Seremos Eternos

3. Crowded Room

Nuestra historia

(Marzo, primer año de universidad)

2017

Sam

Vuelvo a echarme colonia antes de coger la chaqueta. La fiesta de hoy va a ser inolvidable porque es el gran día. Después de varios meses de miradas furtivas con Alex, de besos demasiado cerca de los labios, de noches en vela y citas camufladas en entrevistas, voy a ser sincera con él. La situación no puede seguir así. La tensión es demasiada alta como para seguir soportándola.

Me miro en el espejo una vez más. El vestido con volantes en la falda me hace sentir bien. Me hace sentir bonita. Lo compré la semana pasada pensando en este momento. Puedo hacerlo. No tengo ninguna duda. Miro el reloj, Gabriella y Emily no tardarán en llegar. Iremos en mi coche hasta la fiesta que se celebra a las afueras de la ciudad. Me han dicho que un amigo suyo, Gabe, se viene con nosotras.

Estamos aumentando el círculo, Alex también se apunta a algunos de nuestros planes entre semana y no puedo estar más contenta del círculo que estamos formando. Me estoy empezando a acostumbrar a conocer gente nueva a diario con las entrevistas y trabajos que tenemos que hacer para clase. Ya no me pongo nerviosa ante un desconocido, al contrario, me genera curiosidad.

La melodía de mi móvil suena desde la cocina y corro el pasillo para llegar a tiempo. Mi corazón se acelera y pienso automáticamente en él. Joder. Estoy muy pillada. Ni si quiera leo el nombre que aparece en pantalla.

―¿Listo para la fiesta de esta noche?

―¿¡Fiesta!? ―El grito de mi madre me atraviesa el tímpano y retumba por todo mi interior.

¡Mierda! ¿De verdad acabo de cagarla de esta manera? Me creía mucho más lista.

―Mamá...

Ni si quiera me deja hablar.

―¿Te has ido a Denver a estudiar o a salir de fiesta como una cualquiera? ¿Y cómo es eso de «listo»? ¿¡Tienes algún novio!? Sam, te lo advertimos y sabes lo que pasará si no cumples con lo que prometiste. ¡Hank, la niña está descontrolada! ¡Te dije que no era buena idea! ―escucho a mi padre decir algo a lo lejos, pero no logro entenderlo.

―Mamá, por favor, déjame que te lo explique.

Suspiro desesperada. Hablar con mi madre siempre me saca de mis casillas.

―No me vas a explicar nada porque vas a escucharme atentamente. Vas a estar allí los años que dura la universidad. Luego vas a volver a Nueva York. Tu vida y tu futuro están aquí. No podemos dejar que arruines la reputación de la familia viviendo en Denver y saliendo con alguien inferior a nosotros.

Cierro los ojos. Eso ha dolido demasiado y no voy a consentir que mi madre hable así de Alex sin conocerlo.

―No sabes nada de cómo es mamá y, joder, ni si quiera estamos saliendo todavía.

―¡Ah! ―grita desesperada―. Ahora dices palabrotas y todo. Sabía que no era buena idea. Si fueras como tu hermano, no habría pasado nada, pero tenías que ser la niña rebelde de la familia, ¿verdad? No podías ser como los demás, me ha tocado a mí aguantarte. Vas a volver aquí y estudiarás lo que deberías haber elegido, Derecho.

Me llevo una mano al cuello para mitigar el dolor que se está instalando ahí. Una conversación con mi madre equivale a una semana entera de ejercicio sin parar.

―Estoy sacando las mejores notas de la clase, llevo la sección deportiva del periódico de la universidad y varios profesores me han echado el ojo para redactar artículos en la prensa local. ¿¡Qué más quieres, mamá!?