Aveces cuando se te presenta una gran oportunidad debes aprovecharla y eso es lo que hacía Alastor al ser becado en una universidad de prestigio, aunque el no pertenecía a ese lugar, tenía que adaptarse si quería graduarse rápido.
No tenía problemas...
|Dos almas rotas encontrando sanación en el amor que se atreven a compartir.
⚠ ADVERTENCIA
Este capítulo contiene escenas que muestran contenidos sexuales. Se recomienda discreción al lector...
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El ambiente en la casa estaba tranquilo después de que llegaran del picnic. Lucifer había pasado el último par de horas asegurándose de que Charlie estuviera bañada, cenada y finalmente dormida. Después de arroparla con cuidado y dejar un beso en su frente, apagó la luz de su habitación, dejando solo la lámpara de noche encendida, y salió con pasos ligeros hacia el cuarto que temporalmente compartía con el alfa
Mientras cruzaba el pasillo, un sonido bajo y entrecortado le llamó la atención. Era ronco, casi desesperado. Lucifer se detuvo en seco, con el corazón acelerándose mientras giraba la cabeza hacia la puerta entreabierta del estudio de Alastor.
Los gemidos profundos, combinados con el sonido de respiraciones agitadas, llenaban el aire, haciéndole un nudo en el estómago. Dudó un momento, pero finalmente se acercó con cautela, empujando apenas la puerta para asomarse.
Ahí estaba Alastor, sentado en el sofá, su camisa desabotonada y el cabello ligeramente desordenado, con gotas de sudor bajando por su frente. Su pecho subía y bajaba rápidamente, como si estuviera luchando con algo que no podía controlar. Su mano temblaba mientras sujetaba un pequeño frasco con pastillas, y había un vaso de agua vacío a su lado.
Lucifer sintió un dolor extraño en el pecho al verlo así. Había algo profundamente vulnerable en la figura de Alastor, como si estuviera batallando contra su propia naturaleza. Sin pensarlo mucho, abrió más la puerta para acercarse.
—Alastor... ¿estás bien?
El alfa levantó la mirada rápidamente, sus ojos brillando con una intensidad más de lo habitual. Su voz salió entrecortada, pero firme.
—No... no te acerques, Lucifer.
El omega se detuvo en el umbral, mirando con preocupación.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué estás así?
Alastor cerró los ojos y apretó la mandíbula, inclinando la cabeza hacia atrás mientras respiraba hondo, intentando calmarse.
—Es... mi celo. Cómo es mí último día. Las pastillas... No son tan efectivas
Lucifer sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había escuchado sobre cómo los alfas lidiaban con sus celos, pero nunca había visto a Alastor así, solo aquella noche. Sin embargo, lo que más le dolió fue darse cuenta de por qué estaba haciendo eso.
—Lucifer, quédate ahí. Si te acercas más.... ahora no confío en mí mismo.
El omega respetando su petición, pero no podía apartar los ojos de él.