Descontrol

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Aurora se quedó paralizada por un segundo, viendo cómo Alexander luchaba inútilmente contra la red de energía mágica que lo inmovilizaba. Su corazón latía con fuerza, cada golpe resonando en sus oídos. La desesperación comenzaba a ahogarla, pero al mismo tiempo, una furia latente empezó a emerger desde lo más profundo de su ser.

—¡Déjalo! —gritó Aurora, su voz rompiendo el aire denso del claro. Intentó lanzarse hacia Alexander, pero una barrera invisible la mantuvo en su lugar.

La bruja la observaba con una calma perturbadora. —Esto es necesario —dijo con frialdad—. Si no despiertas tu poder ahora, Alexander no sobrevivirá. La energía que lo envuelve es letal. Solo tú puedes liberarlo.

Las palabras de la bruja se clavaron en la mente de Aurora como un aguijón envenenado. Todo su cuerpo se tensó, el aire alrededor de ella parecía vibrar con una energía que aún no entendía, pero podía sentirla. La furia y el miedo se entrelazaron, creando un torbellino emocional que no sabía cómo controlar.

Aurora cerró los ojos, tratando de calmar el caos que se había instalado dentro de ella, pero las imágenes de Alexander atrapado, luchando por liberarse, invadían cada pensamiento. No podía pensar con claridad. El pánico la consumía.

—Respira —ordenó la bruja, su voz ahora más firme—. Tienes que controlar tus emociones. No luches contra el miedo, canalízalo.

Aurora exhaló, sus manos temblaban, pero intentó concentrarse en lo que la bruja decía. A través de sus párpados cerrados, comenzó a sentir algo más allá del pánico, algo que había ignorado hasta ese momento: una conexión profunda, una corriente de energía que parecía surgir desde el suelo bajo sus pies y subir hasta su corazón. Era antigua, poderosa, como si hubiera estado ahí siempre, esperando ser despertada.

El aire a su alrededor comenzó a cambiar. La suave brisa se volvió un viento más fuerte, las hojas de los árboles empezaron a susurrar con una intensidad desconocida. Aurora abrió los ojos, y por un momento, pudo ver algo diferente: una luz dorada emanando de sus manos.

La bruja sonrió, aunque su expresión seguía siendo severa. —Eso es, Aurora. Siente el poder, déjalo fluir.

Pero Alexander seguía atrapado, y el tiempo se agotaba. Aurora se centró en él, en el vínculo que compartían. El miedo a perderlo la envolvía, pero ahora no era una debilidad, sino una fuente de energía. Recordó todo lo que habían pasado juntos, la conexión que los unía. Se dejó llevar por ese sentimiento.

De repente, el viento se intensificó, como si respondiera a la emoción que crecía en su interior. Aurora alzó las manos instintivamente, y las piedras que antes no habían significado nada comenzaron a brillar con una luz dorada, casi cegadora. Sin entender del todo cómo, Aurora sintió una fuerza salir de su cuerpo, una oleada de poder que se dirigía directamente hacia la red mágica que envolvía a Alexander.

La energía dorada chocó contra la red oscura, y por un momento, ambas fuerzas lucharon, vibrando en el aire. Aurora apretó los dientes, enfocando toda su voluntad en liberar a Alexander. Podía sentir el tirón en su interior, el esfuerzo de mantener el control sobre esa nueva energía, pero no podía detenerse. No cuando Alexander estaba en peligro.

Finalmente, la red de energía oscura comenzó a desvanecerse, hasta que desapareció por completo. Alexander cayó al suelo, jadeando, pero libre. Aurora, agotada, cayó de rodillas, respirando pesadamente. El esfuerzo había drenado sus fuerzas, pero lo había logrado. Alexander estaba a salvo.

La bruja asintió, satisfecha. —Has despertado tu poder, Aurora. Pero este es solo el comienzo.

Aurora, con el cuerpo temblando de agotamiento y emociones, se levantó lentamente. Miró a la bruja, y algo cambió dentro de ella. La furia que antes había utilizado para liberar a Alexander no había desaparecido. Al contrario, crecía más fuerte, más oscura. Esa mujer había puesto en peligro a Alexander, había utilizado su vida como moneda de cambio para despertarla. Y ahora, esa rabia la consumía.

Sin pensarlo dos veces, Aurora dejó que su recién descubierto poder fluyera de nuevo. Esta vez, no fue para liberar a nadie, sino para atacar. Sus manos brillaron con una luz dorada intensa, y sin decir una palabra, lanzó una ráfaga de energía directamente hacia la bruja.

La bruja, sorprendida por la rapidez del ataque, apenas tuvo tiempo de levantar una barrera de protección. La energía de Aurora golpeó la barrera con una fuerza que resonó en el aire, haciendo que la bruja diera un paso atrás, sus ojos abiertos con incredulidad.

—¡Aurora! —la voz de Alexander rompió el caos, pero Aurora no se detuvo. La rabia la controlaba ahora, cegada por la necesidad de venganza.

Volvió a cargar contra la bruja, lanzando otra oleada de poder, pero antes de que pudiera hacer más, unas manos firmes la rodearon desde atrás. Alexander la había alcanzado y la sujetaba con fuerza, deteniendo su ataque.

—¡Basta! —le gritó, su voz llena de urgencia—. No hagas esto, Aurora. No es lo que tú eres.

Aurora, con la respiración agitada, luchó por soltarse, pero la fuerza de Alexander la mantenía en su lugar. Su pecho subía y bajaba rápidamente, el poder aún palpitando dentro de ella, buscando una salida. Las lágrimas empezaron a llenar sus ojos cuando finalmente se dio cuenta de lo que estaba haciendo.

—Ella... te puso en peligro —dijo entre jadeos, su voz rota.

Alexander aflojó su agarre, pero no la soltó del todo. —Lo sé —susurró, acercándola más a él—. Pero atacarla no va a cambiar nada. Ya me salvaste, y eso es todo lo que importa.

Aurora dejó caer sus brazos, el poder disminuyendo hasta desaparecer por completo. La ira que la había impulsado se disolvía, dejando solo el cansancio y la confusión.

La bruja, que había permanecido en silencio, bajó su barrera. Su mirada se había suavizado ligeramente, aunque aún mantenía su postura rígida.

—Esa furia —dijo la bruja en voz baja—. Si no la controlas, será tu mayor debilidad.

Aurora no respondió. Solo se giró hacia Alexander, apoyando su cabeza en su pecho. La realidad de lo que casi había hecho la golpeaba con fuerza, y solo quería sentir la tranquilidad que siempre encontraba en su mate.

Alexander la sostuvo por unos momentos más, antes de levantarla suavemente del suelo. —Te llevaré a casa —dijo, sin quitarle los ojos de encima.

Mientras se alejaban del claro, Aurora supo que aunque había despertado su poder, aún quedaba mucho por aprender. Y lo más importante, tendría que aprender a controlar esa parte de sí misma que podría destruirla, si no tenía cuidado.

Luna de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora