Nuestra Historia
(Enero, primer año de universidad)
2017
Sam
Termino de redactar el artículo justo a tiempo. La última entrevista que había hecho a Alex se publicaba en el periódico de la universidad mañana a primera hora y tengo que enviarlo ya a la imprenta. Me encargo de la sección de deportes con dos compañeras más. Llevamos meses haciendo entrevistas después de cada partido a los jugadores. Nadie nos paga, es un trabajo extra porque nos gusta demasiado nuestra carrera.
―¿Estáis listas para la fiesta de esta noche? ―pregunta mi compañera mientras empieza a recoger las cosas.
Asiento con la cabeza entusiasmada. Las últimas dos fiestas fueron demasiado bien como para no repetir. En la primera de ellas conocí a dos chicas muy majas con las que mantengo el contacto y como con ellas entre semana. Emily y Gabriella. Dos almas libres que desprenden alegría.
―Sam, ¿cierras tú? ―Una de mis compañeras me observa desde la puerta con el bolso en una mano y el abrigo en otra. Resoplo. Qué remedio. Siempre cierro yo.
―Sí. Nos vemos en la fiesta, chicas.
Ambas se van y me quedo sola con el portátil aún encendido. Sé que no debería hacerlo, pero lo hago. Reviso de nuevo los dos artículos de mis compañeras para asegurarme de que están bien. Tengo un serio problema con las faltas de ortografía y sobre todo con los signos de puntuación. Creo que no es tan complicado saber usar la coma y el punto.
Cuando empecé la carrera me prometí a mí misma que no me presionaría y que no revisaría el trabajo de los demás, no me corresponde hacerlo. Pero aquí estoy, mordiéndome la uña de mi dedo índice mientras leo con detenimiento su trabajo.
Dos golpes en la puerta me sobresaltar. Joder, menudo susto.
―Por favor, la próxima vez... ―giro lentamente para buscar al culpable y me quedo con la palabra en la boca al encontrarme con sus ojos.
Nunca me había imaginado que alguien podría ser tan condenadamente guapo. Intento respirar con tranquilidad para mantener mi pulso controlado.
―Perdona, no quería asustarte. ―Se apoya en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho. Sus bíceps se marcan más y a mí se me seca la boca.
―¿Qué haces aquí?
Tarda en responderme. Mira varias veces por encima de su hombro y baja el tono de voz.
―No...no quiero que suene mal ―tartamudea. Está nervioso―. Pero te estaba esperando en el aparcamiento. Sé que vas a ir a la fiesta y había pensado en invitarte a tomar algo antes. He visto a tus compañeras salir y al ver que no salías... he... he entrado a buscarte ―tose un par de veces para disimular sus nervios.
Se me encoge el corazón un poco más al verlo dudar. Se rasca la nuca esperando mi respuesta y no lo pienso. Cierro el archivo sin guardarlo. Envío mi artículo y me levanto de la silla.
«¿Qué pasa si hay algún fallo? ¿Te fías de tus compañeras?».
Callo a mi conciencia convenciéndome de que no es mi problema. Si hay algún fallo las únicas responsables serán ellas. Hay alguien mucho más importante que me está esperando.
―¿Dónde te apetece ir? ―pregunto mientras guardo el portátil.
Alex espera a que salga de la habitación para apagar la luz y cerrar la puerta. Se sitúa a mi lado con las manos metidas en los bolsillos y yo deseo que me rodee con sus brazos para sentir su calor.
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Seremos Eternos
RomanceSamantha Hughes desde pequeña ha tenido muy clara su vocación, el periodismo. Su familia nunca se lo ha puesto fácil y tras enfrentarse a ellos, se aventura en una nueva vida con el peso de su pasado sobre sus hombros. Alexander Cooper tuvo una inf...