Día 19: Lavando

22 2 1
                                    

Las comidas abundantes y deliciosas eran comunes en la Mansión Kido. Por varias razones:

Saori adoraba ser la anfitriona de cualquier reunión o celebración; y un desayuno, almuerzo, día de campo o cena eran perfectos para cualquier ocasión y no necesitaban de mucha planeación. Shun era excelente en la cocina, al igual que Shiryu e Ikki, entre los tres podían sacar los mejores y más sabrosos platillos que cualquiera de los habitantes de la Mansión pudiera haber degustado alguna vez. Por otra parte, Hyoga y Seiya amaban comer —engullir, mejor dicho— toda clase de comida en cualquier momento del día. Si algún hombre alguna vez amó la comida, sin duda eran ellos.

Todo lo anterior daba como resultado una bonita convivencia que todos podían disfrutar.

No obstante, al terminar el festín quedaba una tarea engorrosa que no podía quedarse sin hacer: lavar los trastes.

No sólo los que se usaban para comer —que de por sí ya eran demasiados— sino toda la batería de cocina utilizada para preparar los alimentos. Al final, la montaña de trastes sucios era gigantesca.

Y para aquella tarea tan titánica, se designaban a dos desafortunados individuos a través de un infalible e imparcial juego de piedra, papel o tijeras.

Fue así como Seiya y Shiryu se encontraron frente a un montón de trastes sucios y una cocina desordenada.

Ambos suspiraron ante el caos al que debían enfrentarse.

«Preferiría enfrentarme a Hades...» pensó Seiya, mirando la pila de trastes sucios con desdén.

—¿Tú enjabonas y yo enjuago? —preguntó Shiryu sin quitarle los ojos de encima al fregadero desbordado.

—Ya que.

Sin nada más que hacer, los dos se pusieron manos a la obra. Seiya hacía todo de mala gana, mientras que Shiryu realmente parecía entretenido. Había algo en organizar y limpiar que le brindaba satisfacción y algo de placer al Dragón; Seiya por otro lado... bueno, antes de compartir habitación con Shiryu no podía encontrar su ropa interior aunque su vida dependiera de ello.

Quién sabe si Shiryu se dejó llevar o si acaso notó el malhumor en su novio, pues el chico comenzó a tararear una canción mientras se meneaba ligeramente al ritmo imaginario de esta.

—♪ Ch-ch-ch Cherry, cherry, ¡oh! Cherry, cherry... mhmhmhmhmhmhmh mmmmmh... ♪

Seiya lo miró durante unos segundos, primero desconcertado, luego sonrió divertido.

—¿Te diviertes?

—No me disgusta, ¿sabes? Limpiar es divertido si lo haces con buena cara y algo de música. Además, estoy contigo.

Seiya bufó una risita. —Tiempo de calidad juntos, ¿eh? Prefiero sentarme en el sofá y besarte, pero... tendré que conformarme con esto.

—Ah, bueno, eso es lindo también, pero en el sofá no podemos hacer esto... —Shiryu tomó la manguera del agua y la apuntó hacia su novio, dandole con el chorro de agua en la cara.

—¡Ah! —Seiya no pudo hacer nada más que sacudirse, tenía las manos llenas jabón como para hacer algo más. La risa sonora de Shiryu resonó en toda la cocina. —Con que así va a ser, ¿eh? —Pegaso aprovechó la bola de espuma que cubría sus manos y fue directo al rostro de Shiryu.

—¡No! ¡Esperaaaa!

—¡Nada qué! ¡No hay tiempo fuera! —Shiryu logró escapar de las manos jabonosas de Seiya y comenzó a correr por la habitación—. Tus palabras, no las mías ¿recuerdas? ¡Ahora, ven acá!

Shiryu llegó nuevamente al fregadero y tomó su arma, liberando el chorro de agua no sólo en la cara de Seiya, sino en todo su ser. Este último produjo un grito ahogado —en todo el sentido de la palabra—, y ya que se encontraba completamente mojado y sin nada que perder, avanzó hacia su novio para llenarlo de espuma en la cara, el cabello y el cuello.

Las risas se ambos poco a poco se apagaron para retomar el aire, el agua y la espuma también desistieron.

—Tienes razón, es divertido —agregó Seiya, sentándose en el suelo—. Aunque sigo prefiriendo el sofá.

Shiryu rió y se le unió en el piso, con una toalla comenzó a secar el rostro de Seiya. Este se dejó hacer; los pequeños toques que Shiryu daba con la toalla eran placenteros, seguidos de unas cuantas caricias que el Dragón propinaba de repente.

Seiya sonrió, el tacto era estimulante, nadie podía mimarlo como Shiryu. —Me gustan tus manos —susurró de repente.

Shiryu bufó una risa.

—¡De verdad! Son muy suaves, y pequeñas.

—Tomaré eso como un cumplido.

—¡Lo es! Son adorables. Eres más alto que yo, pero tus manos no son más grandes que las mías, son casi del mismo tamaño. —Seiya extendió sus dedos y pegó su palma contra la de Shiryu.

—Tienes razón.

Se contemplaron por algunos momentos, sonriendo.

—Bueno... ¿continuamos?

Seiya suspiró agotado. —Está bien —respondió, levantándose—. Démonos prisa, tú y tus manos tenemos un asunto pendiente en la recámara.

Shiryu rió.

30 días ShiseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora