Aurora se despertó de un salto, jadeando con el corazón acelerado. La habitación estaba bañada en la suave luz del amanecer, pero la oscuridad del sueño aún la rodeaba. El sueño había sido tan real, tan vívido, que no pudo evitar sentir que las sombras negras y el hombre de ojos rojos todavía estaban ahí, acechando en las esquinas de su mente.
Se sentó en la cama, su piel cubierta de un sudor frío. Las imágenes del sueño seguían frescas en su memoria: el bosque oscuro, las sombras que se movían como un enjambre amenazador, y aquel hombre con los ojos rojos que la miraba con una intensidad que parecía atravesar el mismo tejido de la realidad. Recordaba claramente cómo, en medio de la desesperación, él había venido a su rescate. Sus ojos eran tan intensos y llenos de una emoción que no podía describir, y su presencia había traído una paz inesperada a su angustia.
Aurora se levantó de la cama, buscando la compañía de la luz del día para alejar las sombras que aún sentía. Se dirigió al baño, lavándose la cara con agua fría en un intento por despejar su mente. Pero el recuerdo del hombre y el lobo negro que lo acompañaba seguía ahí, perturbadoramente presente.
Miró por la ventana, intentando distraerse con la vista del jardín. El sol estaba alto y el cielo despejado, un contraste tan marcado con la oscuridad del sueño que le resultaba casi inquietante. A pesar de la tranquilidad de la mañana, su mente seguía girando en torno a lo que había experimentado. ¿Qué significaba todo eso? ¿Por qué ese hombre y su lobo la habían impactado tanto?
Su corazón seguía acelerado mientras se vestía rápidamente, la necesidad de moverse y ocupar su mente con algo distinto a la pesadilla. Decidió salir a dar un paseo por el vecindario, esperando que el aire fresco y el ajetreo del día la ayudaran a aclarar sus pensamientos.
Mientras caminaba, su mente volvía una y otra vez al sueño. Se preguntaba si el hombre de ojos rojos realmente existía, o si era solo una manifestación de sus miedos. Lo que sí sabía con certeza era que el sueño había tenido un impacto profundo en ella, más allá de la simple inquietud. La conexión con ese hombre, ese ser con un lobo tan oscuro y poderoso, la había dejado con una sensación de urgencia, como si su vida estuviera entrelazada con la de él de alguna manera que aún no comprendía.
Aurora se detuvo en un parque cercano, observando a los niños jugando y a las familias disfrutando del día. El bullicio y la normalidad del lugar contrastaban con la intensidad de su sueño. Se sentó en un banco, tratando de relajarse y de enfocar sus pensamientos en algo positivo. Sin embargo, el recuerdo de las sombras y la sensación de peligro inminente seguían siendo abrumadores.
En ese momento, se dio cuenta de que no podía ignorar lo que había experimentado. Necesitaba entender más sobre el hombre de ojos rojos y el lobo negro, y cómo se relacionaban con ella. Había una conexión que sentía que debía explorar, una verdad oculta en las sombras que, de alguna manera, la llamaba a enfrentarla.
Con la determinación creciendo en su pecho, Aurora se levantó del banco, sabiendo que el sueño no era solo una pesadilla, sino una advertencia de algo mucho mayor. Con el corazón aún acelerado, emprendió el camino de regreso a casa, dispuesta a enfrentar lo que fuera necesario para desentrañar el misterio que había comenzado a envolver su vida.
El día había comenzado con normalidad, pero Aurora sabía que nada volvería a ser igual. Su conexión con el hombre de ojos rojos y el lobo negro había despertado algo en ella, y estaba decidida a descubrir qué era.
Aurora llegó a casa con la mente aún turbada por el sueño. El sol estaba en su punto más alto, y su estómago rugía de hambre. Entró en la cocina, donde el aroma del almuerzo llenaba el aire. Su madre estaba de pie junto a la estufa, y su padre ya estaba sentado a la mesa, leyendo el periódico. Ambos la miraron con curiosidad al verla entrar.
-¡Ah, finalmente llegas! -exclamó su madre con una sonrisa-. ¿Cómo va todo, Aurora? Pensé que estarías en la biblioteca.
Aurora forzó una sonrisa y se sentó en la mesa. -Lo siento, me he retrasado un poco. Tuve una mañana... agitada.
Su padre frunció el ceño, dejando el periódico a un lado. -¿Agitada? No me dijiste nada sobre eso. Había esperado que estuvieras trabajando en la biblioteca como de costumbre.
Aurora se encogió de hombros, tratando de no dejar que su ansiedad se notara. -Sí, he tenido algunos problemas personales. Solo quería tomarme un tiempo para aclarar mi mente.
Su madre dejó el cucharón y se acercó a la mesa. -¿Problemas personales? Aurora, siempre puedes hablar con nosotros. Si algo te preocupa, deberías decírnoslo en lugar de ausentarte sin decir nada.
Aurora miró su plato, sintiéndose culpable. -Lo sé, lo siento. No quería preocuparlos. Solo necesitaba un tiempo para mí misma.
Su padre la observó con una expresión que mezclaba preocupación y desconfianza. -Sabes que la biblioteca es importante, ¿verdad? Tu trabajo allí es valioso, y no podemos permitirnos que te ausentes sin una buena razón.
Aurora asintió, sintiendo la presión de sus palabras. -Sí, entiendo. Me aseguraré de que no vuelva a pasar.
Durante el almuerzo, la conversación continuó en un tono más ligero, pero Aurora no pudo dejar de pensar en las sombras y el hombre de ojos rojos. Su mente estaba distraída, y cada vez que su madre o su padre le preguntaban algo, su respuesta era automática y sin entusiasmo.
Al terminar el almuerzo, Aurora ayudó a su madre a limpiar la mesa, mientras su padre regresaba a sus tareas. Mientras recogía los platos, su madre le lanzó una mirada preocupada.
-¿Estás segura de que estás bien, Aurora? Pareces preocupada.
Aurora se detuvo un momento, buscando las palabras adecuadas. -Es solo que... he tenido un sueño extraño esta mañana. Me ha dejado un poco inquieta.
Su madre asintió con comprensión. -Los sueños pueden ser perturbadores a veces. Quizás deberías tomarte un momento para relajarte y descansar.
Aurora la miró, agradecida por el consejo, aunque en su interior sentía que el sueño no era simplemente una pesadilla. Era algo más, algo que debía enfrentar. -Lo haré, mamá. Gracias.
Después de terminar en la cocina, Aurora se dirigió a su habitación. Se sentó en el borde de su cama, su mente aún llena de preguntas. La imagen del hombre de ojos rojos y el lobo negro seguía en su mente, y la sensación de urgencia no había disminuido.
Mientras se acomodaba en la cama, decidida a intentar descansar, sabía que no podía ignorar lo que había experimentado. El sueño no era solo una inquietud pasajera, sino un indicio de algo más profundo y significativo. Y estaba decidida a descubrir qué era, incluso si eso significaba enfrentar sus propios miedos y adentrarse en lo desconocido.
Con la determinación renovada, Aurora cerró los ojos, preparándose para enfrentar cualquier desafío que viniera, sabiendo que su vida estaba a punto de cambiar de formas que aún no podía comprender.
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Luna de Almas
FantasyEn un rincón del mundo, cegado por la luz de la luna donde los susurros del viento parecen secretos "olvidados" se encuentra un pequeño pueblo; lleno de historias y demasiados misterios que podrían todavía seguir preservados muy en lo profundo; pero...