo de su parte.

—YA NO ME TOQUES.

Siguió llorando pero ahora más fuerte, su respiración estaba alterada y no dejaba de temblar. Estaba teniendo un ataque de pánico por el trauma que ocasionó su agresor.

No quería a ningún alfa cerca suyo. Ningún alfa a excepción de su hija.

—A-ANGEL ! . – Pidió a llantos su ayuda.

Los dos presentes estaban atónitos al ver como el rubio pataleaba en el piso, el mencionado así hubiera sido llamado no podía moverse.
Lo hizo cuando se percató que Lucifer estaba rascándose los brazos con brusquedad porque pensó que su amigo lo había abandonado, esos arañazos eran para supuestamente calmarse.

—No... – Se tiró de nuevo al piso empezando a detenerlo, se puso atrás de él, lo abrazo a sus espaldas y tomo sus brazos para que se detuviera, lo más delicado que podía ser porque tenía miedo de tocarle una herida abierta.
—Ya... Lucifer, yo estoy aquí.... Estoy aquí.

Escuchar su voz lo hizo tranquilizarse, estaba atontado por la medicina que le habían inyectado para el dolor, más el ajetreo de su ataque de pánico. Sentía que ya no tenía energías. 

Mesa Para Dos | RadioAppleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora