17. Feria y camas elásticas

14 1 0
                                    

Alex

Tengo a mi padre correteando detrás de Laia sin parar. Quería comprarle un arnés infantil para tenerla bien vigilada como si tuviera tres años, pero he conseguido disuadirle de la idea, ya es suficiente mayor para eso. Los de asuntos sociales no lo verían con buenos ojos. Y sí, sé lo que estáis pensando, debería ser yo quien corriera tras ella si no fuera por un pequeño de ojos marrones que me mira asustado mientras aprieta con fuerza su pelota.

Mi padre sabe que Matt tiene más confianza conmigo en este tipo de eventos. No es la primera feria a la que acudimos. Lo mejor que podemos hacer es dividirnos, establecer un punto de encuentro por si alguno de los cuatro se pierde y poner a Laia y a Matt una pulsera con su nombre y nuestro número de teléfono. Además, en este tipo de ferias de vecinos siempre hay una carpa que te facilita las pulseras. Laia las colecciona, lo ve como un complemento más y no hay de qué preocuparse. Todos contentos. Salvo una persona.

—¿Podemos apartarnos un poco, por favor?

Estamos en la entrada del recinto a solo un par de metros de las atracciones, los puestos con algodón de azúcar y el barullo de la gente.

—Claro, campeón, ¿te gustaría ir a las mesas de allí? —señalo el merendero improvisado que se ha establecido a un lado. Hay muy poca gente y desde fuera da seguridad, lo que él necesita en este momento.

—Sí.

No dice nada más. Nos sentamos uno frente al otro, ahora mismo necesita su espacio más que nunca. Deja su mochila a un lado, saca un libro de lacrosse, se lleva sus pequeñas manos a las orejas para intentar crear una barrera contra el ruido del exterior y se evade por completo.

«Lo ha intentado».

Eso es lo único en lo que puedo pensar ahora mismo. En sus esfuerzos que no siempre acaban en victoria. Saco el móvil del bolsillo y veo el mensaje de Sam de hace una hora. Ya ha salido del apartamento y viene hacia aquí, no tardará en llegar. Cuando la he llamado esta tarde para saber cómo le había ido la entrevista, Laia me ha quitado el teléfono de las manos y la ha invitado a venir porque para ella cualquier cosa que se salga de la rutina es el acontecimiento del año.

Le escribo un mensaje mandándole la ubicación exacta de donde estamos y a los cinco minutos aparece preciosa como siempre. Dos trenzas cuelgan de sus hombros, con una sudadera morada y unos vaqueros rotos. Es tan enigmática que te atrapa.

—¡Por fin! Pensaba que iba a tardar mucho más tiempo en encontraros —exclama viniendo hacia mí.

Me levanto para besarla.

—¿Todo bien?

Sé que le han dado el puesto, pero reencontrarte con tu hermano después de varios meses y de esa forma, no debe ser fácil.

—Ahora mucho mejor. ¿Por qué no me habías hablado antes de esta feria? —mira a su alrededor ilusionada—. Nunca he estado en una. En Nueva York siempre hay demasiada gente como para pensar en ir a algo de este tipo.

Bajo la cabeza avergonzado.

—No quería que nuestro tiempo juntos se redujera a esto. Ni tampoco quiero ponerte en el compromiso de...

—Ni se te ocurra seguir, Alex. —Me lanza una mirada que podría hablar por sí sola. Quiere formar parte de esto—. Tu familia nunca será un compromiso para mí. Podemos tener tiempo juntos y tiempo con ellos siempre y cuando tú quieras.

La inseguridad se abalanza sobre ella y yo me siento miserable por haberlo provocado. ¿Cómo no voy a querer que esté con nosotros? Laia la adora y no será la única. He hablado de Sam en casa en contables ocasiones, pero Matt aún no la ha conocido en persona. El día que vino a casa, él estaba demasiado cansado después de todo lo que había pasado con la policía como para conocerla. Veo cómo le lanza miradas cortas, pero curiosas hacia ella.

Seremos EternosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora