Bajo la protección del alpha

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Alexander y Hades estaban en un estado de tensión casi palpable. Aunque el calor de la chimenea llenaba la cabaña de una calidez reconfortante, había un fuego diferente ardiendo dentro de ellos, uno que ni el control férreo de Alexander ni la disciplina de Hades podían apagar por completo.

Cada gesto de Aurora, cada sonrisa tímida, y especialmente el beso que había dejado en su mejilla, avivaba ese deseo primitivo y protector que sentían por ella. Hades, en particular, se revolvía inquieto en la mente de Alexander, deseando acercarse más, reclamando el derecho ancestral de cuidar y proteger a su futura compañera. Pero Alexander se controlaba, consciente de que cualquier paso en falso podría asustar a Aurora, quien aún estaba asimilando lo que significaba estar ligada a un alpha.

La cercanía de Aurora y el creciente vínculo entre ellos hacían que cada segundo en su presencia fuera un ejercicio de voluntad. Alexander podía sentir a Hades prácticamente rugir dentro de él, instándolo a actuar, a reclamar lo que sentían era suyo por derecho. Sin embargo, Alexander sabía que tenía que proceder con cautela, que la confianza y el afecto de Aurora eran frágiles y preciosos.

Justo cuando la tensión parecía alcanzar su punto máximo, el sonido repentino de una vibración rompió el silencio. Aurora, sobresaltada, sacó su teléfono del bolsillo. Vio que eran sus padres, y su expresión cambió a una mezcla de preocupación y culpa.

"Son mis padres," murmuró, mientras se levantaba ligeramente para contestar la llamada. Alexander la observó con una mezcla de curiosidad y preocupación. No podía escuchar lo que decían, pero podía ver cómo la tensión en el rostro de Aurora aumentaba.

"Sí, mamá... lo siento... Estoy con Aixa, llegué tarde y decidí quedarme aquí con ella. No te preocupes, volveré a casa pronto," dijo Aurora con una voz suave pero firme, intentando calmar la inquietud de sus padres. Después de unos momentos más de charla, terminó la llamada y guardó el teléfono en su bolsillo, mirando a Alexander con una expresión mezcla de nerviosismo y alivio.

Antes de que pudiera decir algo, Alexander se adelantó, su voz firme pero tranquila. "No es seguro que vuelvas a casa ahora. Es de noche, y hay peligros que podrían estar al acecho. Yo mismo te llevaré a casa mañana por la mañana, cuando sea seguro. Mientras tanto, por favor, siéntete como en tu propia casa."

Aurora parpadeó sorprendida por la preocupación en su tono, pero asintió lentamente, sintiendo un extraño alivio en la idea de quedarse. Había algo en la seguridad que Alexander le ofrecía que la tranquilizaba profundamente, como si el mero hecho de estar a su lado fuera suficiente para mantener a raya cualquier peligro.

"Gracias, Alexander," respondió Aurora con una pequeña sonrisa, reconociendo no solo su oferta, sino también la protección implícita que venía con ella.

Alexander asintió, devolviéndole la sonrisa con una suavidad que contrastaba con la intensidad de sus pensamientos. Aunque su deseo de protegerla era indiscutible, no podía ignorar la lucha interna que libraba para mantener a Hades bajo control. Cada momento que pasaban juntos hacía que la línea entre su autocontrol y su instinto animal se volviera más delgada, pero sabía que debía ser paciente. Aurora merecía tiempo y comprensión, no una avalancha de emociones y deseos desenfrenados.

"Descansa, Aurora," dijo finalmente, dirigiéndola hacia una pequeña pero acogedora habitación que había preparado para ella. "Mañana, cuando el sol haya salido, te llevaré de vuelta a casa. Hasta entonces, estaré aquí, cuidando de ti."

Aurora lo miró con gratitud, sintiendo una extraña paz a pesar de las circunstancias. Sabía que el vínculo entre ellos era complicado, pero también sentía que estaba en buenas manos. Con una última mirada agradecida, se dirigió a la habitación, dejando a Alexander solo con sus pensamientos y el constante rugido silencioso de Hades en su interior.

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