-Capítulo 35-

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Cuatro días después

La atmósfera en el pequeño pueblo se había vuelto sofocante, como si el aire mismo compartiera la pena que envolvía a quienes conocían a Angelo y Mortis. El sol, que en días anteriores brillaba con un calor sofocante, ahora apenas se asomaba entre las nubes grises que parecían haberse instalado de manera permanente, añadiendo un toque sombrío al paisaje.

Cuatro días antes, Emz había decidido buscar a su tío Mortis después del festival, preocupada por no haberlo visto en toda la noche. Sabía que Mortis a menudo se refugiaba en su lugar de trabajo, en el cementerio, donde encontraba paz entre las tumbas y el silencio de los muertos. Pensó que quizás había decidido quedarse a trabajar más tiempo para evitar el bullicio del festival.

Pero al llegar, Emz se encontró con una puerta cerrada, algo inusual para Mortis, que siempre la dejaba abierta. Inquieta, intentó abrirla, pero estaba con llave. Y es ahí donde recordó que tenía una llave de reserva, una que Mortis le había dado en caso de emergencia. Con manos temblorosas, la introdujo en la cerradura y abrió la puerta lentamente.

El silencio que la recibió dentro era abrumador, un vacío que parecía absorber todo sonido. El ambiente estaba cargado de una quietud inquietante, y un escalofrío recorrió su espalda. Mientras avanzaba, el olor a cera y madera envejecida la envolvió, intensificando su ansiedad. Fue entonces cuando, al girar una esquina, lo vio: el cuerpo sin vida de Angelo, recostado en un ataúd, como si estuviera durmiendo el sueño más profundo. Su rostro, ahora pálido y sereno, no mostraba signos de la vitalidad que lo había caracterizado. La visión fue un golpe que le quitó el aliento, y por un instante, su cuerpo dejó de funcionar.

Emz retrocedió unos pasos, sintiendo que las fuerzas la abandonaban. El dolor la atravesó como una cuchilla, un dolor tan profundo que apenas podía comprender. La incredulidad se mezclaba con la angustia mientras intentaba procesar lo que estaba viendo. Angelo, el siempre sonriente, el alma de la fiesta, yacía ahí, inmóvil, en un ataúd que Mortis había preparado. La imagen era demasiado para soportar, pero a pesar de ello, no podía apartar la mirada.

Cuando Frank llegó poco después, alertado por la ausencia de Emz, también quedó algo impactado. Juntos, contemplaron la escena, sumidos en un silencio cargado de tristeza y confusión. Querían llamar a la policía, denunciar la desaparición de Mortis y la muerte de Angelo, pero algo en ellos los detenía. Temían las preguntas, temían lo que podría salir a la luz. Había razones ocultas, secretos que preferían no revelar al mundo exterior. Y así, optaron por mantener la tragedia entre las personas más cercanas, aquellos que conocían la profundidad de la relación entre Mortis y Angelo.

Durante esos días, la preocupación crecía entre los amigos cercanos. Nadie podía entender cómo Angelo había muerto. ¿Fue un accidente, un acto deliberado? Las dudas se agolpaban en sus mentes, pero no había respuestas, solo el pesado silencio que Mortis había dejado tras de sí.

Hasta que el día llegó. Mortis, destrozado por el dolor, decidió regresar al cementerio para despedirse definitivamente de su amado. Durante los cuatro días que habían pasado desde la muerte de Angelo, no había dejado de llorar. Su mente no encontraba descanso, repitiendo una y otra vez los eventos que lo habían llevado a ese momento fatídico. Se odiaba a sí mismo, maldiciendo su incapacidad para salvar a Angelo, convencido de que si hubiera actuado antes, ahora estaría a su lado, planeando un futuro juntos.

El camino al cementerio parecía interminable, cada paso una tortura, cada recuerdo un puñal que se clavaba más profundamente en su alma. Sentía el peso de la culpa aplastándolo, una culpa que no lo dejaba vivir, que lo hacía querer desaparecer. El silencio del bosque que rodeaba el cementerio parecía reflejar su propia desolación, una ausencia de vida que resonaba con su propio vacío interior.

Corazones en la Niebla {Mortis x Angelo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora