Primer beso...

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Aurora'

Abrí los ojos y me encontré en un lugar desconocido, con las luces fluorescentes iluminando la habitación de manera antinatural. Me dolía la cabeza, y el zumbido constante de las máquinas a mi lado no ayudaba. Parpadeé varias veces, tratando de ajustar mi vista a la luz, y me di cuenta de que estaba en una sala que parecía un hospital. Las paredes eran de un blanco tan impoluto que me resultaba cegador, y el olor a desinfectante impregnaba el aire. Mi corazón empezó a latir más rápido cuando noté que tenía cables conectados a mi brazo. Sin pensarlo, los arranqué de mi piel, y el sonido agudo de una máquina que caía al suelo resonó en la habitación.

El ruido hizo que dos hombres altos y fornidos entraran rápidamente en la sala. Me sobresalté y mi primera reacción fue cubrirme, llevando una mano temblorosa hacia mi amuleto de luna. Sentí su fría presencia contra mi piel, y eso me dio un pequeño consuelo, aunque no suficiente. Los hombres, al notar mi pánico, levantaron las manos como en señal de paz y me sonrieron con una amabilidad que no esperaba ver en sus rostros tan duros.

—Tranquila, estás a salvo aquí —dijo uno de ellos con voz suave, como si estuviera intentando calmar a un animal asustado.

—No quiero estar aquí —respondí en un susurro, mi voz temblorosa y llena de miedo—. Solo quiero ir a casa, con mis padres.

Me dolía el pecho de tanto contener las lágrimas. Quería mi vida de antes, mi rutina aburrida, la biblioteca y mis paseos matutinos. Quería mi normalidad de vuelta, esa que se había desvanecido desde que Alexander, o más bien su forma de lobo, había aparecido en mis sueños. Mis manos temblaban, y aunque los hombres intentaban explicarme que estaba a salvo, sus palabras no tenían ningún efecto calmante en mí.

De repente, la puerta se abrió de golpe, y un hombre entró empujando a otros dos que estaban de pie afuera. Era Alexander. Mi lobito negro. El mismo que siempre había venido a mi rescate, excepto hoy. Su mirada se cruzó con la mía, y vi en sus ojos una mezcla de furia, miedo y algo más profundo, algo que solo había sentido en mis sueños. Sin decir una palabra, sacó a los dos hombres de la sala y cerró la puerta tras de sí. Estaba allí, de pie frente a mí, respirando agitado como si hubiera corrido una maratón.

—Aurora —dijo finalmente, su voz temblando ligeramente, como si no pudiera creer que yo estuviera allí—

Quería gritarle, quería golpearlo por no haber estado allí cuando más lo necesitaba, pero en cambio, solo queria abrazarlo.Me aferre a él como si fuera mi ancla en medio de una tormenta mientras respiraba de manera agitada por todo lo sucedido. Sus brazos me rodearon con una fuerza desesperada, y por un momento me permití sentirme segura, aunque todo en mi vida se sintiera como una pesadilla constante.

—Pensé que esta vez no vendrías—. susurré

Alexander apretó su agarre, casi como si temiera que si me soltaba me desvanecería en el aire. Me acarició el cabello con una ternura que no esperaba de alguien tan feroz y dominante como él.

—Siempre vendré por ti, Aurora. Siempre. —Su voz sonó firme, pero pude notar la grieta de vulnerabilidad escondida en sus palabras.

Quería creerle. Quería pensar que él podía protegerme de todo, incluso de las sombras que habían vuelto para atormentarme. Pero algo en mi interior sabía que había cosas de las que ni siquiera Alexander podía salvarme. Sentí una lágrima deslizarse por mi mejilla, y cuando me aparté lo suficiente para mirarlo a los ojos, noté que él también estaba luchando con sus propios demonios.

—Aurora, no debí dejarte sola. Pero no volverá a pasar, te lo prometo —dijo, su tono grave y lleno de determinación.

Asentí, aunque sabía que mis miedos no desaparecerían tan fácilmente. Alexander se veía tan decidido, tan dispuesto a protegerme, que por un segundo me dejé llevar por esa ilusión. Me abrazó de nuevo, y cerré los ojos, tratando de imaginar que estábamos en otro lugar, en otro tiempo, donde nada de esto había ocurrido. Pero no importaba cuánto lo deseara, la realidad seguía siendo la misma.

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora