Desafíos no olvidados

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La mañana siguiente llegó con el canto de los pájaros y el suave murmullo del viento que se filtraba a través de los árboles. Aurora despertó sintiéndose renovada, aunque todavía un poco adolorida por el entrenamiento del día anterior. Se levantó y se asomó por la ventana, admirando el paisaje que la rodeaba. Los rayos del sol iluminaban el bosque, creando destellos dorados entre las hojas.

Después de un desayuno sencillo en la cocina, decidió que era momento de conocer más a fondo la manada y su nuevo hogar. Se vistió con ropa cómoda y salió de la casa, lista para explorar. A medida que caminaba por el sendero, notó que varios miembros de la manada la saludaban con sonrisas y gestos amistosos. La sensación de ser bienvenida la envolvía como un cálido abrigo.

Sin embargo, el buen humor no pudo acallar la incertidumbre que sentía en su interior. Su mente seguía recordando la conversación con Cora y cómo había dejado claro que su éxito en la manada dependería de su capacidad para controlar sus poderes. Eso la llenaba de una presión que era difícil de ignorar.

Mientras caminaba, se encontró con Ethan, quien se estaba preparando para salir a cazar con un grupo de lobos que no pertenecían a la misma manada que Aurora. Al verla, hizo un gesto con la cabeza, indicándole que lo siguiera. Ella, intrigada, lo hizo.

A medida que se adentraban en el bosque, él le explicó sobre la caza y cómo se movían en equipo para atrapar presas. Aurora escuchó con atención, disfrutando de la camaradería que se desarrollaba entre ellos, aunque sabía que no eran de la misma manada.

Cuando llegaron a un claro, el grupo se detuvo. Aurora observó mientras los betas comenzaban a transformarse. Uno a uno, sus cuerpos se contorsionaron y se alzaron, dejando atrás la forma humana para dar paso a sus imponentes formas de lobos. Aurora se sintió cautivada y asombrada, presenciando la magia de la transformación ante sus ojos. El sonido de huesos rompiéndose y músculos estirándose llenaba el aire, pero había algo hipnótico en el proceso.

Ethan fue el último en transformarse. Su figura humana desapareció para revelarse como un magnífico lobo de pelaje blanco como la nieve, ojos brillantes y una presencia majestuosa. Se sentía más poderoso, más conectado a la naturaleza en su forma animal. Aurora se sintió pequeña a su lado, pero también llena de asombro. Jamás había presenciado algo tan impresionante.

El grupo se lanzó hacia la presa, y Aurora sintió el torrente de adrenalina al ver cómo la caza se desarrollaba. A pesar de no ser un lobo, su poder había sido fundamental para su éxito. Mientras los lobos trabajaban juntos, ella sintió que pertenecía a este nuevo mundo.

Finalmente, se detuvieron en un claro donde un grupo de ciervos pastaba. Aurora sintió una mezcla de emoción y nerviosismo al ver cómo los lobos se preparaban para la caza. Era un espectáculo impresionante: la coordinación, la velocidad y la conexión entre ellos. Todo parecía un ballet natural que le robaba el aliento.

Ethan la miró y, sin necesidad de palabras, movió su cabeza, indicándole que era el momento de actuar. Aurora cerró los ojos y respiró hondo, sintiendo el poder que bullía dentro de ella. Con un gesto de su mano, lanzó una ilusión, creando un sonido distante que atrajo la atención de los ciervos. Vio cómo uno de ellos levantaba la cabeza, curioso, mientras los lobos aprovechaban el momento.

El grupo se lanzó hacia la presa, y Aurora sintió una mezcla de orgullo y alivio. Había logrado ayudar a la manada de una manera que nunca había imaginado. La alegría era contagiosa y el grupo celebró su éxito con aullidos y juegos entre ellos.

Al regresar al campamento, la energía era eléctrica. La caza había sido exitosa, y había un aire de celebración. Aurora se sintió parte de algo más grande, una comunidad donde podía aprender y crecer. Sin embargo, a pesar de la felicidad que la rodeaba, no podía evitar pensar en Alexander. La ausencia de su presencia era como un eco constante en su mente, y aunque sabía que tenía que concentrarse en su entrenamiento, su corazón aún anhelaba su compañía.

Esa noche, mientras se sentaba alrededor de la fogata con la manada, sintió una conexión especial con ellos. Compartieron historias y risas, y la atmósfera era cálida y acogedora. Aurora se sintió agradecida por el apoyo y la aceptación, pero también sintió un vacío al pensar en lo que había dejado atrás.

Al final del día, cuando todos se dispersaron para ir a sus casas, Aurora se quedó sentada junto a la fogata, mirando las llamas danzar. La noche estaba estrellada y el aire fresco la envolvía. Cerró los ojos, intentando encontrar consuelo en la calidez de las llamas. En su mente, formó una promesa: no se rendiría. Aprendería a controlar sus poderes, y haría lo que fuera necesario para demostrar que podía regresar a Alexander y a la manada que había sido su hogar.

Mañana sería otro día de entrenamiento, y estaba decidida a enfrentarlo con todo lo que tenía...

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora