24. Tenía que decirlo

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—Debo ir tras él... —susurró, más para sí misma que para Akaashi, quien la miraba con una mezcla de preocupación y entendimiento.

Hana se despidió de Akaashi con un gesto rápido y apresurado, sus ojos fijos en la puerta de la tienda como si esa fuera su única salida de un laberinto de emociones complicadas. Su corazón latía tan fuerte que sentía que cada pulso reverberaba en su cabeza. La necesidad de hablar, de aclarar las cosas, era apremiante, casi dolorosa. Tenía que encontrarlo.

—Hana... —Akaashi intentó detenerla, pero las palabras se quedaron en su garganta al ver la determinación en los ojos de Hana. No había nada que pudiera decir para cambiar lo que ella ya había decidido.

Hana salió de la tienda apresuradamente, la campanilla de la puerta sonó débilmente detrás de ella mientras se adentraba en el mundo exterior. El clima había cambiado drásticamente. El cielo, que había estado relativamente despejado, ahora estaba cubierto de nubes grises y pesadas. El viento frío cortaba su piel, como si la naturaleza misma fuera cómplice de la tormenta emocional que se desataba en su interior. Los primeros indicios de lluvia empezaban a manchar el pavimento, como lágrimas que no podían contenerse.

—¡Tsukishima! —gritó Hana, con la esperanza de que él la escuchara, pero su voz se perdió en el viento. No había rastro de él.

Corrió por la calle, su mente un torbellino de pensamientos contradictorios. Sus pies resonaban contra el pavimento mientras seguía gritando el nombre de Tsukishima, pero parecía que la distancia entre ellos solo aumentaba. La frustración y la desesperación se arremolinaban dentro de ella, hasta que de repente, su pie tropezó con una irregularidad en el suelo mojado y cayó de bruces al pavimento, sus manos y rodillas impactando con un golpe sordo.

La lluvia empezaba a caer más fuerte, empapando su ropa y su cabello, mientras las lágrimas, invisibles entre la lluvia, comenzaban a brotar de sus ojos. Allí, en el suelo frío y mojado, Hana sintió cómo la realidad la aplastaba con toda su fuerza. No podía seguir adelante, no podía correr más. La culpa, el miedo y la desesperación eran abrumadores.

—¡Por favor, no te vayas...! —sollozó, su voz apenas un susurro entre la tormenta. Sus hombros temblaban, incapaces de soportar el peso de todo lo que había guardado dentro. Estaba cansada, tan cansada de huir de sus propios sentimientos, de su propia realidad.

De repente, sintió unos pasos acercarse a ella. Unos pasos firmes pero lentos que resonaban a través del sonido de la lluvia.

Hana levantó la cabeza lentamente, con el corazón en la garganta. Frente a ella, con la expresión más inescrutable que había visto jamás, estaba Tsukishima. El cabello rubio de él estaba empapado, y las gotas de agua caían por su rostro, pero sus ojos dorados estaban fijos en ella, como si intentaran leer su alma.

Sin pensarlo, sin ni siquiera darse cuenta de lo que hacía, Hana se lanzó hacia adelante y abrazó sus piernas, como si con ese simple gesto pudiera evitar que él se fuera. Las lágrimas fluían libremente ahora, mezclándose con la lluvia.

—No te vayas... por favor, no te vayas... —su voz era un lamento quebrado, repetido como una súplica desesperada.

Tsukishima, que había estado mirando a Hana desde arriba, sintió cómo su corazón se contraía en su pecho. Durante todo ese tiempo, había intentado mantenerse frío, distante, pero la visión de Hana, tan vulnerable, tan perdida, comenzó a desmoronar la muralla que había construido a su alrededor. Sin embargo, no podía dejar de ser Tsukishima, no podía simplemente rendirse a sus emociones.

—No hay nada de qué hablar, Hana —su voz era fría, casi distante, aunque por dentro sentía un torbellino de emociones encontradas.

—¡Sí lo hay! —Hana levantó la cabeza, sus ojos enrojecidos por el llanto, pero llenos de una determinación que él no había visto antes en ella—. No entendí lo que sentías antes, fui una tonta, pero ahora lo entiendo... No hay nada entre Kenma y yo, ¡nada!

Blessing || Kei Tsukishima x TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora