Pesadillas

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Aurora despertó con el corazón todavía latiendo rápido, como si la pesadilla la hubiera seguido hasta la mañana. El cuarto estaba tranquilo, con la luz suave de la mañana filtrándose por las cortinas, pero ella no podía olvidar lo que había soñado. Giró la cabeza y vio a Alexander a su lado, observándola con una mezcla de preocupación y ternura. ¿Hace cuánto estuvo mirando a Aurora dormir?

—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja. Había estado despierto desde que ella lo sobresaltó en medio de la noche, gritando por el sueño que la había dejado agitada.

Aurora se frotó los ojos y asintió levemente, aunque el nudo en su estómago aún no desaparecía del todo.

—Fue solo un sueño… No sé por qué me asusté tanto —respondió, tratando de sonar más tranquila de lo que se sentía. La imagen de la pesadilla seguía fresca en su mente, un laberinto oscuro donde sombras la perseguían sin descanso.

Alexander la miró, la intensidad de su mirada transmitía que él sabía que no era solo un simple sueño. La preocupación en su rostro hizo que Aurora se sintiera más segura, como si estuviera rodeada de una burbuja de protección.

—¿Quieres hablar de ello? —sugirió, inclinándose un poco más cerca. Ella sintió que la calidez de su presencia aliviaba el frío que había dejado la pesadilla.

Pero antes de que pudiera responder, un suave toque en la puerta interrumpió el momento. La señora Rosa, la mujer que se encargaba de la limpieza y de la cocina, asomó la cabeza por la puerta, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

—Buenos días, jóvenes. Les he traído el desayuno —anunció alegremente, trayendo una bandeja humeante que desprendía el aroma reconfortante de pancakes recién hechos y tocino crujiente.

Aurora sonrió débilmente mientras la señora entraba y colocaba la bandeja sobre la mesa, sin esperar a que le dijeran nada. Luego, con un guiño y un recordatorio de que los estarían esperando en la cocina, se retiró con pasos ligeros.

—¿Ves? Incluso la comida me dice que todo estará bien —dijo Aurora, intentando animar el ambiente. Aun así, su mente seguía ocupada por la pesadilla.

Alexander la observó mientras ella servía un poco de todo en su plato.

—A veces, los sueños pueden ser más que simples imágenes —murmuró, su tono era serio, como si hablara de algo más que un simple sueño.

Aurora lo miró, notando la profundidad de sus palabras.

—¿Qué quieres decir? —preguntó, sintiendo la curiosidad apoderarse de ella.

—A veces, pueden ser advertencias o reflejos de nuestros miedos más profundos —dijo Alexander, mientras tomaba un trozo de tocino con sus dedos.

Aurora reflexionó sobre eso. ¿Podía su pesadilla ser un eco de algo más que solo su imaginación? Una parte de ella quería creer que era solo eso, un mal sueño. Pero otra parte se preguntaba si había algo más, algo que necesitaba entender.

—Quizás solo necesito dejar de comer tanto antes de dormir —bromeó, buscando aliviar la tensión. Pero su sonrisa se desvaneció un poco cuando recordó el rostro oscuro que la había perseguido en la pesadilla.

—O quizás deberías contármelo —insistió Alexander con suavidad—. Estoy aquí para escucharte.

Aurora tomó un respiro profundo. La bondad en su voz la animó a abrirse, aunque el miedo todavía estaba presente en su pecho. Con una mirada intensa, decidió que tal vez compartir su experiencia podría ayudarla a encontrar algo de paz.

—Está bien, pero… es un poco extraño —admitió, mientras comenzaba a relatar lo que había visto en su sueño. Mientras hablaba, el ambiente en la habitación se llenó de una mezcla de comodidad y vulnerabilidad, como si el desayuno y la conexión entre ellos pudieran ahogar cualquier sombra que quedara.

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora