No es lo que crees que es...

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Alexander'

El sol apenas asomaba sobre el horizonte, pero mi día ya había comenzado hace horas. Revisaba los contratos de paz con otras manadas en mi oficina, una rutina que usualmente me tranquilizaba, pero hoy, nada lo hacía. Todo lo que tenía en la mente era Aurora, la mujer que la Luna había destinado para mí. Ella era más que un destino; era una diosa en mi vida, mi diosa. Su cabello naranja como el fuego, sus ojos celestes que parecían atrapar el cielo en un instante, y esa sonrisa... Esa sonrisa que podía iluminar hasta la más oscura de mis noches.

Hades, mi lobo, no dejaba de rugir en mi mente, inquieto y enfadado. Estaba cansado de esperar, de mi lentitud para reclamar lo que era nuestro por derecho. Para él, no había excusas. No entendía por qué no me había acercado más a Aurora, por qué no la había reclamado, ni siquiera habíamos compartido un beso. Hades quería marcarla, hacerla nuestra, pero yo tenía que controlarlo. Aurora apenas comenzaba a comprender el mundo del que yo provenía; lanzarla de lleno en él, sin tiempo para adaptarse, podría romperla. Pero la verdad era que yo también sentía la misma urgencia que Hades. No podía dejar de pensar en ella, de desear estar a su lado.

Me encontraba revisando los papeles en mi oficina, intentando distraerme de sus pensamientos, cuando uno de mis betas entró de golpe sin siquiera tocar la puerta. Algo en su expresión me hizo fruncir el ceño al instante.

—Alpha Alexander, tenemos un problema muy grave —dijo, su voz cargada de urgencia y pánico.

Antes de que pudiera preguntar qué sucedía, una punzada aguda atravesó mi pecho como un puñal. Un dolor inesperado, profundo, que no podía ignorar.

—¡Aurora! —grité, poniéndome de pie con los ojos clavados en mi beta, esperando que me diera una respuesta inmediata.

—Sucedió algo en las fronteras de la manada —dijo, con voz temblorosa—. Se trata de... de... nuestra Luna... Aurora. Los guerreros fueron rápidamente a verificar y acaban de informarme que encontraron a una muchacha humana, de cabello naranja, desmayada en la cabaña de la frontera. No sabemos por qué, Alpha.

No necesitaba escuchar más. Hades rugió dentro de mí, exigiendo salir, y no lo detuve. Corrí hacia la puerta, y en un instante, mi cuerpo se transformó, mi ropa permaneciendo intacta gracias a los hechizos de las brujas que protegían nuestras pertenencias al cambiar de forma. En mi forma de lobo, con Hades al mando, me lancé hacia la cabaña. No había tiempo que perder; cada segundo era una eternidad.

Llegué a la cabaña con una rabia descontrolada y un miedo que quemaba en mis entrañas. Los guerreros rodeaban la entrada, pero los empujé a un lado sin miramientos, mi única preocupación era Aurora. Allí estaba, tirada en el suelo, pálida pero viva. Me agaché y la tomé entre mis brazos con un cuidado que no sabía que era capaz de tener. Ella era tan hermosa incluso en ese estado vulnerable, y el alivio de sentir su pulso débil pero constante casi me hizo caer de rodillas.

—¡¿Qué mierda sucedió aquí?! —rugí, mirando a mis guerreros, mi voz retumbando en la cabaña.

Uno de mis mejores guerreros dio un paso al frente, su voz temblando por la incertidumbre y el miedo de mi furia.

—No lo sabemos, Alpha. Vimos una luz brillante proveniente de la cabaña y corrimos a ver qué pasaba. Solo encontramos a esta muchacha aquí...

Asentí, respirando profundamente para calmar el torrente de emociones que me golpeaba. Los mandé a todos fuera, necesitaba espacio, necesitaba pensar. Una vez que estuvimos solos, rápidamente la llevé al hospital de la manada. Mis pasos resonaban en los pasillos mientras gritaba, pidiendo al mejor doctor para mi futura Luna. Las miradas sorprendidas de los miembros de la manada se volvieron sonrisas al escucharme, al darse cuenta de que finalmente había encontrado a mi Luna. Pero esas sonrisas se desvanecieron cuando vieron que Aurora no despertaba.

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora