Un Nuevo Mundo

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La luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas, tiñendo la habitación con tonos dorados. Aurora despertó poco a poco, sintiendo el suave calor que la envolvía. Un cosquilleo de recuerdos del amanecer anterior la invadió, y la sonrisa que brotó en su rostro fue instantánea.

A su lado, Alexander estaba dormido, su respiración tranquila y profunda. El caos de la noche anterior parecía un sueño, una visión fugaz de pasión que la había llevado al borde de la locura. Se giró para observarlo mejor, sus rasgos fuertes y masculinos iluminados por la luz matutina. Era hermoso en su vulnerabilidad, una imagen que la hizo sentir una mezcla de ternura y deseo.

Sin querer, su mano se deslizó hacia su cabello, acariciándolo suavemente. Era un gesto involuntario, pero en el momento en que su piel tocó la de él, una corriente de electricidad recorrió su cuerpo. Alexander se movió, murmurando algo en su sueño, y Aurora contuvo la respiración, temiendo haberlo despertado.

Pero él no abrió los ojos. En cambio, giró la cabeza, colocando su brazo sobre ella y atrayéndola hacia su cuerpo, envolviéndola en un abrazo cálido y reconfortante. Aurora se sintió segura en sus brazos, como si nada pudiera tocarlos. Sin embargo, la realidad de lo que habían compartido comenzó a calar en su mente.

Se sentó con cautela, tratando de recordar cada detalle del encuentro. Había sido intenso, cargado de emociones que la habían desbordado. Pero también había una parte de ella que no podía ignorar: el hecho de que se había entregado a un hombre que llevaba la oscuridad en su vida.

Miró a su alrededor, buscando un punto de referencia en la habitación. No era la habitación de un hotel lujoso, sino un espacio más bien rústico, decorado con un estilo que reflejaba la personalidad de Alexander. Un profundo suspiro se escapó de sus labios mientras recordaba la forma en que se habían unido, el momento de rendición que había compartido con él.

Un suave movimiento a su lado la sacó de sus pensamientos. Alexander despertó, parpadeando ante la luz que se filtraba por la ventana. Su mirada se centró en Aurora, y la sonrisa que apareció en su rostro hizo que su corazón se acelerara.

—Buenos días, hermosa —dijo, su voz aún rasposa por el sueño.

—Buenos días —respondió ella, sintiéndose un poco cohibida al recordar lo que había sucedido.

La expresión de Alexander era cálida, y su mirada la evaluó con ternura. Sin embargo, en su rostro había un destello de complicidad, como si ambos compartieran un secreto que solo ellos conocían.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó, incorporándose con un gesto caballeroso.

—Me siento bien, gracias —respondió, sintiendo que sus palabras eran sinceras, incluso a pesar del caos emocional que la rodeaba.

Sin embargo, en un momento de distracción, Aurora no pudo evitar mirar hacia su trasero mientras él se levantaba para buscar un vaso de agua. Justo cuando se dio cuenta de lo que hacía, su rostro se sonrojó. Pero Alexander, al girarse para mirar hacia ella, captó su atención.

—¿Te gusta lo que ves? —dijo con una sonrisa traviesa, antes de añadir—: No te preocupes, no hay cargo extra por las vistas.

Aurora soltó una risa nerviosa, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. La mezcla de provocación y humor en su voz la hizo sentir un escalofrío de emoción.

—Muy gracioso, Alexander —respondió, con un tono de desafío—. Creo que necesitas algo más que solo tu buen aspecto para impresionarme.

Con una sonrisa burlona, él se acercó a una pequeña mesa, donde había un vaso de agua. Tras un momento, regresó con el vaso fresco en la mano.

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora